Poner cara de...- Antrax
Fecha Monday, 03 July 2006
Tema 900. Sin clasificar


A lo mejor es una frivolidad, lo cual tampoco es tan grave, dada la importancia que, secundum doctrina, han de poseer para nosotros “las cosas pequeñas”; y efectivamente, la tienen. Por ejemplo, la aceituna del martini, ¿qué duda cabe? De eso sí que tuve yo siempre clara conciencia.

Y es que esta mañana, a las horas intempestivas en que me planto frente al ordenador, por si se me ocurre algo grandioso, o simplemente simpático o vendible, surgieron ante mi imágenes rescatadas del pasado ya remoto; tal vez pequeñas alucinaciones, como las experimentadas por don Edgardo A. Poe con su cuervo dicharachero. Pero estas imágenes no soltaban un agorero “nevermore”, sino que salmodiaban misterios y letanías del rosario con una expresión ausente, unos rostros evocadores en su expresividad al propio de un pescado hervido.

Las caras de pescado hervido volvieron a acosarme; pero esta vez correspondían a individuos que se cruzaban silenciosamente en día de retiro mensual; insistieron puestas en hilera sobre los bancos del oratorio en meditaciones y misas… La pesadilla sufrió una brusca mutación, y aquellas pescadillas y besugos atónitos cambiaron a rostros ornados de sonrisas medio beatíficas medio bobaliconas con ocasión de tertulia sorpresa con ELPADRE…

Entonces intenté aguzar la mirada, calar en las honduras de todas aquellas faces uniformes y, a decir verdad, inquietantes.

-          ¡Caramba, pero si es el vivaz Perandules!

-          ¡Cáscaras, si se trata del animoso Castueda!

-          ¡Rayos! ¿No es este el sesudo e irónico Manzanuelo?

El caso es que algún extraño género de esquizofrenia colectiva había hendido todas las personalidades, enajenando lo esencial de su ser y talante.

No creo que la anécdota sea del todo significativa, pero me parece que casi todos los que hemos pasado por la últimamente mentada como “Caja negra” habremos experimentado algo semejante a lo que torpemente describo. En algún momento tuve la suerte o desdicha de mirar el esperpento con ese extrañamiento brechtiano que los pedantes llamamos Vermsfredungeffekt y decidí no poner nunca más cara de lubina con salsa de alcaparras. Creo que hice bien.

Os saluda muy afectuosamente

Antrax

 Después de la tertulia, circulando por el salón del Centro de Estudios.









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