BUSCANDO EL CANALILLO.- Satur
Fecha Monday, 12 June 2006
Tema 100. Aspectos sociológicos


Ya traté en su día de este hombre, sacerdote inteligente, de familia de la altísima burguesía, terco, tacaño –no gastaba ni en bromas–, pelín nacionalista, literato, biógrafo y, además, sordo, silboroso al hablar con las eses y, en fin, todo un personaje. El doctor Dallómesbó merece todo un libro. Hombre de costumbres fijas, muy arraigadas, de sentencias para ser esculpidas, de teorías basadas en una sola experiencia, la suya, y que no había manera de cambiar… te pusieras como te pusieras. Si, por ejemplo, una vez comió patatas fritas y se bebió antes una cocacola y le sentó mal, pues sacaba la conclusión impepinable –que aplicaba a todos– que las patatas fritas con cocacola eran malas para la salud. Y a cascala: no se comía patatas fritas con cocacola...



Su familia posee una empresa cuya facturación se mide por millones de euros. Y unas navidades la empresa hizo una promoción: si enviabas diez envoltorios de la marca te regalaban un CD de villancicos. Pues bien, el tío va y compra una caja y envía por carta los diez envoltorios.¡¡¡Y qué alegrón se llevó al recibir el CD días después!!!. Y uno, que es un poco blasillo, no entendía como no llamaba a su hermano, o a su sobrina, o al tío de administración y le decía “chorvón, me envías trescientos CD de este año, y todas las colecciones de los años anteriores… Pero él era así: pesete a pesete se fan montonets.

 

Me está viniendo un sucedido al cabolo y no me resisto a contarlo.

 

Y es que un catalán tenía que hacer un viaje a Sevilla y le dice a su familia:

 

-         Escolta, mañana voy a Sevilla y había de pensado si queréis que traiga alguna cosa de allí?

-         Hombre, pues que te cuenten algo gracioso porque dicen que son muy graciosos los sevillanos.

 

Y así fue. Nuestro hombre estuvo en Sevilla… cuando iba a coger el avión cae en la cuenta que no ha cumplido el encargo que le dieron y le dice al de los billetes de Iberia:

 

-         Oiga, perdone, pero que me podría de contar algo gracioso para contar a mi familia que es que les gusta mucho sus gracietas.

 

El de la ventanilla se queda un rato pensativo y le contesta:

 

-         Hombre, algo así grasioso a estas horas, sin el fino, sin tapitas… ¿usted sabe en qué se parece una fábrica de corcho y un teatro vacío?

-         Pues ahora mismo no de caigo –le contesta nuestro hombre.

-         Pues que en una fábrica de corcho hay tapones y tapones y tapones… y en el  teatro vacío tapones allí, o tapones allá, o tapones así, o tapones asá.

-         Ah, muy de bueno y muy de gracioso, muchas gracias.

 

Regresa a casa el buen hombre y lo primero que le preguntan es:

 

-         ¿Qué te han contado algo gracioso allá en Sevilla?

-         Pues de sí, me han contado uno de muy gracioso. ¿A que no sabéis en qué se parece una fábrica de corchos y un teatro vacío, hein?

-         Pues no de caemos ahora mismo…

-         Muy de fácil… en la fábrica de corchos hay tapones y tapones y tapones, ¿valeee?... y en el teatro vacío…. ¡¡¡ TE PUEDES SENTAR DONDE TE DÉ LA GANA!!!

 

Fin del chiste.

 

Y es que asocié inconscientemente los tapones con el doctor y también con su incapacidad de contar chistes: los explicaba. Cuando alguien explica los chistes en lugar de contarlos suele ser por faltarle imaginación. No es ningún defecto, otros no tienen oído para cantar. Al faltar imaginación mucha gente necesita saber a qué atenerse en esta vida. Moverse por criterios muy fijos para no improvisar. Les gusta mucho programar, cuadrar la agenda y nos salirse del mapa.

 

Nuestro amigo, por ejemplo, se preparaba una sola meditación semanal que endilgaba a los del centro, a los supernumerarios en el retiro mensual, a los agregados en su meditación semanal, a los chavales de los cursos que atendía en el colegio… y, claro, si eras numerario y, además, atendías un grupo de supernumerarios y, además, atendías un grupo de agregados y, además, eras profesor del curso del colegio… pues te sabías la meditación de arriba abajo: cada silbo, cada silencio, cada anécdota, cada inflexión. Porque es que las calcaba, el tío.

 

Lo que no podía imaginar uno –y voy al meollo del asunto– es que años después, un antiguo alumno me escribiese y contase la siguiente anécdota:

 

“Ah, tengo que contarte la anécdota del Doctor. Buenísima. Cada vez  que lo recuerdo con los implicados lloramos de risa. Un buen día, en el colegio, el Doctor nos llamó uno a uno de la clase para hablar con nosotros a solas. Ya sabes cómo era... Cuando vuelve el primero nos dice con cara de flipao que el cura le ha contado: "Porque tú, ahora que es verano, si tomas un sorbete de limón con una amiga, y de repente te fijas en el canalillo mientras sorbes con la pajita el sorbete...  pues eso está mal". Y ya está. Cuando llegó el segundo, nos dice que le ha contado exactamente lo mismo. Y el tercero igual. Pues te puedes imaginar el cachondeo que se armó en la clase con lo del canalillo y el sorbete de limón. Todo el mundo flipando porque nadie sabía de dónde había sacado eso el hombre. Lo fuerte es que te decía eso y te largaba del despacho. Pero imagínate tener sentado al Doctor, con lo ganso que era, que te empieza a soltar el rollo del canalillo, silbando en las palabras que acababan en "s"... Te aseguro que te tenías que morder el labio para no soltar una carcajada delante de sus morros! Más de uno tuvo que disimular que se le caían las lágrimas de risa. Qué hombre, el cura aquel! Eso sí, cuando habían confesiones en su confesionario había una cola de estudiantes y en la del confesionario de al lado, que estaba el XXX, no había ni su padre. Debe estar orgulloso el cura de Ars desde el cielo.”.

 

La anécdota tiene su miga. Porque, al parecer, no sólo se preparaba la misma meditación, sino que ya tenía preparada la misma charla para la dirección espiritual y la enchufaba a todo quisqui viniera o no viniera a cuento, en este caso “el sorbete de limón, la pajita y el canalillo”. ¡¡¡Joder con  el ejemplo!!!: me estoy viendo al baranda mientras schucla el sorbete mirando el canalillo …¡¡¡Dios mío qué avería!!!... ¡cochino!, ¿qué es eso de andar disimulando, así como que te pirras por el sorbete de limón y, hala, mientras, a mirar el CANALILLO… ¡hay que ser cerdo!. ¡¡¡Dos guantazos es lo que te mereces, mamón, más que mamón!!! (y nunca mejor dicho).

 

El caso del Doctor no es único, ni esporádico… en la opus se cuentan por legión (me llamo Legión porque somos muchos): en unos es inocencia,  otros repiten como loros lo que otros les han transmitido, y algunos son unos auténticos reprimidos que les falla el subconsciente al preguntar, o al aconsejar. Los preguntones son muchos. Recuerdo el cabreo monumental de un chaval porque el cura le había preguntado por la pureza y, por ponerle un ejemplo que le facilitara la sinceridad , le dice “por la mañana, cuando te despierta tu madre, ¿no le miras el escote y se te escapa la vista a mirarle las tetas? (éste no dijo “ canalillo”, éste fue en canal, a saco).

 

No me cebaré en la anécdota, pero está claro que el cura –hoy corta mucho bacalao en la opus– era el que tenía el problema. Y no pequeño.

 

Y es que le falló el subconsciente.

 

 

 

Satur







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=7870