ANÉLDOTAS INVEROSÍMILES II.- Satur
Fecha Wednesday, 06 September 2006
Tema 100. Aspectos sociológicos


Hemos dejado a María Rosario Omaggio – ese peazo de mujer -, y a sus amigas,  más colgadas que un fuet.

 

Las segundas partes de nuestros recitales se enriquecían con una puesta en escena donde pretendíamos tocar las fibras más sensibles. Visto ahora, la verdad, resultan bastante cursis, pero en su día eran un pasote. Ciento por ciento de éxito… pero aquella noche todo se fue de madre. Todavía quedaban más tentaciones que superar...



Comenzamos con una canción muy románticona, normalmente era esa de “cuando se quiere de veras como te quiero yo a ti”. El de la pandereta la presentaba así como muy sentido, muy en plan “a ver tuna (silencio de la tuna)… (mirada a al matrimonio)… (expectación en la peña)… esta canción normalmente no la cantamos en nuestras salidas, y sólo lo hacemos ante personas que entienden una palabra que muchos la usan, pero pocos la conocen… (miradas de complicidad al matrimonio. Silencio expectante)… y esa palabra es AMOR… (miradas del matrimonio entre sí mismos, cabeza ligeramente ladeada y apretón de manos, cálido y afectuoso)… pero aquí vemos que sí podemos cantarla porque no hay más que ver como se miran, el brillo de esos ojos que han compartido tantas cosas… (besito del matrimonio, y él la abraza)…

 

Entonces el tío gritaba (ante el respingo del personal todo): ¡¡¡VENGA, TUNA, PARA LOS QUE SABEN QUERER!!!. Y nos arrancábamos con la cancioncita.

 

Es que se derretían.

 

El panderetero acostumbraba en mitad de la canción a hacer un numerito que a mi siempre me pareció excesivo, pero como nadie decía nada, pues a callar, que doctores  tiene la Iglesia. Y es que el barbas, que estaba como un  armario, a mitad de canción, mientras tocaba la pandereta, se ponía de rodillas delante de la “bella dama” y se iba arqueando hacia atrás lentamente hasta tocar con la coronilla el suelo. Parecía como un aparcamiento de bicis, pero a lo grande. Bueno, en realidad lo que parecía era una danza fálica, porque es que era como una donación del paquete a una vestal romana. Había que ver los ojos de la señora intentando no mirar a esa bestia que de rodillas delante de ella, lentamente, se contorneaba hacia atrás mostrándole el Polo Norte y el Triángulo de las Bermudas.

 

La siguiente canción fue un alegre pasodoble. Allí entraba yo. Se trataba, nada más comenzar la canción, de acercarme a la signora y ponerle la capa de tuno. La mía. Me aproximo sonriéndole pícaramente, me quito la capa, la despliego sobre sus hombros y, ¡¡¡ COÑOOOOOOOOOO!!!, que piensa que quiero danzar con ella, se me abraza a la cadera, me coge la mano izquierda y hala, a bailar como una auténtica loca.

 

El acojone que me entró fue mayúsculo. Miro al dire buscando una luz, un criterio, un consuelo para mi alma atribulada. ¡Grande duda la mía!. ¿Qué hacer?, ¿sigo bailando ignorando mi compromiso de celibato y arriesgando mi castidad? O, por el contrario, como El Acetate, cojo la guitarra y le pego un guantazo para alejar de mi la tentación.

 

Pero el dire no tiene tiempo a responderme porque en ese mismo instante todos los que allí estaban se ponen a bailar en parejas (todos excepto Joaquín Navarro Valls, el dire y los camareros). Allí que te ves al chófer preguntándole a Paloma Gómez Borrero eso de “bailas”?, y llevándola como una pluma por toda la diagonal del salón. Y uno, que creo que fue el primer baile agarrado de mi vida, dale que te pego con la hipermástica al ritmo de Julio Romero de Torres, el que pintó a las mujeres morenas.

 

Serenados los ánimos con la tercera y cuarta canción nos despedíamos cantando, pero no se le ocurre mejor idea al dire que lo hiciésemos en fila de a dos, acercándonos al matrimonio, hacer una ligera inclinación de cabeza, y salir bajando las escaleras. Y así lo hicimos pero, ante nuestra sorpresa, al Rainone le da el puntazo y coge la cabeza del primer tuno, cuando está inclinando la cabeza delante de él, y ¡pimba!, le planta dos besos – uno por mejilla – ,y la mujer al de al lado, y así con todos.

 

A mi me tocó la Play Station. Algo es algo.

 

Ya en la calle nos sucedió algo que era muy habitual en todas las salidas de la tuna, y es que como nos poníamos ciegos a cervezas, y a vino, y a cubatillas, en el aperitivo, y en las casas los lavabos no están hechos para que evacuen veinte tíos, pues nos entraban unas ganas inmensas de cambiar el aceite a las olivas.

 

Así lo hicimos, y cubiertos por nuestras capas, protegidos por la noche oscura, nos perdimos aquí y allá entre los coches aparcados en batería. Hacer pipí entre un BMW y un Mercedes es algo sublime, la verdad.

 

La cara de los invitados al vernos allí, chirrichirri - bajaron  poco después – nos hizo pensar que nunca más cantaríamos en ese sector.

 

Y, encima, y es verdad lo que aquí se escribe, la tonta de la Rosario Omaggio se acerca a un tuno , al verlo de espaldas cerca de la rueda delantera de su coche y le dice  “¿necesitas ayuda?

 

Satur

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