Inscritos ¿especie en extinción?.- Ángel
Fecha Friday, 09 June 2006
Tema 070. Costumbres y Praxis


            Me he encontrado, en medio de un debate sobre los inscritos, citado por Doserra y Antonio María. En mi escrito de 2004, partía del hecho que la figura del numerario había cambiado y señalaba: “El numerario dejó de ser, como decía Escrivá, ‘una inyección intravenosa en el torrente circulatorio de la sociedad’. Ahora pitan para trabajar en las empresas de apostolado y a dedicarse a la formación de los demás fieles de la Prelatura”.

 

En esto hay coincidencia en esta página. El propio Doserra escribía  recientemente sobre “el cambio de la figura del/a Numerari@  que se ha realizado en los Estatutos de 1983 completamente a espaldas de los interesados (…) El/la Numerari@ ya no es la vanguardia del apostolado secular del Opus Dei, sino alguien recluido en los ambientes internos de la institución”.

 

En esta transformación, la diferencia entre el papel del inscrito y el del simple numerario se había diluido aparentemente. De allí, yo concluí que la figura del inscrito había desaparecido, porque ahora “sus funciones han sido asumidas por todos los numerarios, que de esta manera han dejado el mundo, ya que la característica de su vocación es dedicarse de manera primordial a tareas internas”.  

 

Doserra discrepó de mi conclusión y señaló que sí existían los inscritos, aunque reconocía que “esa dedicación ya no constituye aquel status institucional del que no podían ser removidos más que a ‘título de castigo’ (sino…) una mera función de la que no se dice que haya de ser estable ni a tiempo completo”.

 

El hecho es que ambos estábamos equivocados. Es cierto que la figura del inscrito no se recoge formalmente en los Estatutos de 1982. Pero esto no significa que no exista, ni tampoco que sea una mera función, como lo ha aclarado con su conocimiento latino Antonio María. El Oráculo, estoy seguro, podría confirmar que se mantiene el rito de incorporación y demás. Es decir, que nada ha cambiado en relación a lo que señalaba las Constituciones de 1950, sólo se ha tendido un velo.  

 

Lo que ha hecho la prelatura es esconder aún más al inscrito, manteniendo esa referencia críptica en latín a su existencia –puesta de relieve por Antonio María- en los Estatutos, para darle una base o justificación jurídica a la figura. De este modo, no se refleja con toda crudeza, como en el documento de 1950, la verdadera naturaleza del inscrito: una categoría privilegiada de numerarios que establece, además, una distinción entre quienes controlan el poder interno; y  los otros numerarios que obedecen y hacen el trabajo de campo, creyéndose la elite de la Obra.

 

La figura del inscrito está inspirada en la del profeso de los jesuitas. Los profesos son los únicos que realizan el cuarto voto solemne de obediencia al Papa -los inscritos hacen juramentos especiales- y constituyen el núcleo de la Compañía. Los demás grados (novicios, escolásticos formados y coadjutores formados) se consideran preparatorios, o subsidiarios de éste. Los cargos principales sólo pueden ser ocupados por los profesos. Por lo demás no disfrutan privilegios, y muchos puestos de importancia tales como el gobierno de colegios, pueden ser ocupados por jesuitas miembros de los demás grados.

 

El disimulo sobre el inscrito por parte del Opus Dei es explicable, por algunas críticas externas. Por ejemplo, Ricardo de la Cierva, que también fue engañado y pensaba que esta categoría había desaparecido, los calificó como "especie de guardia pretoriana que actuaba como reserva exclusiva para cargos directivos".

 

Pero asimismo, la categoría del inscrito debe resultar incómoda –a poco que reflexione-  para el numerario de a pie; porque significa tener que aceptar que no todos los numerarios son iguales y que existe dentro de ellos, una casta burocrática superior (profesionalizada y de mayor confianza) a la que están reservados algunos cargos, como el de elector, y el sacerdocio. Inscritos que en su condición de directores designan a los nuevos inscritos, retroalimentando su poder de manera endogámica. Un perfecto gobierno oligárquico.

 

Por eso, de los inscritos no se hablaba y de su existencia te enterabas mucho tiempo después de pitar, básicamente al estudiar el catecismo en los Cursos Anuales. Era un tema sobre el que existía una discreción de facto. ¿Alguien se puede imaginar a un numerario preguntándole a otro si era inscrito o tratando de averiguar quienes eran inscritos en su centro?. Corrección fraterna inmediata.

 

Ángel









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