Mis amistades particulares.- Dionisio
Fecha Monday, 23 October 2006
Tema 060. Libertad, coacción, control


Queridos Orejas:

 

El escrito de Iván del 20 de octubre ha sido fuerte para mí. Me ha reabierto heridas. En mi caso no éramos dos amigos, éramos tres. Fuimos compañeros de colegio, compañeros de todo, confidentes, como hermanos, más que hermanos. Primero caí yo en la trampa del opus. Yo les llevé a ellos a las actividades de san Rafael. El que parecía seguro que iba a pitar resultó ser el más listo. Nunca pitó. Los dos que nos hicimos numerarios acabamos completamente aislados unos de otro. Lo mismo que cuenta Ivan. Perdimos absolutamente todo contacto. Ellos dos se seguían viendo porque eran compañeros de estudios en la facultad. Yo mantuve cierto contacto con el que no pitó pero poco, porque ya no les interesaba en el lado oscuro. Pasó el tiempo y aquella amistad tan bonita, que recuerdo con emoción se ha perdido absolutamente. No queda nada. ¡Qué pena!

 

Actualmente, mis mejores amigos son un supernumerario y varios exnumerarios. Eso es lo mejor que me ha quedado de mi largo paso por el lado oscuro. Tengo una anécdota muy triste de aquellos que se llamaban mis hermanos. Uno, a quien llamaré Mercurio, compartió mucho tiempo conmigo, siendo él director y yo subdirector de un centro muy peculiar. Pasamos juntos toda clase de fatigas, travesuras y peripecias durante muchos años. Él era la persona del opus con la que yo había convivido más tiempo, a él le pasaba lo mismo conmigo. Teníamos muchos gustos similares, nos llevábamos bien. No había secretario en aquel consejo local y el cura era tan tonto que estaba en el límite para la licitud de su ordenación.  Éramos por tanto auténticos colegas. Era un centro de san Rafael, el ambiente era bueno y hacíamos apostolado que nos matábamos. De cuando en cuando pitaba alguien, pocos, pero se integraban en aquel excelente ambiente familiar.

 

Un mal día, Mercurio fue llamado a Roma para ordenarse y esta relación se acabó. Nos despedimos muy sobrenaturalmente diciendo: “nos veremos en el cielo.” No sé a él, pero a mí me afectó su marcha. No tuve ningún inconveniente en decirlo en la charla fraterna y cuantas veces me dio la gana, porque aquello no era nada malo. Éramos un verdadero equipo que funcionaba y se entendía. El contraste con el siguiente consejo local que integré era brutal. Me cambiaron a Mercurio por un director mamarracho incomprensible. Me cambiaron a un centro de san Gabriel en donde calificar el ambiente como una mierda es demasiado suave. Realmente extrañaba a Mercurio incluso años después le decía al vocal de san Miguel que nunca más había vuelto a tener aquella sensación de unidad, de familia y de eficacia.

 

Cuando me largué del lado oscuro una de las primeras cosas que hice fue escribirle un correo electrónico a Mercurio notificándole mi nueva situación y diciéndole que ya que en el estado anterior no estaban permitidas las amistades particulares, mis nuevas condiciones nos liberaban de esa restricción y quería ser su amigo. Mercurio respondió que le daba mucha pena el paso que yo había dado. Y ahí quedó todo. Nunca más me volvió a contestar a un correo electrónico. Triste, ¿no? Yo creo que Dios va a juzgar muy duramente a la Firma por todas estas fechorías y abusos antinaturales.

 

Dionisio, recordando con pena a Mercurio y a sus dos amigos de adolescencia.









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=8590