Cavabianca.- Cimarrón
Fecha Monday, 13 November 2006
Tema 100. Aspectos sociológicos


Revolviendo unos papeles viejos, ¡por Dios sí que son viejos, están ya amarillentos! -y lo peor es que son míos-, me encontré con un plano de Cavabianca que yo calqué cuando estuve allí. Siempre he guardado mis papeles, y hasta me encontré con todos mis apuntes de los estudios internos y mis fichas que utilizaba para dar círculos. No las tiré, ni tampoco las leí, pero allí están guardadas por si algún día quiero consultar algo.

 

Este año cumplo tantos años fuera del od como los que estuve dentro, 22 años.

 

Llegué al Colegio Romano a mediados de septiembre de 1974 junto con Ronaldo Palomo y Carlos Ulloa, ambos sacerdotes actualmente. Ya no era un chiquillo y me destinaron al grupo 4, el de los viejos, aunque había varios bastantes mayores que yo. Mi rutina fue la misma de todos, aunque, por llevar casi terminado el cuadrienio teológico tenia bastantes períodos libres que aprovechaba para escaparme. De verdad que estando encerrado en Villa Tevere con tanta gente me ahogaba. En esa época no tenía ninguna crisis de vocación, pero yo siempre hice bastante lo que quise y me escapaba a conocer Roma y sus alrededores. Puedo decir que no dejé museo, plaza ni iglesia sin conocer...



En las vacaciones de navidad del 75 los alumnos del Colegio Romano fuimos  a trabajar a Cavabianca a transplantar árboles ¡Qué gozada!, aunque ¡qué frío! Todavía me acuerdo del sonido de la tierra congelada cuando cavábamos los agujeros para trasplantar los arbolitos.

 

El primer semestre del 76 se alternó entre los viajes a Tordaveia y Cavabianca, y para el mes de marzo se fueron los primeros del colegio romano a vivir a Cavabianca, en cuanto los obreros salieron del primer núcleo de habitaciones. Yo me fui con el segundo grupo. Como tenía fama de “manitas”, me encargaron las instalaciones de todo tipo. Estaban los grupos de pintores, de doradores, de jardineros…  Realmente la pasamos bomba.

 

Yo me conocí todos los edificios de Cavabianca al detalle, inclusive la Casa del Fiume, donde trabajé bastante en el oratorio del padre y en la sala de la columna. Recuerdo que nos tardamos 10 días en armar la gigantesca lámpara que cuelga del techo y me acuerdo ahora de todos los tapices, cuadros maravillosos, adornos dorados, que coloqué. Los túneles por donde pasa la administración a todos los edificios. Las veces que nos topamos con la sf cuando llegaban antes de que hubiéramos salido. En más de una ocasión nos tomaron por obreros italianos (igual andábamos de mal vestidos) y nos pusieron a trabajar para ellas. En su italiano chapurreado, salpicado de palabras en español nos daban las instrucciones, y nosotros les seguíamos la corriente… Nunca contamos nada para que pudieran repetirse esas ocasiones, jeje.

 

Los pintores y doradores merecen un reconocimiento aparte. El oratorio de Nuestra Señora de los Ángeles, así como los demás oratorios, quedaron como verdaderas obras de arte. En este equipo solo estuve de Rey Midas dorando techos y algunas imágenes. ¡Viva la pobreza! Cuando tuvimos que decolorar las imágenes del retablo de Nuestra Señora porque a Escrivá no le gustó cuando las vio, y pasamos semanas deshaciendo lo que había costado una fortuna.

 

Me acuerdo de haber copiado en algún cuaderno que andará perdido entre mis cajas de papeles todas las lápidas que se pusieron y en algún momento, con mentalidad histórica, copié a mano el plano que a continuación reproduzco. Lo enseñé pocas veces y por eso lo conservo todavía. No es ninguna aportación de sentimientos ni de consideraciones, como tantas y tan buenas he leído en la correspondencia, pero aquí va, como una curiosidad.

 

Cimarron

 







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