En un despacho de la agencia Zenit he leído el resumen de unas declaraciones del rector emérito de la Universidad de la Santa Cruz, Luis Clavel, sobre la novela y la película El código da Vinci. He sentido una pena enorme al comprobar cómo un hombre inteligente, que nos dio clase de historia de la filosofía en Aralar en los años sesenta, se ha convertido en un papagayo. Ha dicho que si él se hubiera casado y alguien hubiera escrito un libro contra su mujer, no lo leería. Ergo, como su amor es Cristo, la Iglesia y el Opus Dei no lee un libro que habla mal de ellos. Me parece que a cuaquier persona con sentido común, lo primero que se le ocurre cuando en algún sitio se habla mal de una persona querida es ir a enterarse qué dice, y si no tiene razón pedirle explicaciones. Y yo, como marido, aseguro que me partiría la cara con cualquiera que hablara mal de la madre de mis hijos.
Esa postura de Luis Clavel, monseñor Clavel, ex rector del "think tank" como creo que llaman en el resumen informativo al centro universitario del Opus Dei en Roma, una universidad eclesiástica en realidad, es propia de la institución, de quienes quieren ser hijos dignos del Padre, de quienes tienen buen espíritu, de quienes viven la infancia espiritual... de quienes no piensan por sí mismos, de quienes renuncian a su personalidad, de quienes niegan con su obediencia bovina la pretendida laicidad del espíritu del Opus Dei.
Y que eso lo diga uno de los sacerdotes numerarios reputados como de la más alta categoría intelectual del Opus Dei es realmente lamentable. Y demuestra que dentro se vive fuera de la vida real, del mundo en una palabra. Justamente lo contrario que predicaba el marqués de la alta pera, un personaje que por muy santo que lo haya hecho la Iglesia será revisado más pronto que tarde a instancias de Ratzinger, por muchas reverencias y baboseos que protagonice en su presencia el pobre don Javier, cuyas limitaciones intelectuales son patentes dentro y fuera, y en el Vaticano, seguramente, comentadas.
Quiero agradecer a los maravillosos orejas, que desde hace una temporada nos ilustran con sus conocimientos documentados sobre cuanto de falso hay dentro, sus interesantísimas aportaciones. A mí me están aclarando muchas de las cosas que no entendendía ni tenía la posibilidad de preguntar durante los nueve años que permenecí recluído ahí dentro, pero me sublevan el ánimo al considerar con cuánta mentira nos tenían dominados. Mentiras hacia nosotros y mentiras hacia la Iglesia. Y me duele que personas de mi familia, que pertenecen a la institución como numerarios y numerarias, sean fanáticos miembros de un tinglado al que ayudan a continuar manipulando a otros, como ellos mismos son manipulados; sin el menor atisbo de crítica, de duda. Espero que lean la web.
Y a Carmen Charo quiero decirle que su gesto de apostasía tal vez no mueva al obispo de Vitoria a dar grandes pasos, pero seguro que le llevará a interrogarse sobre ella y la institución. Y que como ya han dicho antes, tiene un enorme corazón como lo ha demostrado. Y por eso le mando un fortísimo abrazo.
Bastián.
