Con cariño, para Boira y Ana María.- Gregory P.
Fecha Tuesday, 03 February 2004
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


Con cariño, para Boira y Ana María

Testimonios como los de Boira y Ana María, del correo de 2 de febrero de 2004, justifican por sí sólos esta página web, y el trabajo de los amigos que la organizan. No me gusta llamaros orejas, porque creo que no sólo os dedicáis a oir, que ya es importante, sino a obrar, con esta página.

Es curioso que ambos correos coincidan en el mismo día. Ambos hablan de uno de los peores vicios del Opus Dei: la instrumentalización de la amistad. Desde el principio, desde el momento en el que pité, pensé que eso no estaba bien hecho. Que la costumbre que dice que "en la Obra no existen amistades particulares" es un grave error. Es imposible que uno tenga un amigo muy amigo, hasta el punto de pitar por seguir sus pasos, y que luego deje de serlo, por arte de birlibirloque. ¿Qué clase de amistad es esa?

En realidad, no era así. Todos sabíamos que unos eran más amigos con otros. Que los biólogos eran amigos entre sí, como los informáticos, o los "futboleros". Pero esa amistad, que es normal, se llevaba de forma vergonzante. No se podía ser muy "amiguito", ni ir a la casa de uno de la obra, ni pasear por la tarde, o a comprar, porque enseguida te caía una corrección fraterna de aúpa. Y tengo entendido que entre las mujeres era peor, porque por muy poco te podían colgar el sambenito de una amistad "extraña"·

Esa costumbre, por otro lado, sólo la vivían los peones de brega, es decir, todos menos el fundador. Que me lo expliquen como quieran, pero la relación entre José María Escrivá y Alvaro del Portillo era amistad. Una amistad muy íntima, a la que nadie puso peros. Se dijo que era providencial, que Dios había querido que fuera así. Pero es curioso que la providencia sólo se fije en los jefes, nunca en los indios.

Y aquí entra otro de los vicios de la obra: que los jefes están exentos de cumplir las normas rígidas que se imponen a todos los indios, sin distinción. Pondré unos ejemplos, que todo ex- conoce. Nadie podía tener amigos especiales, menos monseñor Escrivá, véase Portillo y Echevarría. Todo el mundo tenía que pasar los veranos de convi donde le dijera el director, excepto el trío de amiguetes, que una vez la pasaban en Irlanda, otra en Alemania, otra en Suiza. Vamos, lo mismito que yo.

Sigo: nadie puede elegir director espiritual, menos monseñor Escrivá, que primero eligió a un jesuíta, al que pusieron tibio en muchos escritos. Y luego eligió a uno de la Obra, el que quiso, y para siempre. Lo mismito que los demás.

Ningún numerario puede vivir con su familia, menos monseñor Escrivá, que los tuvo en casa, y hasta los enterró en su casa. Otro ejemplo de "providencia selectiva", que no cupo en suerte al resto de numerarios, muchos de los cuales no ven a sus familias en largos periodos de tiempo.

Nadie puede tener dos relojes en la obra, menos el director del centro, que puede utilizar (y de hecho lo hace) todos los que los agregaditos le han entregado después de Reyes, y que guarda en el primer cajón de dirección.

Todo el mundo tiene que hacer apostolado, menos los directores, que sólo se dedican a dar la brasa a los del centro, y a perseguirles para que traigan gente a la meditación, o al retiro, o al círculo. Oye, majo, y tus amigos, ¿dónde están?. Silencio impenetrable.

¿Hace falta que siga?

Pero eso no es nuevo. Todo está inventado. Jesús ya les decía a los fariseos que eran una raza de víboras, que cargaban pesadas cargas en los hombros de los demás, mientras que ellos no las tocaban siquiera con un dedo. Nunca entendí qué quería decir el Señor con este ejemplo. Pero me ha quedado claro después de mi etapa opus, ¿a vosotros no?

Por cierto: Jesús tenía amistades particulares. Eran los apóstoles. Y entre ellos, había tres amigos especiales, san Pedro, Santiago y San Juan, con los que se iba a rezar, ante los que se transfiguró, etc. Jesús era un hombre normal, y por ello cultivó especialmente la amistad. Y era un hombre sensato, y por eso tenía amigos muy íntimos entre las personas que no formaban parte de su apostolado (como Lázaro o Nicodemo), pero también tenía amistades particulares entre sus discípulos, como las ya dichas.

Lo dicho: qué anti-cristiana es la costumbre de no tener amistades particulares. Y si no, que se lo pregunten a Boira y a Ana María, dos buenas cristianas que se han visto defraudadas por las personas que las atrajeron a la Obra, y que las olvidaron cuando consiguieron meterlas dentro. Porque eso no se hace, señoritas. No se puede atraer a una mujer a un centro, para dejarla aparcada un segundo después de pitar. Parece que sea: ya está dentro, vamos a por otra. ¡¡¡Cuánto amor de Dios!!!

Amigas Boira y Ana María: no sé si seguiréis. Eso os toca a vosotras decidirlo. Pero en cualquier caso, no os disgustéis por la falta de cariño de vuestras "hermanas". A lo peor, olvidáis esa familia, la de verdad, la que habéis formado con vuestros esposos y vuestros hijos. Ellos os quieren de verdad, aunque no recen las tres partes del rosario cada día. O ni siquiera un Ave María.

Un abrazo. Y ánimo.

Gregory P.

P.D. Contesto a las personas que dicen que lo criticamos todo. Yo no. Lo mejor que me ha pasado ha sido encontrar las personas, los amigos y los ejemplos que he conocido en la obra. Casi siempre para bien, aunque las cosas malas también enseñan.

Desde el primer momento, en mis intervenciones he dicho lo mismo: lo malo de la Obra no son las personas, sino las exigencias de unas costumbres escritas en los años cuarenta, en un ambiente post-bélico, y que son más propias de un cuartel que de una familia. Costumbres como la que he dicho, o como la del cilicio y las disciplinas, o la de dormir las numerarias encima de una tabla, impuestas por el fundador, y otras muchas, crean un clima irrespirable. Hacen que muchas personas no puedan contar lo que hacen, porque en su interior se dan cuenta de que no es normal. Y todo el mundo tiene derecho a ser normal.Y a sentirse normal. Lo contrario crea enfermedades mentales.







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