Los 'informes secretos' sobre personas en el Opus Dei.- Oráculo
Fecha Friday, 09 June 2006
Tema 060. Libertad, coacción, control


LOS “INFORMES SECRETOS”  SOBRE PERSONAS

EN EL OPUS DEI

 

© por ORÁCULO

 

 

1.             Sigo aportando textos que ayuden a comprender mejor la realidad vital e institucional del Opus Dei, que esta web permite ya entrever a través de muchos de sus valiosos testimonios. Una vez descrita la reprobable costumbre de “murmurar” sobre la vida de los fieles de la Prelatura, que institucionalmente asumen los Directores por causa de su oficio y del locuaz silencio que lo caracteriza, deseo presentar algunos textos de la Instrucción para los Directores, donde puede verse el origen de tan detestables “hábitos  institucionales”.  Me refiero a los números 70, 71 y 72, de la mencionada Instrucción, y a las respectivas notas de Álvaro del Portillo sobre esos puntos, que son las notas 97 a 101. Publico los textos como Apéndice, al final de estas líneas de presentación.

Esos textos permiten comprender la práctica en sí misma y la intencionalidad con que fue propuesta en sus orígenes. No obstante, después de varias décadas de funcionamiento, de ese núcleo embrionario ha brotado una gran agencia de información, capaz de “burocratizar” hasta lo más íntimo de las personas —reléase, si no, el informe sobre un Numerario publicado anteayer— y de poner todo al servicio de la institución o, más exacto, al servicio de los proyectos y de las ideas de la nomenclatura que la maneja y la dirige. Por aquí se entiende mejor cuál es el poder del Opus Dei como institución y cómo se concreta de facto la finalidad de su Prelatura.

Al considerar la dirección espiritual como una función propia de gobierno, de un gobierno fuertemente centralizado y piramidal, es fácil deducir que toda la organización funciona como una gran “agencia de inteligencia”. A los Directores les llega toda la información de conciencia de los miembros de la Obra y allegados. Y tales conocimientos, tanto de fuero externo como interno, se materializan en “informes” escritos —aparte la información oral— que son informes secretos, trasmitidos hacia  arriba  en la escala de mando. Y lo peor es que su “veracidad” jamás se discute, como tampoco se aceptará jamás la discusión de sus contenidos —aun infamatorios— según las reglas del derecho. He aquí por qué “eso” es murmuración. ¿Tendremos que añadirle el adjetivo de “santa” para su purificación? Suena casi a blasfemia: desvergüenza indecente, sí que lo es.



 2.             Las inquietudes de un hombre de negocios o de un político, las preocupaciones de los sacerdotes diocesanos, lo que pueda oír la limpiadora de cualquier curia, o el conductor del automóvil de un político o de un Obispo, o un familiar próximo, o alguien cercano a la familia, el camarero del restaurante, etcétera, todo eso llega, de todo se toma nota o se juzga, y todo se recoge como el agua en los embalses. Es más, tratándose de Obispos, está indicado que todo miembro de la Prelatura que tenga algún contacto directo con la jerarquía debe redactar un escrito detallado para entregarlo a los Directores, sobre todo si en las conversaciones ha sido mentado el Opus Dei. Y, si esa persona no es capaz de redactarlo, se encarga de hacerlo quien recibe su charla de “dirección espiritual”.

De este modo los Directores nacionales y centrales del Opus Dei retienen información abundante sobre cada Obispo, por ejemplo, como un discretísimo “servicio de inteligencia” en el seno de la Iglesia, que va dejando constancia de todo y centraliza la información. Después, no es difícil diseñar una “política de relaciones públicas” para en cada momento promover la imagen que conviene o hacer pensar a otros lo que interesa. Y, al igual que con los Obispos, sucede lo mismo con casi todo.

Como el gobierno de la institución influye en sus miembros a través de la dirección espiritual, es fácil servirse de ella para actuaciones institucionales interesadas, al modo de los grupos de presión. Esto ha ocurrido en política, en finanzas, en medios de comunicación y en otros ámbitos profesionales, y ocurre también en el seno de la sociedad eclesiástica. Ése es el “poder del Opus Dei”, que algunos dicen, sea en el Vaticano o en las curias eclesiásticas, en la política, en la educación o en las finanzas: algo muy distinto de la fuerza transformadora de la oración de los santos, a veces difícil de calibrar. Y así los límites entre organización de servicio y organización de poder se tornan muy borrosos y sutiles en la práctica. La supuesta finalidad estrictamente espiritual de la Prelatura se diluye por excesivamente “encarnada” en las conveniencias del momento.

¿Estoy exagerando? De ningún modo, y aún es probable que me quede corto. El reciente testimonio de Eugenio Trías —numerario del Opus Dei entre 1960 y 1963— en su “autobiografía” El árbol de la vida. Memorias (Barcelona 2003) resulta ilustrativo, porque escribe desde la distancia de los años y del discurrir de la vida, sin animosidad ninguna, y en relación con fechas y actuaciones que comprometen directamente al Fundador de la institución. Copio uno de sus párrafos:

 

            “Durante las mañanas, en el piso de “Stadtwaldgürtel”, casi en las afueras de Colonia, ayudaba al secretario de la Institución en Alemania. Recuerdo que no paraba de hacer fotocopias; por mis manos pasaban las disposiciones que venían de Roma y que se distribuían por las distintas “regiones” de la Obra. Fue allí donde descubrí alguna circular que me llenó de zozobra, o que comenzó a sembrar en mi cerebro las semillas de la duda. En particular me produjo verdadero escándalo un volante en el que se hacían una serie de recomendaciones a los socios que llegaban a ocupar cargos públicos o puestos políticos. Se les instigaba a que tuvieran consideración prioritaria, con el fin de cubrir plazas vacantes o puestos, por socios del Opus Dei o afines, o como mínimo por cooperadores o personas doctas o próximas. Prácticamente se alentaba a ese enchufismo (hoy hablaríamos de “tráfico de influencias”) que todos los enemigos de la Obra, que eran legión, entre otros mi propio padre, le reprochaban amargamente.

                Por esta vez los enemigos parecían tener razón. Leí el documento sin dar crédito a lo que mis ojos veían. Y si en esto acertaban los enemigos, ¿les iba a faltar razón en lo demás? ¿No sería la Obra una siniestra maquinaria inventada para la conquista del poder que se aprovechaba de regímenes dictatoriales como el franquista, donde no habían partidos políticos, para actuar al modo de un poderosísimo “lobby” (o en forma de un “grupo de presión”, como de forma algo eufemística se decía entonces); y en el que, además, confluían las fuerzas más reaccionarias del espectro político? (pp.240-241).

 

              Ésta es la experiencia y el recuerdo de Trías. Pero significativo es también que por esas fechas, en 1963, es cuando Hans Urs von Balthasar manifestó su opinión en la prensa internacional sobre esa “nueva fuerza” emergente en la Iglesia, que entonces era el Opus Dei. En su artículo El Opus Dei: integrismo católico, publicado en Neue Züricher Nachrichten-Christliche Kultur, puede verse que no sólo diagnosticó certeramente las deficiencias antropológicas de Camino y de su teología espiritual, sino que también parece conocer bien los modos institucionales de acción, como podía esperarse de un pensador tan riguroso. No consta que haya rectificado esos juicios, aunque el boca a boca sotto voce entre algunos fieles de la Prelatura diga otra cosa, siempre entre vaguedades: “Pero me suena que este hombre cambió de opinión luego… se habló con él,  ¿no?”, dicen algunos. Que se intentó que así fuera es cierto, pero no consta que lo hiciese. ¡Cómo va a “rectificar”, si su juicio era certero!

 

3.             En fin, no deseo distraer ahora mi atención fuera del tema propuesto. Pero, si se miran las cosas así, los problemas actuales del Opus Dei se concentran en la acción de un reducido colectivo que apenas llega a unas 200 personas: aquellas que integran el núcleo duro de las “confianzas mutuas” seguras, que son quienes “manejan” a muchos otros —en el peor de los sentidos— por un motivo supuestamente sobrenatural, que a su vez justifica y mantiene las adhesiones. Pero en esto sucede —como en todas las estructuras totalitarias— que las aparentes unanimidades firmes se deshacen como un azucarillo cuando la represión pierde su capacidad de coacción o cuando los intereses convergentes dejan de ser tales o, sobre todo, cuando por gracia de Dios cae de los ojos la cándida venda de la ingenuidad de muchos. Y todo esto es un motivo de esperanza.

                En parte, la irritación de algunos contra opuslibros proviene del hecho de poner la verdad al desnudo y proyectar luz sobre las sombras de sus desconfianzas. Y, por eso, algunos Directores “mayores” comienzan a ser conscientes del deterioro interno. Pero su consecuencia inmediata es que se agudiza entonces la separación entre los diversos grupos o niveles “de confianza” trasmitiendo las opiniones del mando: de un lado, los Directores de Centros y, de otro, los demás miembros. Con bastantes ya no se cuenta para casi nada: en cambio, comienza a aparecer una “guardia pretoriana de talibanes” de nuevo cuño, laicos y sacerdotes de limitada experiencia, los nuevos “guardias de la revolución”, cuya debilidad está en su ignorancia y en la rigidez de su fanatismo. Por supuesto, se sigue dando la impresión de crecimiento o de expansión apostólica, y ahora se habla —sobre todo en España— de los muchos Numerarios o sacerdotes que van a salir o están saliendo al extranjero. ¡Qué sarcasmo! No pocas veces los “lejanos países” son el allende la Prelatura, pues opuslibros está contribuyendo al “crecimiento” de la higiene mental de muchos. Ésta es la situación, a mi parecer.

Y algunos —de “dentro” o de “fuera”— siguen pensando que la solución a los problemas ha de venir de los actos del poder, siempre desde arriba. Aquí serían decisiones de los jerarcas de la Iglesia, ya que en el horizonte no parece despuntar una regeneración interna. Pues no diré que no, y ojalá en este caso fuera así, porque facilitaría mucho las cosas. Sin embargo, tampoco debería olvidarse la perspectiva de que, en sus desconocidos planes sobre la historia, a veces la Providencia divina deja hacer al mal por algún tiempo, los tiempos en que el trigo y la cizaña han de crecer juntos.

Por eso, pienso, no hay mejor camino para la liberación de las conciencias que una sólida formación teológica y moral, asentada en la fe apostólica: esto es lo único seguro. De este modo, “dentro” o “fuera” de la institución: ¡qué más da!, uno siempre estará en condiciones de colaborar al bien donde se haga y con quienes lo hagan, de evitar hacerse cómplice del mal allí donde se practica, y sobre todo de quedar libre o “liberado” de caudillos, salvadores o libertadores de ocasión, porque sólo a Dios se llama Padre, como enseñó el divino Maestro. ¿Se atreverá alguien a calificar esto como actitud de soberbia? No lo sé. Para mí es una muestra del legítimo orgullo de saberse hijo de Dios.

 

 

APÉNDICE

Instrucción para los Directores de 31 de mayo de 1936

en Instrucciones del Padre. (Edición completa). Notas de Álvaro del Portillo. Volumen I

(Roma 1967) pp.303-307

 

A) Los números 70,71,72 de la Instrucción

 

70           [303] Conviene que todo lo que pase esté reflejado brevemente en el papel. ¡No es tanto el papeleo, no [304] es tanto! Las cosas externas ya quedan en el diario de la casa. En cambio, las fichas que yo os pido son más íntimas.

                     Así los Directores no se olvidarán de dar a conocer lo que deba ser conocido por la Comisión; y de otra parte, estando todo escrito, evitáis que se produzca perturbación en el funcionamiento de la casa, cuando otro haya de ocupar vuestro cargo.

                No descuidéis, por tanto, vuestro fichero: el tener que redactar esas notas breves, os hace pensar más seriamente, con objetividad. El Señor no suele negar sus inspiraciones, para ver bien lo que hasta entonces no se veía claro. Y las fichas personales, al dar a conocer mejor a la gente, facilitan los medios que contribuyen a la formación, a la santificación de cada uno.

 

71           En todo caso, jamás hay en estas fichas nada que pueda suponer difamación, puesto que no es ése el espíritu de la Obra, que es espíritu y modo de familia cristiana, en la que habrá siempre mutua confianza.

                Este fichero personal del que vengo hablando, se asemeja más bien al que tiene un buen médico [305] en beneficio de sus clientes. Y, en este caso, los clientes vuestros son muchas veces vuestros hermanos; y muchísimas más, aunque no sean vuestros hermanos, son almas que amáis in visceribus Iesu Christi (Philip. I, 8).97

                Las fichas personales de la gente joven salen solas, si se anota, cada vez que surja, algo que merezca la pena hacerlo consignar —hay que poner la fecha siempre—, y después de alguna charla con el interesado.98

                [306] Conviene repasar, con una determinada frecuencia, esas fichas personales, para reparar cualquier omisión; y además, porque no debéis olvidar que está bien lejos de nuestra manera de obrar, poner a nadie una etiqueta para toda la vida. Anotad también en esas fichas las circunstancias familiares, profesionales, talento, aptitudes, aficiones, etc. Así podréis informar, cuando sea oportuno, a la Comisión Regional.99

 

72                Finalmente, tened un fichero, lo más completo posible, de las visitas que hagáis a las autoridades —siempre de acuerdo con la Comisión—, y de las amistades de la casa y anotad el trato que tenía con cada uno, para no dejar que ninguna de esas amistades se enfríe. Que en la ficha quede nota de las atenciones que ellos tienen con vosotros, y vosotros con ellos: podéis hacer una buena labor espiritual.100

                [307] No dejéis de completar este instrumento con el fichero ya tradicional que llamamos de santos: se compone con fichas que se encabezan con la fecha de cada día del calendario, y, en cada una, se anotan los nombres de los amigos que en esa fecha celebran su fiesta. Todos estos ficheros estarán solamente en manos de los miembros del Consejo local.101

 

B) Las notas 97-101 de Álvaro del Portillo

 

(97)        [305] Queda bien claro el objeto de estos ficheros personales: poder ayudar mejor a nuestros hermanos, seguirlos con eficacia, como sigue un buen médico a sus clientes, y estar en condiciones de informar cuando sea oportuno a los Directores Regionales, o éstos a los del Consejo General. Pero no está de más fijarse en que el Padre insiste, con palabras fuertes, en que esas fichas no pueden contener nada que sea difamación: nada que pueda suponer difamación, afirma. Hay que redactarlas con la máxima delicadeza, con objetividad y con cariño; nuestro Fundador suele decir que han de hacerse de tal modo que, si las leyese el interesado, su reacción fuera ésta: levantar el corazón a Dios, para dar gracias por el desvelo paternal que con él tienen sus Directores.

                Aunque la existencia y el contenido de ese fichero están comprendidos en el silencio de oficio (cfr. n. 72), no debe de ordinario anotarse nada que —de una manera o de otra — no sea ya conocido por el interesado, por su propia experiencia o porque se le ha indicado a través de la corrección fraterna, de la Confidencia, etc. Por eso el Padre habla de la mutua confianza que hay siempre en la Obra, también a propósito de estos detalles.

 

(98)        Aclara el Padre que esas anotaciones hay que hacerlas especialmente para los que están en la primera formación, y en los Centros de Estudios: y también, después, con alguno que haga cosas notablemente raras o excéntricas, pero siempre con el criterio de caridad y justicia que ya se ha comentado (cfr. nota 97).

                — Cuando se trata de chicos de San Rafael, de Cooperadores, etc., es muy interesante consignar en fichas su asistencia a los medios de formación, la correspondencia que con ellos se tiene, la ayuda que prestan, etc. De este modo, [306] aunque cambien los Directores, será muy fácil mantenerlos en contacto con nuestra labor apostólica, y hacer que aumente con el tiempo y se consolide el cariño que tienen a la Obra, que no es ni debe ser nunca sólo amistad con determinadas personas de nuestra Familia (cfr. Instrucción, 9-I-1935, n. 206).

 

(99)        Al informar, con estos datos, a la Comisión Regional, recuerden los Directores su especial obligación de señalar a los que tengan especiales aptitudes, para ocupar determinados cargos, o para desarrollar especiales apostolados en la Obra (cfr. la nota 11 de esta Instrucción).

 

(100)      Se trata del apostolado de la amistad, que hay que hacerlo no de un modo desordenado, ni dejándose llevar por caprichos, sino con orden sobrenatural, y con motivos y fines también sobrenaturales. Por eso es necesario el fichero, para que no se atienda sólo a los que sean más simpáticos a los Directores, sino a todos, en la forma debida. Apostolado de amistad, específico [307] de la Obra, que el Padre ha hecho desde el comienzo de la labor. Recuerdo que, cuando terminó la guerra española y se pudo trasladar a Madrid, prácticamente todos los días había personalidades eclesiásticas almorzando en casa: no nos hemos de limitar naturalmente a las personalidades eclesiásticas; pero, en aquellas circunstancias, ese apostolado de la amistad era necesario para salvaguardar la Obra de las calumnias que esparcían algunos, de los que el Padre piadosamente decía que obraban “putantes se obsequium praestare Deo.

 

(101)      El fichero que llamamos de santos es, como recuerda el Padre, tradicional en nuestra Obra: cfr. Instrucción, 9-I-1935, n. 207 y nota 136. Naturalmente, no se trata tan sólo de una cuestión de urbanidad, de humana cortesía; sino de delicadeza espiritual. Todos agradecen las atenciones que se tienen con ellos, y más cuando ven que se hacen por un motivo noble y sincero, sobrenatural: se debe además tener en cuenta que hay quienes se molestan, y pierden la amistad, aun siendo buenas personas, si no se les recuerda en fechas determinadas.

                — Este pasaje de la Instrucción nos da ocasión de agradecer que la Obra, además de ser divina, sea muy humana.







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