Observaciones al discurso del Prelado del Opus Dei en inauguración.- Trinity
Fecha Friday, 13 October 2006
Tema 060. Libertad, coacción, control


Observaciones al discurso del Prelado del Opus Dei en la inauguración del curso en la Universidad de la Santa Cruz - Trinity

 

            Aunque otros ya se han referido al discurso del Prelado del Opus Dei en la inauguración del presente curso académico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, que la Prelatura dirige en Roma, no me resisto a hacer también algún comentario. Pues, si bien una está ya bastante acostumbrada a este tipo de actuaciones institucionales, he de reconocer que me ha costado dar crédito a la noticia de agencia que informaba de que los temas tratados por el Prelado fueron precisamente ¡¡¡la caridad y diálogo!!!

 

            ¡Vaya cara! Mira que podían haberle escogido otros muchos temas que no resultaran espinosos para la institución que preside: que si la santificación del trabajo intelectual, que si la relación entre fe y razón, que si la contribución de la universidad a la superación de la crisis occidental, o lo que fuera. Pero no: tal debe ser el nivel de fanatismo de sus asesores de imagen, que van y le ponen a disertar sobre caridad y diálogo. Hasta cabe maliciarse si no lo habrán hecho adrede, porque haya entre ellos alguno que pretendiera desacreditarle. Pues es como si aconsejaran a Felipe González que se pusiera a hablar en la ONU en pro de la no prescripción de los delitos de terrorismo de Estado, o al rey de Arabia Saudita que departiera sobre tolerancia y pluralismo religioso.

 

            No sé qué necesidad tenían de meterle en ese charco, haciendo hablar de caridad al máximo responsable de una institución que —en el Silas de El Código Da Vinci— ha quedado tipificada como paradigma de esas faltas de caridad que tantos vienen denunciando en esta Web, según acaban de comentar Bepo, Martina o Coplas; o haciéndole decir que «en el diálogo y en el intercambio de opiniones y experiencias se madura como personas y como buscadores de la verdad». Pues, ¿de qué diálogo hablaba la cabeza de esta institución, donde se ejerce una férrea censura intelectual; donde sólo se manejan manuales de Teología preparados por miembros de su confianza; donde no cabe discrepancia con las medidas adoptadas por los Directores porque aplican a la letra el lema del Fundador: obedecer o marcharse, y aplastan implacablemente a los disidentes; o donde está impedido el ejercicio –entre los fieles de la prelatura- del derecho natural y eclesial* al libre intercambio de opiniones?

 

            Bien les vendría, a los que escogen los temas para estos discursos, aplicarse mutatis mutandis el adagio: Si no eres casto, al menos sé cauto. ¡Hombre!, ya que no podéis presumir de sensibilidad ni de pluralismo, al menos tened la sensatez de no ir por ahí dando lecciones de espíritu humanitario y dialogante. ¡Menos poesía y más cordura!

 

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* JUAN PABLO II, Carta Apostólica El rápido desarrollo, 24.I.2005, n. 12: «Mi predecesor Pío XII, de feliz memoria, al encontrarse con los editores de los periódicos católicos les decía que algo faltaría en la vida de la Iglesia si no existiese la opinión pública. Este mismo concepto ha sido confirmado en otras circunstancias14; en el Código de derecho canónico, bajo determinadas condiciones, se reconoce el derecho a expresar la propia opinión15. Si es cierto que las verdades de fe no están abiertas a interpretaciones arbitrarias y el respeto por los derechos de los otros crea límites intrínsecos a las expresiones de las propias valoraciones, no es menos cierto que existe en otros campos, entre los católicos, un amplio espacio para el intercambio de opiniones, en un  diálogo respetuoso de la justicia y de la prudencia».

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     14 Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Lumen Gentium, 37; Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, Instrucción pastoral Communio et progressio (23 mayo 1971), 114-117: AAS (1971), 634-635.

     15 Canon 212, § 3: “Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas”.

 

                                                           Trinity









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