Para Encarna González.- Ananaru.
Fecha Friday, 13 October 2006
Tema 040. Después de marcharse


Querida Encarna:

Cuando leí tu email pensé que quizá eras quien yo pensaba (no recordaba tu segundo apellido, y González es un apellido muy común), y me entraron ganas de contestarte. El escrito de Arancha Plaza me confirma que eres tú, y eso me llena de recuerdos.

Me diste clase cuando yo tenía entre 12 y 14 años. No sé por qué desde que te conocí sentí una fascinación por ti, y por eso no dudé cuando, estando ya en octavo de EGB, me propusiste ir a círculo. Recuerdo ese círculo como si fuera ayer (dónde estábamos, cómo estaba decorado el despacho, dónde estabas tú sentada, y quiénes estaban). Me encontré que también había algunas de mi clase que jamás habían ido antes por el club. Y sólo recuerdo una cosa de lo que dijiste en aquella ocasión: que si Dios no te hubiera escogido, quizá ahora serías una fulana (eso me impactó mucho).

Después yo me hice amiga de la directora del centro, y fue con ella con quien pité. Pero recuerdo una pregunta que nada más pitar, estando todavía en su despacho, me hizo la directora mientras rellenaba una ficha. De entre las de rigor (nombre, apellidos, DNI…), me preguntó qué bienes tenía (¡catorce años!, y con mis padres, gracias a Dios, vivos), a qué asociaciones o clubes pertenecía, y terminó preguntándome: “la primera persona del centro que conociste fue Encarna González, ¿no?” (no sé si porque eso significaba que el tanto de mi pitaje te lo iban a apuntar a ti).

También recuerdo que el primer gran palo de mi vida (aún no había muerto nadie cercano a mí) fue el día que me enteré que te ibas a otra ciudad (¡tanto te quería!).

En fin, perdona la nostalgia. Ahora lo que me sale decir es lo que reza un salmo de la liturgia: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. El Señor ha estado muy grande conmigo, y estoy alegre, con esa alegría y esa paz que el hombre no puede darse a sí mismo y que sólo Él da.

Muchas veces en estos años me he acordado de ti, y me preguntaba si seguirías en la Obra o no, y ahora compruebo que sigues. Si estás feliz, me alegro de corazón por ti. Con respecto a tu mensaje, yo no le echo cuenta. No me creo que un día te encuentres conmigo y me digas que estás mejor sin mí. Te conozco bien, y sé que me quisiste mucho. Y si algo es verdadero, es para siempre. Estoy cierta de que, si un día el Señor nos concede encontrarnos de nuevo, me darás un gran abrazo, y darás tú también gracias al Señor por mi vida.

¡Que Dios te bendiga!
Ananaru.









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=8521