LA IMAGEN Y LA MEMORIA: PARA RECORDAR AL OPUS DEI.- Flavia
Fecha Monday, 05 June 2006
Tema 010. Testimonios


Amigos/as, hace un tiempo deseo escribir algunas cosas, ahora me decido.
 
Quiero hacerlo a partir de dos cuestiones. La primera surge del vendaval desatado por la película realizada en base a El Código Da Vinci, la segunda originada en otra película, que si no han visto recomiendo que lo hagan, se titula Ararat, el director es Atom Egoyan.
 
Normalmente creo que el mundo virtual de los Medios y la parafernalia del mercadeo son trituradoras de las que no sale nada bueno. Así que me dediqué a ignorar por completo a El Código Da Vinci y a la película en cuestión. Pero el viernes pasado tuve un ataque de curiosidad y de necesidad de distracción, y entré al cine a verla, por la tarde temprano.
 
Francamente la película me pareció inocua, y mejor que el libro (una comparación con poca "sustancia"), que por otra parte es pésimo en cuanto mediocre.  Pero al final del film, cuando los protagonistas no pueden encontrar en el lugar esperado al Santo Grial, que es para ellos el sepulcro de María de Magdala -su cuerpo-, la heroína dice una frase que me dejo pensando mucho, y que quizá explique lo medular de la repercusión que ha tenido el libro y su tema: "somos lo que protegemos". Todos tenían en la trama cosas que proteger, y en definitiva, proteger es crear y habitar una morada para que algo permanezca. Si se trata del pasado, es el recuerdo, la memoria como la imagen viva del tiempo sucesivo: el sentido de lo vivido...


A su vez, la imagen que se monta sobre la intriga o la conspiración, la imagen que construye el "mero" poder y la propaganda, no tiene su raíz en ningún pasado, es fruto de la impostura, de un mecanismo de sustitución que se nutre del sinsentido, de la ausencia de referencias experimentadas, de alimentar su existencia en los dispositivos retóricos o disciplinarios con los que organiza un espacio en el que no hay experiencia sino función.
 
Es el Opus Dei como un "territorio" en el que la regla es el estado de excepción. Los "aristócratas", los más santos y piadosos por la mera ejecución de las normas, los del "complejo de superioridad". La Obra del "antes, más y mejor" como criterio "interpretativo" de la "voluntad" de Dios, de "el que obedece jamás se equivoca", de "poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas" y no de poner nuestras actividades en la luz de Jesucristo, lo cual nos llevaría al "abajo", no al "arriba".
 
La Obra del refranero de Escrivá, la de la "contradicción de los buenos", la de la Academia DyA. nombre para mí emblemático: Dios y audacia. Hacer lo que sea, tomando como "garante" a Dios. En definitiva, la imagen de la memoria se basa en la experiencia, la imagen de la propaganda y la impostura, en la sustitución.
 
La Obra deja un inmenso vacío en la experiencia para hacer lugar a la sustitución. Esa es la raíz de nuestra sensación -de los/as ex-, de sinsentido, de incomprensión de una realidad que nos fue tan cercana (ya que no íntima, por imposibilidad, de hecho "aprender" la intimidad es una tarea para nosotros). El problema con las sustituciones, como bien dice Joan Struch en su "Santos y Pillos", es que son móviles, son funcionales.  De ahí que sea tan esquiva la "esencia" de la Obra, de allí el carácter patológico de la lógica de los documentos internos, por ejemplo.
 
En definitiva, lo que se construye en la imagen que la Obra monta y desmonta respecto de sí, es la libre disposición de personas y cosas, en su reducción a medios. Ellos realizarían ciertos cometidos trascendentes, claramente desproporcionados respecto de su "pequeñez": en esa desproporción es la institución la que sutura el hiato, la gran "mediadora", la que aquilata la "pequeñez" en el "buen espíritu" de los hijos de Escrivá.  Ella también condena al olvido, a la nada, a quien se sustrae de la correa de producción: la Obra, su lógica, sus prácticas, sus doctrinas aplicadas, no permiten que los "medios" se pregunten por sus "fines".
 
Dictum de directores y adláteres: "a vos te conviene", "conviene que hagas ésto, y no lo otro". Pregunto ¿con que "conviene" o "hace cuerpo" esa situación?, ¿de qué dinamismo es solidaria?. Entonces, deseo contraponer esa construcción sustitutiva, con la que nace de una "experiencia".
 
¿En qué memoria se cimenta la experiencia de quien se proclama seguidor del Nazareno...?. Destaco lo de "seguidores" de Jesucristo: no sus defensores... sino los que intentan caminar en la historia y aspirar a la bienaventuranza habitando en los gestos y palabras del Maestro, del Amigo, del Salvador... Esa fe (esa confianza, ese vínculo) se despliega en una imagen de la propia condición que es hija de una experiencia, de ir hallando el sentido del tiempo en su constitutiva sucesión, como decía San Agustín, aquí la memoria es el "vientre del alma".
 
"Somos lo que protegemos", decían en la película. ¿Qué protegían los custodios del Santo Grial?.
 
Simone Weil comenta en "La gravedad y la gracia" que el Santo Grial le sería dado a aquel que pudiera preguntar al anciano y enfermo caballero que lo custodiaba ¿cuál es tu tormento?...¿cuál es tu dolor?.
Así que los Santos Griales que en el mundo han sido y serán, surgen de la capacidad de conmoverse ante el otro, ante lo otro, la conmoción que se tiende en la pregunta de la compasión. El gesto mayor de la Santa Cena: el cuerpo y sangre entregado y compartido, atravesando el tiempo y los tiempos en el amor extremo del don, de la posibilidad de que ese don se transmita en la memoria como gracia que libera, que repara, que sana.
 
Me ha impresionado mucho en todo este asunto del libro y la película de Dan Brown que la reacción del Opus Dei (y también la masivamente eclesial), haya sido concentrarse en las "respuestas", y no en las "preguntas".
 
¿Por qué las personas se siente sensibles ante un libro que acentúa la humanidad de Jesucristo?
¿Por qué la Iglesia es percibida como un lugar de imposición y no de compasión?
¿Por qué a muchos les resulta plausible que el Opus Dei sea una secta turbiamente poderosa en lo económico, y que puede llegar al crimen en su fanatismo?.
 
Mi pregunta en particular es: ¿en qué experiencias beben estas imágenes?, ¿por qué no podemos preguntar a los miles de lectores o espectadores acerca de su "tormento" respecto de la experiencia religiosa, acerca del cristianismo?.
 
¿Por qué el Opus Dei no se pregunta cómo es posible que la institución sea vista de ese modo?.
 
Yo, en el lugar de ellos, me espantaría.
 
Es simple reducir todo este asunto a una "conspiración anticristiana". Ese pensamiento devora la pregunta que aparece en el problema y se queda satisfecho, ahíto de sí mismo... Y, respecto de la Obra, por aquí estamos los/as ex. ¿Cuáles son las imágenes de nuestra memoria?...¿Cuál es nuestra experiencia?.
 
Esta web se ha nutrido y se nutre de experiencias, de experiencia: ellas son plurales, como quienes las han vivido, también construyen sentido, disciernen, aclaran, se permiten cuestionar, se plantean en conflicto.  Esas experiencias consuelan y se conduelen, pueden preguntar: ¿cuál es tu tormento?. Creo que esa interrogación acontece siempre que un ser humano se sabe a sí mismo en la tensión del prójimo: no el que es mi amigo o amiga, o mi familiar, sino el que está a mi lado en cuanto humano. ¿Quién es mi prójimo?
 
Mi prójimo es el que tiene sed, hambre, dolor. Mi prójimo es el que interroga mi humanidad.
Las imágenes de nuestra memoria, la sustancia de nuestra experiencia, arrancan del olvido ante todo esa pregunta que la Obra institucionalmente no formula, pues se erige sobre ese silencio, sobre esa omisión fundamental: ¿quiénes fuimos, en tanto humanos, en tanto prójimos de nosotros mismos y de otros, en ese lugar?.  Las fotografías que ofrecen nuestros relatos y debates dan cuenta de ese factum: recordar es comprender, integrar las imágenes de la memoria para reconstruir, y luego para reinventar, nuestro rostro. Desde ahí podemos pensar (mirar) cualquier rostro, cuando encontramos uno para nosotros, cuando sabemos nuestra humanidad.
 
La película Ararat que vi ayer me pareció fascinante en muchos aspectos, pero hay dos que quiero destacar:
 
- lo que allí se narra -el genocidio del pueblo armenio a manos del Estado Turco, que sigue siendo negado por Turquía-, me trajo inmediatamente las palabras del poeta Paul Celan: "Nadie testimonia por el testigo". Así, el testigo es, (en su experiencia, en su presencia), el testimonio.
 
- la segunda recoge la conclusión del relato de una mujer alemana que ha visto cómo los soldados turcos cometían actos de una crueldad innombrable contra mujeres armenias. Ella termina su narración con esta frase: ¿ahora, qué voy a hacer con mis ojos?.
 
Bueno, el punto es que el film cuenta las alternativas que rodean al rodaje de una película sobre el genocidio del pueblo armenio, sobre la base de un libro testimonial -de un médico estadounidense-, y de una pintura que recrea una fotografía de un sobreviviente del genocidio junto a su madre, hecha por él mismo años después. Así, lo que es posible hacer con la parte de sí que tiene contacto con el horror, es testimoniar.
 
Entre nosotros, hacer la más humana de las tareas: construir sentido donde no lo hay, restituir lo destruído y mutilado en la inmensa operación sustitutoria que se llama Opus Dei. Se trata, una vez más, de encontrar el dibujo en el revés de la trama. Pero ella puede ser comprendida por la fuerza del testimonio, de la experiencia.
 
Yo creo que la "operación sustitoria" que "es" el Opus Dei, se construye sobre una vocación nihilista no explicitada: se trata del impulso al poder, al dominar, al tener, al controlar, que se justifica en su propio incremento. La Obra no resiste, en lo real, la pregunta ¿para qué?. Porque el para qué, como sentido, somete a juicio, desnuda, valora. Yo creo que el Opus Dei no quiere algo. Quiere nada, que en épocas convulsas, es más "seguro" que el desasosiego de no querer.
 
Por eso, la Obra, ante todo, QUIERE, por eso no hace experiencia, sino funcionaliza, por eso no se alimenta del pasado, lo devora y lo falsea. Difiere y desplaza infinitamente su centro, porque no lo tiene, por eso, no sabemos qué es el Opus Dei, porque el Opus Dei, esencialmente, es NADA.
 
La Obra toma cuerpo en nuestros testimonios, pero de modo inverso: aquí aparece lo humano que la Obra disuelve en su "pasión" por el mero QUERER, que implica QUERER NADA para existir en el poder de disposición irrestricta de lo que domina: los cuerpos, las almas, la ortodoxia, la praxis, las normas, los criterios, el "espíritu", la salvación, finalmente, la existencia de sus miembros. Aquí, nosotros, como testigos- testimonio, hacemos la diferencia, nos salimos de la "cuenta" cuando tomamos la palabra.
Recordar es arrancar del olvido, porque lo recordado se "pasa" nuevamente por el corazón.  Recordar al Opus Dei es hacernos compasivos con esa experiencia, hasta reencontrarla en su verdad, la verdad del suspenso de lo humano en la Obra, de la sustitución como forma de evadir la pregunta esencial: ¿Quién es mi prójimo?...y la otra, especular, de Jesucristo, ¿Y quién dicen ustedes que soy yo?.
 
Es la pregunta que hace mucho nos andamos haciendo, y que sé que recorre abundantes desvelos: ¿quién es el dios de la Obra?, ¿qué divinidad menor y arbitraria gravitó sobre nosotros durante tanto tiempo?.
 
La memoria del Opus Dei es un asunto existencial, es preguntar por nuestra condición humana. Pero también, más allá de las actuales posturas de cada uno, es una pregunta teológica: ¿dónde se desfonda el hecho cristiano en el Opus Dei, con qué recursos se disuelve hasta consumar la sustitución del Dios Vivo por los ídolos, por las imagenes sin experiencia, sin vínculos, sin memoria posible en las que hemos sido apresados?.
 
En fin, les pido disculpas por todo este lío, por los componentes confusos y desordenados de mi reflexión, de hecho estoy rumiando estas cosas en el último tiempo con más intensidad. Los dejo con un poema de gran claridad para mí, de una poeta portuguesa, Sophía de Mello, que quizás ya haya citado alguna vez:
 
De la transparencia
 
Señor, líbranos del juego peligroso de la transparencia
En el fondo del mar de nuestra alma no hay corales ni conchas/
Sino sofocado sueño
Y no sabemos bien qué cosa son los sueños
Conductores silenciosos canto sordo
Que un día súbitamente emergen
En el gran patio liso de los desastres.
 
Saludos cordiales
Flavia
 
PD. no voy a explayarme sobre la decisión de Carmen Charo, o mejor, sobre la exposición que ella hace de su decisión respecto de la Iglesia, sólo quiero decir públicamente, -y también personalmente-, que le dejo mi abrazo y mi deseo de paz y justicia para ella, y para sus búsquedas.






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