¡Cómo llegué a aburrirme!. A propósito del correo de Amandus.- Antrax
Fecha Monday, 13 November 2006
Tema 090. Espiritualidad y ascética


¡Cómo llegué a aburrirme! 

Las atinadas observaciones que hace Amandus a partir de la famosa oración mental me llevan a recordar la cantidad de aburrimiento que llegué a acumular en mis pocos pero intensos años dentro de esa institución. Aburrimiento a mares, aburrimiento a punta de pala...

La ritualización y reglamentación de la vida en todos sus aspectos cobra, efectivamente, una dimensión especialmente gruesa en lo que respecta al saludable hábito de meditar, pensar o como queramos llamarle. Ahora, transcurridos tantos años, cada vez que me siento muy tempranito con una taza de café y un cigarrito a pensar en qué pienso hacer ese día, con quién me tengo que embroncar por cuestiones laborales o afines, o bien a torear fantasmas de la más diversa y variada especie, no dejo de recordar (no siempre, claro, porque sería una lata) en aquellos momentos en que esa cosa tan normal había que domesticarla y regularla en sus dos medias horitas auxiliado con la discutible asistencia de lecturas espirituales ñoñas o geniales ocurrencias de Monseigneur. Me aburría como una ostra de Arcachon, que son las más melancólicas de todas a causa de la climatología de la zona, según afirman autoridades en la materia rigurosamente extranjeras.

Pero es que no queda ahí la cosa: los rosarios en tres partes salmodiados entre congéneres somnolientos, cuyo ostensible sopor quedaba difícilmente disimulado bajo una máscara quebradiza de piedad, meditaciones emitidas por presbíteros ordinariamente tan originales y profundos como la cantante Sakira o el Boletín Oficial del Estado, por poner un par de ejemplos arbitrariamente elegidos; retiros peripatéticos en los que las horas parecían proceder de los famosos relojes – chicle del maestro Dalí...

¿Y qué me dicen vuesasmercedes de los estudios internos o mediopensionistas? Aquellas clases te hacían comprender a la perfección por qué esa Filosofía era “perpetua”. Por afinidad con la célebre cadena idem, claro. Arrellanado en una butaca de aquellas, intentaba uno dilucidar cómo era eso de que la “Psicología” fuera algo tan diferente a lo que un paisano universitario del siglo XX siempre había entendido como tal, idem de la “Física”. ¡Qué aburrimiento, leñe!

Pasando a otra cuestión, y siempre a propósito del sagaz Amandus, me pregunto si esto de “perder la fe” no será darle la vuelta al calcetín. ¿Por qué no decir “recuperar la libertad de pensamiento”? Me sumo a la confesión de respeto por los creyentes de distintas religiones; máxime cuando he tenido la oportunidad de convivir y amistar con judíos, musulmanes y otros durante bastantes años. Sin embargo, rechazo la definición en términos negativos (“perder”), cuando considero que el apartamiento de congregaciones, cuadrillas, falansterios y otros tinglados asociativos integrados en torno a una “Fe”, y, en consecuencia, ligados a credos cerrados y regulados por un sinfín de reglamentos y reglamentillos, es una buenísima idea y pienso persistir en ella. 

Pero la verdad es que no tengo ganas de apostatar, más que nada por no perder mi tiempo en los laberintos canónicos de la Iglesia Católica y, además, porque de algún modo sería reconocer la autoridad de una institución en la que fui inscrito en edad completamente irracional y sin arte ni parte en la decisión adoptada por mi familia, que, según creo, se puso morada a chocolate con churros en el bautizo. Posteriormente, la estrecha ligazón de esta familia y sus entornos con la susodicha Iglesia y con el Opus Dei me llevó a cometer algunos errores de no poca monta, que afectaron bastante negativamente a mi personal trayectoria, hasta que, finalmente, decidí cambiar de perspectiva y de conducta con plena conciencia y responsabilidad. 

No me siento ni culpable ni orgulloso de ello, pero ahí está y a ello me atengo. ¿Que si soy feliz? Pues, hombre, dentro de lo que cabe y con los altibajos que corresponden ordinariamente a los seres humanos. Pero, desde luego, me aburro muchísimo menos que dentro del Opus Dei. 

Cordiales saludos a todos los participantes en este horrendo nido de víboras. 

Antrax









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