La conciencia después de la Obra (y 7).- E.B.E.
Fecha Friday, 08 September 2006
Tema 040. Después de marcharse


V - Conclusiones: el rol de la conciencia

 

¿Cómo se reconstruye el orden? Difícil contestar. Posiblemente no exista esa posibilidad. Lo que existe es un nuevo orden que no encaja con el viejo.

 

Volviendo al origen de este escrito, pienso que hay muchas situaciones irregulares que deben ser resueltas de manera personalizada, acompañado en lo posible de la ayuda pastoral de la Iglesia, del consejo y del consuelo espiritual. Pero jamás delegando la propia conciencia.

 

No se aplica todo esto sólo al caso de los divorcios, sino también a tantas situaciones particulares que surgen a partir de un común denominador: el escándalo y la crisis provocada por la Obra.

 

La Iglesia no puede abandonar su carácter político –del gobierno de las conciencias- de un día para otro. Hay una inercia histórica ineludible. De todos modos, ha dado algunas señales, como ser la anulación del Index de libros prohibidos, una práctica que databa del año 496 al menos, con el papa Gelasio I, aunque como tal el Index se publicó por primera vez en 1559 (su abolición indignó de sobremanera a Escrivá, lo cual es lógico debido a su obsesión por controlar las conciencias, y de hecho puso él mismo su propio index interno). Creo que es un avance hacia la descentralización del poder y la recuperación del rol de la conciencia.

 

Pero es mucho más que una descentralización.

 

No se trata de que la Iglesia conceda más permisos, modifique sus leyes o que sea más tolerante o abierta como algunos reclaman (respecto de la moral sexual, los anticonceptivos, el divorcio, el aborto, etc.).

 

El tema es anterior: que la Iglesia paulatinamente se retire y abandone su rol político de dirigir las conciencias. Creo que es fundamental que abandone la esfera del poder (aunque sea utópica e irreal tal posibilidad). Así no habrá más ningún “forcejeo moral” sino que cada uno se hará cargo de sus propias decisiones morales. El deber de la Iglesia es predicar la verdad evangélica, no hacerla cumplir como un sheriff (ahí es donde se cruza la política con la religión).

 

Uno de la gente le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo’. El le respondió: ¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?  (Lc. 12,13).

 

¿No resulta desconcertante semejante contestación? ¿No hubiera sido la mejor forma de resolver el conflicto la intervención de Dios mismo? Sin embargo, Jesús rechaza siempre toda función ejecutiva, ya sea de juez como de gobernador, por ejemplo cuando lo buscaban para hacerlo rey (Jn 6,15). Más tarde se declarará Rex Iudaeorum (Mt 27,11) pero no en el sentido político. Es muy profundo el significado de estos hechos.

 

Posiblemente esto sería “volver al cristianismo de los orígenes”, cuando no existía un Estado dentro de la Iglesia, pero sería profundamente revolucionario y provocaría no pocos escándalos y gran consternación. Un cisma tal vez (que es una reacción política, aunque los motivos sean doctrinales). Pues no pocas veces la fe está más emparentada a una construcción histórica de la Iglesia (San Pedro Vaticano como su icono) que a una fe sobrenatural en una Iglesia invisible.

 

A modo de ejemplo, me impresionan unas palabras de San Pablo, que parecen dichas con un espíritu de descentralización, sin tener en mente una preocupación por el control efectivo de las conciencias:

 

Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.” (1 Cor. 11, 26-29)

 

La diferencia entre estas palabras de San Pablo y la Iglesia que le sucedió, es la misma que existe entre lo pastoral y lo político. En un caso se trata de enseñar sin importar el control efectivo (que cada uno se haga cargo), mientras que en el otro caso no importa tanto lo que se enseñe sino que se controle su cumplimiento efectivo, que es un rol propio del Estado (no importan tanto el espíritu con qué se hagan las cosas sino que se cumplan).

 

Aquí es donde lo pastoral pierde eficacia y lo político toma el protagonismo de la escena. El tema es siempre el mismo: ¿por qué esa preocupación por el control? Las respuestas son variadas y van desde una actitud escrupulosa, a una desconfianza hacia la humanidad como la que tenía Hobbes, hasta ambiciones de poder temporal inconfesables.

 

Creo que en parte la prelatura Opus Dei es hija de esa Iglesia con vocación política, de dirigir las conciencias y dominar el orden social todo (hasta las entrañas de la sociedad, como diría Escrivá).

 

Pienso que el rol de la Iglesia tiene que ver más con formar conciencias que con gobernarlas. Ahí está el futuro y el crecimiento personal e institucional. Y la solución a muchos problemas de conciencia.

 

FIN

<<Anterior









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=8300