El cristianismo es una religión de la conducta (Cap. 10 de 'Consejos...'.- Ivan
Fecha Friday, 13 October 2006
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Consejos A Un Joven Del Opus Dei

Capítulo 10: El Cristianismo Es Una Religión De La Conducta

 

Iván, 13 de octubre de 2006

 

 

Leo Boig nos escribe el 31 de octubre de 2005:

 

He conocido a gente maravillosa que no tiene, ni quiere tener ninguna relación con la Iglesia, ni cree en Dios. Por supuesto que no estoy haciendo apología del escepticismo o agnosticismo, tan solo mostrarte caminos que también conducen a la felicidad. Nos dicen que fuera del Opus Dei no hay felicidad y es falso, pues yo creo que igual pasa con la Iglesia y con Dios o con ciertas visiones de la Iglesia o de Dios.

 

Jesucristo dice:

 

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

 

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver’. Los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’. Y el Rey les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’.

 

Luego dirá a los de su izquierda: ‘Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron’. Estos, a su vez, le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?’. Y él les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo’. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna”. (Mateo 25, 31-46.)

 

¿Acaso en todo ese discurso Jesús exige a los hombres creer en algo? No, la condición necesaria y suficiente que Cristo nos pide para ser santos es que con nuestra conducta procuremos la felicidad a cuantos nos rodean. Ni más, ni menos.

 

Por eso, siguiendo el mensaje de Jesús (que es el único ante quien cualquier discípulo suyo ha de ponerse boca abajo), hay santos de Cristo que creen en Dios, y que no creen en Él; que están bautizados, y que son musulmanes o budistas o…; que van todos los días a misa, y que no han pisado nunca una iglesia;… porque a cada uno de ellos Él les puede decir, y les dirá en su momento: Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver. Y los interesados se extrañaran, porque nunca pudieron imaginar que lo que Dios quería de ellos –sobre todo lo demás– era su buena conducta con quienes les rodeaban.

 

Y también hay muchos católicos que cumplen mil normas y rituales: que van todos los días a misa, que se levantan por la mañana de un salto, mascullándole a Dios que le servirán; que se confiesan todas las semanas… a los que Jesús increpa: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo, 7, 21-23). Y ellos, cuando sean reprobados, también se extrañaran, porque creyeron que solamente con su fe fatua iban a asaltar el Cielo, que serían santos por acosar y angustiar al prójimo en nombre de Dios, porque estaban seguros de que con el soborno de sus mil normas y rituales iban a comprar el Cielo… Pero Cristo les dirá que el Reino no es para ellos, porque Dios es insobornable.

 

Iván.

 

<<AnteriorSiguiente>>

 









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=8511