Amistades particulares ¿homosexualismo?.- Doby
Fecha Wednesday, 21 June 2006
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


El pasado 19 de junio, se preguntaba Bastián sobre el tema de las "amistades particulares", ese peligro que aletea sobre las relaciones entre numerarios célibes y sobre el cual tanto se advierte. Para muchos de nosotros el tema se presenta únicamente como una afinidad particular hacia otro miembro opus, sin connotaciones sexuales. Sin embargo, ¿pensaba en lo mismo Escribá?. Creo que la advertencia sobre las llamadas "amistades particulares" proviene más bien del carácter sexual que pueden adquirir, llegué a esa conclusión luego de leer un extenso artículo en la revista cultural de un periódico de mi país sobre la literatura homosexual, y en ella se incluía un libro llamado así precisamente "Las amistades particulares", publicado en 1944 por el literato francés Roger Peyrefitte y que se llevara al cine en 1964, obra que lo consagró dentro de la literatura francesa de los 40's y que se refiere al amor homosexual entre adolescentes en un internado religioso.

En esta connotación sexual se mueve también la Santa Sede, cuando, a raíz de las directrices para no admitir personas homosexuales en los seminarios, se elaboraron unas instrucciones para la revisión de éstos (visitas pastorales), entre las cuales se examina si las autoridades "tienen cuidado con los indicios de amistades particulares" (información del New York Times recogida por Periodista Digital). Pero hay también dentro la literatura religiosa, un concepto "bueno y santo" del término "amistades particulares" proveniente de San Francisco de Sales quien dio otro tratamiento al tema, pero aquí sale perdiendo Escribá, pues lo escrito por este Santo (el de Sales, que el otro...) no le deja bien parado al que predica un "santidad en el mundo". Transcribo:

"Quizás muchos te dirán que no hay que tener ninguna clase de particular afecto y amistad, porque esto ocupa el corazón, distrae el espíritu y engendra envidias; pero se equivocan en sus consejos. Por haber leído en los escritos de muchos santos y en devotos autores, que las amistades particulares y los afectos extraordinarios son infinitamente perjudiciales a los religiosos, creen que lo mismo se ha de entender con respecto a todo el mundo; pero, acerca de esto, hay mucho que decir. Porque, considerando que, en un monasterio bien ordenado, el fin común a todos es encaminarse a la verdadera devoción, será fácil de entender que no son necesarias estas particulares comunicaciones, por temor de que, al buscar en particular lo que es común, no se pase de las particularidades a las parcialidades; pero, en lo que atañe a los que viven entre los mundanos y abrazan la verdadera virtud, necesitan unirse unos con otros con una santa y sagrada amistad, ya que, merced a ésta, se alientan, ayudan y estimulan mutuamente a obrar bien. Y, así como los que andan por la llanura no necesitan darse la mano, pero los que andan por caminos escabrosos y resbaladizos se cogen los unos a los otros, para caminar con más seguridad; de la misma manera, los que viven en las comunidades religiosas no tienen necesidad de amistades particulares, pero los que están en el mundo necesitan de ellas para apoyarse y socorrerse los unos a los otros, en medio de los parajes difíciles que han de atravesar. En el mundo, no todos conspiran al mismo fin, ni todos tienen el mismo espíritu; se impone, pues, la separación y la amistad, según las aspiraciones de cada uno; y esta separación crea, ciertamente, una parcialidad, pero una parcialidad santa, que no produce otra división que la del bien y el mal, la de los corderos y los cabritos, la de las abejas y los moscardones, separaciones de todo punto necesarias., A la verdad, no me atrevería a negar que Nuestro Señor amó con más particular y más dulce amistad a San Juan, a Lázaro, a Marta y a Magdalena, pues la Escritura da testimonio de ello. Sabemos que San Pedro amó tiernamente a San Marcos y a Santa Petronila; como San Pablo, a Timoteo y a Santa Tecla. San Gregorio Nacianceno se gloria cien veces de la amistad incomparable que profesó al gran San Basilio, y la describe de esta manera: «Parecía que en nosotros no había más que una sola alma en dos cuerpos». Y, aunque no hemos de creer a los que afirman que todas las cosas están en todas las cosas, hemos de creer, empero, que nosotros éramos dos en cada uno de nosotros, el uno en el otro; los dos teníamos una sola aspiración: cultivar la virtud y ajustar los designios de nuestra vida a las esperanzas venideras, saliendo así de esta tierra mortal antes de morir en ella. San Agustín atestigua que San Ambrosio amaba a Santa Mónica únicamente por las virtudes que veía en ella, y que ella, recíprocamente, le amaba como a un ángel de Dios. Pero me equivoco al entretenerte en una cosa tan clara. San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio, San Bernardo y todos los más grandes siervos de Dios, han tenido amistades muy particulares, sin menoscabo de su perfección. San Pablo, al censurar los vicios de los gentiles, les acusa de que son personas sin afecto; es decir, que no tienen ninguna amistad. Y Santo Tomás, como todos los buenos filósofos, afirma que la amistad es una virtud: y nótese que habla de la amistad particular, pues, como él mismo dice, la verdadera amistad no puede extenderse a muchas personas. Luego la perfección no consiste en no tener amistades, sino en tenerlas únicamente buenas, santas y sagradas. (Tercera parte, Introducción a la vida devota, Cap. XIX, De la verdadera amistad).

Lo interesante es que San Francisco de Sales señala que entre religiosos es natural que no existan amistades particulares, pero no entre los laicos del mundo, que la practican también como virtud, entonces, en que queda la opus, ¿también aquí se pliega a una práctica propia de los religiosos mientras afirman una vocación laical? Vamos, eso de cristianos corrientes en medio del mundo... No Mentirás no es una sugerencia, caramba, es un mandamiento!

Doby









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