Ruedo Ibérico (III).- Ana Azanza
Fecha Wednesday, 30 August 2006
Tema 100. Aspectos sociológicos


El corral de los negocios o donde se habla de Ortega Pardo, García Moncó, el Opus Dei, Ibáñez Martín y otros íntimos de Monipodio. Artículo firmado por Iñaki Goitia pseudónimo de Luciando Rincón, Cuadernos de Ruedo Ibérico 5, 1966.

 

Este artículo viene junto con otros bajo un epígrafe titulado “España sin sol” y la verdad, habiendo sido numeraria de a pie, alucina saber a qué se dedicaban otros numerarios mientras los de a pie hacíamos normas o salíamos a “buscar gente a los caminos”. Y especialmente alucina, cuando hasta el dinero que te gastas en el autobús debe ser anotado en la cuenta de gastos y entregada la cuenta a la directora a final de mes: “autobús 80 céntimos”. Pues eso, que mientras hay quien anda confesándose de que ha perdido unos centimillos en el dinero que ha sacado de caja “para gastos ordinarios” he aquí que bien se manejaba con los millones el también numerario Gregorio Ortega Pardo.

 

Para cualquier numeraria y ex numeraria el apellido Ortega es muy conocido. Encarnita Ortega una numeraria de las “famosas” que fue secretaria central en los años cincuenta y sesenta, hasta ser sustituida por Mercedes Morado o Marlies. Y que más tarde vivía en Valladolid, hecha una pasita, y que la paseaban por los cursos anuales de adscritas para que todas aprendiéramos y viéramos a esa joya de numeraria que había entregado su vida a la obra. Le hicieron una entrevista en la clínica de Pamplona, en el programa Entre nosotros, con motivo de la beatificación en el 92, fue uno de esos videos que se veían en los cursos anuales o que se ponían a las cooperadoras. Al poco, en diciembre del 93 tal vez, esta numeraria moría en Pamplona...



Abro un paréntesis. Es una duda que me ha entrado, ¿por qué da la casualidad de que tantos numerarios tras pasar su vida en ciudades cualesquiera por el mundo mueren precisamente en Pamplona? ¿qué necesidad imperiosa existe de que los numerarios mueran en la clínica universitaria? Este año pasado sucedió lo mismo con un numerario de unos sesenta años, un tal Aldaz, profesor en la universidad de Granada. Me da la impresión de que ese numerario no ha pisado Pamplona a lo largo de su vida más que lo indispensable. Porque ya es extraño que siendo un profesor de filosofía titular de universidad nunca lo invitaran a Pamplona en los ocho años que pasé allí. Y ¡oh casualidad! Se encontraba mal, en Granada no supieron diagnosticarle ¿qué? ¿un cáncer? Así que se fue a Pamplona, no sé bien si a que le diagnosticaran correctamente, a ver a su familia, o ¿a qué? Pues sí, al poco de estar en la clínica universitaria moría ese buen señor, hala, aquí paz y después gloria. Cierro el paréntesis.

 

El contraste entre lo que nos querían vender de Encarnita y lo que Carmen Tapia dice de ella y calla en su libro, es manifiesto. Llama la atención que su hermano, también numerario, con responsabilidades en la dirección del opus, en lugar de caer en el fanatismo por una persona como su hermana, cayó en el fanatismo por el dinero. En el libro de Ynfante, se relata este sucedido de forma más resumida. Copio el artículo y voy poniendo entre paréntesis mis comentarios:

 

“Con el título sonoro –y soleado, porque la caza de brujas forma parte del clima- de “comunistas españoles implicados en los movimientos subversivos de Venezuela”, publicaba el diario Arriba del 7 de noviembre del pasado año la siguiente noticia: “Dos maletas con 225.000 dólares y un lote de joyas valoradas en 40.000 han sido decomisadas por la policía a un español recién llegado al país. El detenido, Gregorio Ortega Pardo, de cuarenta y cinco años, se encuentra a disposición de las autoridades. Ortega Pardo trajo el dinero y las joyas a Venezuela para comprar un edificio en Caracas. En las maletas la policía halló 200.000 dólares en billetes de ciento, y el resto, en billetes de quinientos. El español llegó a Caracas por la línea británica procedente de Lisboa y se alojó en la suite de un lujoso hotel de la capital. La policía se abstuvo de hacer declaraciones sobre la posible vinculación de Ortega Pardo con los comunistas españoles detenidos días pasados y relacionados con una fábrica de armas clandestina manejada por los comunistas.”

 

La noticia era alborozante. Ya estaban los comunistas mezclados en turbios manejos de armas y dólares. Sólo que la alegría duró poco. Justo el tiempo de un telefonazo oportuno a la redacción de Arriba para que, junto con la amonestación por su ineptitud y precipitación, no volvieran a hablar más del asunto ni citar al personaje. Así Arriba, buen y fecundo informador también, ya no publicaba una ampliación de la noticia, procedente de la misma agencia internacional en la que se decía: “Sin embargo el matutino La Esfera informó esta mañana que, de acuerdo con las investigaciones policiales, Ortega Pardo está reclamado por la Brigada de Investigaciones Criminales de España, por una estafa de 40 millones de pesetas a una joyería madrileña. Agrega que Ortega Pardo también robó 300.000 pesetas a otra joyería de Madrid en la calle de Gabriel Lobo y que además Ortega Pardo utilizó los pseudónimos de Anselmo Almansa Gómez y Luis París Rico.”

 

Esto ya no se publicó naturalmente. Lo de comunistas no estaba claro. Se empezaba a “recordar” quien era Ortega Pardo, y por lo tanto lo que parecía hasta entonces un asunto más que turbio se iba convirtiendo -¿voy bien Fraga[1]?- en una simple estupidez.

 

Pero ¿quién es y qué amigos tiene Ortega Pardo? ¿Qué se oculta tras de su viaje y los misterios que le rodean? El silencio cayó sobre el caso de una manera implacable. Ortega Pardo había tomado el avión en Lisboa pero en Lisboa el silencio era también absoluto. ¿Qué y quién detrás?

 

Varias versiones han circulado tanto por España como por otras capitales extranjeras interesadas directamente en el personaje. Según ellas, Gregorio Ortega Pardo era doctor en Derecho con premio extraordinario, ayudante de la cátedra de derecho civil en la facultad de Madrid, de origen familiar todavía no aclarado y miembro del Opus Dei. Marchó a Portugal en 1964 por invitación del Ministerio de Justicia portugués -¿por qué?- y en Coimbra regentó la cátedra de derecho civil. Alrededor de 1950 parece que se trasladó a Lisboa, vinculándose al banco Portugués do Atlantico y a través de él con el mundo turbio de los negocios de las dos dictaduras complementarias (España y Portugal). Y de ahí, rodeado de misterios aún no aclarados, arranca la historia que, por el momento, termina en Caracas un día de noviembre de 1965.

 

Según los datos que hasta ahora se poseen Gregorio Ortega pardo llegó a Lisboa para fundar el Opus Dei, inaugurando la casa central en la rua Doña Estefanía y otra residencia en un edificio de dos plantas en la rua Dr. Antonio Candido, 10. Al frente de ambas colocó al sacerdote Nuño dos Santos Girao. Poco a poco Ortega pardo fue trasladando y adquiriendo bienes en Portugal. Compró el banco de Agricultura, del que era presidente del Consejo de Administración en el momento de su fuga a Venezuela, intervino después en los bancos, Portugués do Atlantico, Pinto & Sotto Mayor, Banco de Fomento, Comercial de Angola y dos o tres más con participación menos importante.

 

Sus negocios continuaron ampliándose. Y en ese desarrollo constante fundó la “Lusofina”, entró en negocios cinematográficos comprando en Lisboa los cines Roma y Abiz (¿qué hace un numerario comprando cines si ni numerarios ni agregados van al cine? ¡qué poco apropiado!), en la Siderúrgica nacional portuguesa y, como uno de sus últimos actos, en una fábrica de montaje de tractores en el norte de Portugal, a cuya inauguración asisitió el presidente de la república y la embajada española.

 

El apoyo del Opus le permitió un desarrollo económico inesperado (Si Ortega Pardo era numerario no es que cuente con “el apoyo del Opus”, es que el dinero que él estaba manejando era del Opus ¿de quién sino? Los numerarios no tienen ni para pasta de dientes…¿o sí tienen?) La complicidad de las personalidades a las que iba comprometiendo te aseguraba a la vez la impunidad. La impunidad compartida con esas personalidades que la utilizaban para sus negocios interiores y privados.

 

Pero su gran obra fue la “Lusofina”: sociedad de Estudios financieros. Constituida el 4 de marzo de 1963, su finalidad aparente era realizar estudios financieros, económicos y de mercados, pudiendo adquirir derechos, participaciones, acciones, etc., en cualquier clase de negocios con excepción de los bancarios y de seguros. La creación estuvo patrocinada por los gobiernos español y portugués y tanto el entonces ministro español de Hacienda, Navarro Rubio (otro opus), como el portugués, Pinto Barbosa, participaron directamente en ella y gracias a esos apoyos se puso en marcha uno de los principales fines de la “Lusofina” que era el de facilitar la obtención de créditos a medio y largo plazo, interesando a la banca internacional. (¿Créditos para hacer qué?)

 

Y así el negocio que se iban a repartir entre españoles y portugueses se extendía a la gran banca internacional, lo que explica por qué a la hora de estallar el escándalo tanto los grandes periódicos como las más importantes agencias periodísticas internacionales podían ser silenciados. Explicándose al mismo tiempo, y por si a alguien le quedaban dudas, el control absoluto del capitalismo internacional sobre el poder ejecutivo en España y Portugal, al margen de los cotidianos gargarismos sobre Sindicalismo Nacional, revoluciones por aquí y por allá y demás monsergas de la mitomanía nacional.

 

Los nombres son contundentes. La “Lusofina” estaba intervenida por los bancos españoles, Bilbao, Central, Español de Crédito, Popular, Vizcaya y Santander, ocupando Gregorio Ortega entre otros puestos el de representante de su Consejo de Administración del banco de Bilbao y el comité ejecutivo, a toda la banca española. Por parte portuguesa figuraban los antes citados en que el Opus intervenía por medio de Ortega Pardo y el capitalismo internacional lo representaban “Rotschild Frères”, “Dresdner bank”, Irving Trust Company, “Société financière européenne”, etc.

 

La “Lusofina” intentaba participar así en la colonización de la economía portuguesa en poder casi absoluto hasta entonces de dos entidades principalmente, la CUF, dominada por los bancos españoles Hispanoamericano y Urquijo, y la sociedad portuguesa americana de fomento industrial (…)

 

Mientras los negocios continuaban Ortega Pardo se dedicaba intensamente a su doble personalidad. Gran vividor, aventurero con características de personaje del hampa internacional, de costumbres muy turbias y vanidad delirante, se rodeaba de un lujo estrafalario, movilizaba toda clase de diversiones y pertenecía al mismo tiempo a los círculos piadosos del Opus Dei. También le gustaba la política. Negocios y política son, al fin y al cabo, las dos vías hacia la santidad más practicadas por los militantes del Opus.

 

En 1963, el embajador español en Lisboa, Ibáñez Martín, le condecoraba con la Gran Cruz del Mérito Civil a la vez que a las figuras máximas del Opus portugués, como Daniel Barbosa y Arthur  Cupertino de Miranda, presidente este último de la “Lusofina” para más coincidencia. A Ortega se le consideraba en Lisboa como un importante diplomático de la embajada española y cuando Navarro Rubio visitó Portugal oficialmente Ortega Pardo fue su acompañante, respaldándole el ministro con sus visitas a la “Lusofina”, Banco de agricultura y otras empresas regidas por el vicario visible del Opus Dei.

 

Por eso su repentina desaparición causaba un trastorno indecible en ministros y embajadores, ¿El representante de las tres cuartas partes de la banca española en Portugal huía con una maleta llena de dinero y joyas? ¿El titular de la gran Cruz del Mérito de la República federal alemana, Gran Cruz de la República de Colombia, Gran cruz del Infante don Enrique el navegante de Portugal y gran cruz del Mérito Civil en España era el estafador de dos joyerías madrileñas? ¿El pío militante del Opus Dei, apóstol viajero misionando en tierras portuguesas era el que se rumoreaba como practicante de una vida repleta de lujos y ambigüedades, del que se dice que en el restaurante-boîte de Montes Claros daba a la orquesta mil escudos para que le dedicasen bailes llamándole Archiduque de Austria? (¿Alguien ha pisado un restaurante boîte siendo numerario sin complejo de culpabilidad ninguna? ¿con qué dinero? ¿cómo se justificaba ese gasto al secretario del centro? Además seguro que cenando en un restaurante con orquesta no llegaba al centro para el comentario del evangelio y el examen de conciencia, ¿y la misa del día siguiente temprano?.... verdaderamente hay que salir de la obra de Dios para enterarse de qué es dicha “Obra”.)

 

Al menos el Gregorio Pardo de la Lusofina era el mismo que el 4 de noviembre de 1965 llegaba a Venezuela interviniéndole la policía 225.000 dólares y joyas por valor de 40.000, y pendiente de una denuncia presentada en Lisboa. El mismo al que se le achacaba el fácil recurso de contactos con los comunistas, acusación que no pudo prosperar pues simultáneamente Ibáñez Martín insistía en que su presencia en Caracas tenía por fin fundar una nueva casa del Opus Dei en Venezuela. Pero ¿cómo llevaba consigo tal cantidad de dinero? ¿fue realmente denunciado por el Banco Portugués do Atlantico? ¿Huía ante el temor de alguna amenaza provocada por esa aventurera vida que se le achacaba y los turbios elementos de que parecía rodearse? ( Ibáñez Martín pertenecía a un grupo religioso importante en la época del franquismo llamado la Asociación nacional de Propagandistas. Fue ministro de educación con Franco, embajador en Portugal y favoreció mucho a los chicos de Escrivá. En esta ocasión Ortega Pardo se ve que le dejó “con el culo al aire” como se suele decir.)

 

A partir de ese momento ya todo eran preguntas. Preguntas que trasmito a Fraga por si, dada su nueva ley de prensa, le interesa responderlas.

¿Era un desfalco? Para eso parece poco dinero, dada la facilidad del personaje para manejar cantidades importantes. Sin embargo parece existir contra él una denuncia.

¿Iba a fundar una casa del opus? No parece normal entonces trasladarse con una fortuna en la maleta.

¿Iba a realizar ciertas inversiones por cuenta de altos personajes del gobierno español de quienes actuaba como agente financiero?

¿Era, como se ha asegurado, un enviado directo de Franco para invertir fondos de su fortuna personal?

Después aun ocurren cosas más extrañas. Gregorio Ortega Pardo fue expulsado de Venezuela el 12 de noviembre. Tomó un avión de Iberia, vuelo 986, llegando a Madrid el sábado a las 13.14. Preguntado por periodistas extranjeros un funcionario de la Iberia si había llegado Gregorio Ortega Pardo respondió que no podía decirlo, ya que la lista de pasajeros había “inexplicablemente desaparecido” (¿quién se puede creer esto?). Un funcionario de la Dirección General de Seguridad ratificó la pérdida de dicha lista de pasajeros. Horas más tarde aseguraban en la misma Dirección General de Seguridad que nada tenía la policía española contra Gregorio Ortega Pardo y que por lo tanto no era buscado.

 

¿Cuál era entonces el destino del dinero? ¿Dónde se encuentra tanto el personaje como sus fondos? ¿En qué maniobra se le intentó mezclar con la primera acusación para poder proceder contra él? Gregorio Ortega Pardo parece ser que está en España. ¿Por qué ha abandonado todos sus cargos? ¿Qué saben de él en los Bancos que representó? Se ha recordado también –como posible explicación de tanto secreto y tanta protección- que cuando Ortega Pardo representaba el banco de Bilbao en la “Lusofina”, García Moncó, hoy ministro de Comercio, era su director general. Y también se recuerda que hace cuatro años el mismo Ortega Pardo, García Moncó y los consejeros del Banco Popular Buxó y Soldevilla crearon una sociedad llamada SECEA con la que negociaron con Egipto, exportando trigo e importando algodón, bonito negocio que dejó al ministerio de Agricultura una deuda de 1.500 millones de pesetas (Un ejemplo más de cómo los ministros opus dei han desperdiciado el dinero de los españoles en un momento en el que  cientos de miles de compatriotas tenían que irse a buscar la vida en el extranjero porque no había inversiones y por tanto trabajo suficiente en España, ¿no es todo una grandísima vergüenza o mejor, una grandísima falta de ella?)

 

“¿Verdadero todo? Quizás todo no, pero el silencio absoluto tiene ese riesgo. Quizá en cambio haya más todavía, ¿Cómo surge, apoyado por quien, con quien se compromete y tras de quien se esconde Gregorio Ortega Pardo? Esto no es ni un corral. España sin sol es una charca embarrada donde los sapos suben a ayudar a misa (…)”

 

Ana Azanza

 

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[1] Manuel Fraga Iribarne era entonces el ministro de Información y turismo del gobierno franquista, y por tanto el responsable máximo de la censura a la prensa en España.







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