Necesidad de clarificación de la memoria histórica del Opus Dei.- Doserra
Fecha Friday, 22 September 2006
Tema 100. Aspectos sociológicos


Necesidad de clarificación de la memoria histórica del Opus Dei

Doserra, 22-septiembre-2006

 

Mi enhorabuena a Idiota a por el trabajo de análisis crítico y textual tan formidable que ha realizado con la Carta Singuli dies. Su hipótesis es más plausible que la contraria, pues ofrece pruebas válidas, sólidas y suficientes, para probar sus afirmaciones, que además no pueden ser negadas por los silencios del libro Pedro Rodríguez y, al contrario, parecen indirectamente confirmadas por la hagiografía de Vázquez de Prada.

 

Le agradezco que haya hecho ese estudio, pues repetidas veces, cuando leía los textos de esas cartas fundacionales que se citan en las publicaciones internas de la Obra, me asaltaba esa inquietud: me parecía extraño, contrastando la vida del Fundador en esos años con los datos que más o menos conocemos, que esos escritos fueran de esas fechas.

 

Comprendo que haya personas a las que no les interesen los artículos de esta Web que se salgan de los testimonios. Pero estudios como éste son también muy necesarios tal vez más necesarios para diagnosticar el cáncer que tanto ha hecho y hace sufrir a muchas personas, y determinar cómo combatirlo, sabiendo con certeza de qué se trata y cuál es su alcance.

 

Concretamente, en el caso del estudio de Idiota se pone en evidencia algo muy importante...



que el convencimiento de la divinidad del carisma recibido llevó al Fundador de la Obra y a sus colaboradores inmediatos a justificar cuantos procedimientos se les ocurrieran para reafirmar esa idea ante sus miembros, montando una historia artificial que, paradójicamente, ha acabado induciendo a la conclusión contraria. Pues en la historia de la salvación los carismas divinos han demostrado su condición sobrenatural al convivir victoriosamente con las deficiencias humanas de sus receptores. Y un carisma que no aparece rodeado de las inevitables deficiencias humanas, suscita justamente sospechas.

 

Y así, con este ejercicio de lo que Joan Estruch llama alternación histórica (cfr. Santos y pillos. El Opus Dei y sus paradojas. Ed. Herder, 1993, cap. I, 3), han conseguido justamente lo contrario de lo que pretendían. Pues, con esa reelaboración del pasado en función del presente, el Fundador no resulta un personaje “históricamente” de fiar, alguien cuya palabra hubiera sido sencilla, verdadera y honesta. Al contrario, aparece como quien ha dedicado muchas energías a construir una historia irreal —vendida como real— que narra lo que le habría gustado que hubiera sido el pasado, desde el suyo personal al institucional, pero un pasado que no fue así. Esta actitud intoxica muchos de sus escritos. En cambio, ninguno de estos problemas se habría producido si, en el caso de que hubiera sido así, hubiera dejado constancia de que la carta había sido redactada en su estado actual 20 años después, basándose en notas e ideas recogidas en el año 1930.

 

El juicio definitivo sobre las motivaciones de su proceder queda supeditado a la consulta de los manuscritos: sin este dato nunca sabremos si él fue honesto y dejó constancia clara de cuáles fueron los hechos y cuándo, pero permitió que sus adláteres maquillaran la realidad para presentarla como más sobrenaturalmente convincente; o por el contrario él fue un inmediato responsable de esta manipulación. Sea de ello lo que fuere, todo apunta ya a que estamos ante un “proceder oficial” que no se puede adjudicar exclusivamente a sus colaboradores, sino que el Fundador aparece ciertamente implicado en la creación de estas “historias oficiales” lineales, con las que ejercer un adoctrinamiento fundamentalista de los suyos, basado en una supuesta voluntad divina para todo tipo de cuestiones que obedecían más a la mentalidad personal del Fundador que al carisma recibido.

 

Estas cosas ponen cada vez más en evidencia que, como dice Oráculo, en la estructura institucional de la Obra hay poco opus Dei y demasiadas opera Escrivae. Con esto no se niega una explícita voluntad de Dios, como reconoce el comienzo de la Constitución Apostólica Ut sit, respecto de promover una familia sobrenatural y una espiritualidad de carácter secular para la cristianización del mundo ab intra con el trabajo de cristianos comprometidos —en respuesta a una específica llamada interior— con las tareas seculares. Pero de aquí a, como se ha hecho, echar agua bendita a toda la realidad institucional de la Obra, creada por el Fundador y sus inmediatos colaboradores, hay un abismo, que sólo el decurso de los años y las crisis de la propia fundación pondrán en evidencia.

 

En todo caso, resulta urgente una clarificación de la memoria histórica del Opus Dei: clarificación que, a mi juicio, allanaría el camino para la purificación, tan necesaria, de la conciencia moral de muchos de sus miembros, sobre todo del Prelado y no pocos de sus Directores mayores, acostumbrados a considerar moralmente aceptable cualquier conducta —aun algunas objetivamente inmorales— por la sola razón de haberlas visto practicar a su Fundador como “medios” útiles para la fundación. Desde luego, en el momento en que quede desmitificada la divinizada estructura institucional de la Obra, desaparecerán los reparos para admitir que en ella caben los cambios, según circunstancias, como prevén sus mismos Estatutos (n. 181), y también el reconocimiento de errores, concretos, que reclaman reparación.

 

Saludos cordiales,

 

Doserra







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=8380