Queridos orejas:

El escrito de Armando (27 de septiembre) me ha traído a la memoria las grotescas celebraciones de cumpleaños que me ha tocado vivir en los muchos lustros que estuve en el lado oscuro.

Hay muchas cosas que contar, unas pocas son simpáticas, como aquella vez en la que siendo yo director, durante el show de la celebración, uno de los presentes, argentino, me espetó con toda naturalidad: “sos un hijo de puta.” Todo el mundo se quedó helado, menos yo que conociendo las dimensiones de esa expresión en boca de un argentino y en un determinado contexto, me moría de la risa viendo las caras de los presentes y aceptando el halago del porteño, que por cierto se fue del lado oscuro antes que yo.

Como decía hay recuerdos simpáticos, pero son pocos, porque los más frecuentes, los más recordados son bastante desagradables. Cuando era mi cumpleaños, lo único agradable de verdad era que me daban la posibilidad de pedir un menú. Normalmente era la única vez del año que comíamos gazpacho, perfectamente preparado por la administración. El segundo plato variaba según la ocasión, pero el gazpacho era reglamentario. Después en la tertulia ver a mis llamados hermanos tratando de hacer cosas sin la menor gracia y talento, mientras esforzaba mi sonrisa, la situación era completamente distinta. Habían unos cuantos que nunca hacían nada, lo cual en parte era de agradecer. Otros en cambio sacaban a relucir un deplorable talento verseador para ventilar tus defectos y tonterías, de tal forma que no había gracia ninguna y se convertían en una especie corrección fraterna con pretensiones jocosas. Lamentable. Si hubiera sido tan humilde como San Francisco de Asís lo hubiera recibido con júbilo, pero no, no llego al nivel de ese santo.

Cuando era el cumpleaños de otro, la situación era diferente. ¿Qué rayos voy a hacer en la tertulia? En ocasiones se trataba de alguien con quien tenías cierta simpatía o afinidad, entonces no era tan difícil; pero, a veces, tenías que hacer algo en homenaje a algún tío mala sombra, neurótico y antipático, con el cual la tal fraternidad era parecida a la relación con una tarántula. Al final, con esos sujetos uno acababa haciendo algo discreto para cubrir las apariencias y a hacer puñetas.

A mí me parece que en lado oscuro la tan cacareada vida de familia es una cosa tan falsa y tan artificial como un… no sé qué comparación poner, pero falsa, falsa. Las celebraciones de cumpleaños son una muestra más, si queréis pequeña e intrascendente, pero palpable. Cuando es mi cumpleaños, mi madre no me canta canción acompañada a la guitarra por mi padre. Ni mi esposa me compone unos versos impresentables y ofensivos. Sin embargo, solo mirándoles a la cara sé que su felicitación es sincera y amorosa. Lo sé. En el lado oscuro no tienen ni puñetera idea de qué estoy hablando. Pero es que eso ni es familia ni es nada. Mejor dicho, es una secta, tal como recuerda la cita que nos trajo Compaq el miércoles.

Con todo cariño,

Dionisio, cumpliendo años en el Areópago, rodeado de críos