El proselitismo del Opus Dei con los jóvenes no es transparente.- Doserra
Fecha Friday, 12 May 2006
Tema 050. Proselitismo, vocación


El proselitismo del Opus Dei con los jóvenes no es transparente

Enviado por Doserra,  12-mayo-2006

 

Dice Trinity que el proselitismo que realiza el Opus Dei no es católico. Estoy muy de acuerdo, sobre todo en relación al que habitualmente realiza con la juventud. En efecto, los Estatutos del Opus Dei dicen que los fieles han de venir a la Prelatura “movidos por una vocación divina” (n. 1 §2) y que su trabajo apostólico debe realizarse con un gran “amor a la libertad personal de todos los hombres, que conlleva un muy cuidadoso miramiento hacia la libertad de las conciencias y el deseo de convivir con todos” (n. 118). Pero a veces, muchas veces, más de cuatro veces… no es así.

 

Respecto de lo primero, basta leer las respuestas del Prelado en la reciente entrevista del “Le Figaro-Magazine” para advertir, como destacó la misma Trinity, que ahí no se está hablando de pedir el don de la vocación y ayudar al interesado a reconocer esa posible iniciativa de Dios, sino de esfuerzos humanos para captar a la gente, en clave empresarial. Pero quería ahora detenerme en lo segundo, es decir, en mostrar que los métodos usados por los dirigentes de la Obra dificultan en vez de favorecer la libertad de decisión de quienes son empujados a entrar en la institución.

 

Este “déficit de libertad” se nota ante todo en que los jóvenes candidatos a Numerari@ o Agregad@ apenas reciben información detallada sobre las muchas y muy concretas “exigencias” de su “compromiso vocacional”. Nadie recibe tampoco una copia de los Estatutos, ni su traducción, ni sabrá nada de la amplia variedad de documentos internos que realmente concretan los compromisos de la entrega. Cuanta menos información se tenga, mejor: lo importante es conseguir que el candidato desee entregarse a Dios en confuso, y ya después, se le irán desvelando gradualmente las concreciones.

 

En el caso de los candidatos a Supernumerario, estas omisiones tienen menor trascendencia. Sobre todo, porque su modo de vivir la espiritualidad de la Obra apenas altera externamente su comportamiento civil, familiar, profesional o eclesial. Y, segundo, porque ya su mayor experiencia de la vida hace que de ordinario se informen bien —previamente y por su iniciativa— del alcance práctico de los compromisos. Sin embargo, en el caso de los jóvenes, sucede justamente al revés, con el agravante de que su entrega conlleva el celibato y un sinfín de peculiaridades económicas y sociales que limitan seriamente su autonomía. Y aquí la opacidad de información carece de toda posible justificación, porque tiene para ellos graves consecuencias.

 

La libertad requiere conocimiento y, por eso, pasa por la transparencia en la información, sin equívocos, sin ambigüedades, sin lenguajes de significado ambivalente y, en fin, sin cegueras, que luego pretenderán ser suplidas con los solos esfuerzos de la voluntad. No actuar así conlleva luego las frustraciones existenciales, que explican el bajísimo índice de perseverancia y que no pocas veces acaban en trastornos psíquicos u otros deterioros en la personalidad.

 

En efecto, el ideal vocacional del Opus Dei propugna la santificación “en medio” del mundo, como cristianos corrientes, mediante el trabajo y sin que esa vocación saque a nadie de su sitio. Es así, en gran medida, en el caso de los fieles Supernumerarios. Pero ya no es tan claro que lo sea en el caso de l@s Numerari@s y Agregad@s, para quienes los Directores han ido fabricando verdaderas series de “normas internas”, ninguna recogida en los Estatutos aprobados por la Sede Apostólica, y cuya compatibilidad con una “espiritualidad secular” es más que discutible.

 

Y aunque lo fueran, el hecho es que esas “normas” no se comentan con palabras claras y precisas a aquellos jóvenes a quienes los Directores les proponen que pidan la admisión en la Obra: se van exponiendo después, tras la petición de admisión, como hecho consumado, y casi al modo iniciático de las organizaciones sectarias.  Y así es como esos jóvenes, que se habían ilusionado con el ideal de santificar el mundo “desde dentro”, asumiendo todas las realidades humanas nobles, propias de su condición secular, se encuentran luego con que su celibato apostólico se asocia, por ejemplo, a vivir según el horario estricto del Centro, a no asistir a los espectáculos públicos lícitos, ni tampoco a las reuniones sociales que los Directores o las Directoras puedan considerar mundanas, ni a los eventos familiares, y a un interminable etcétera de negaciones, que acaban cercenando el armónico desarrollo de la afectividad de algunos.

 

Particular importancia tiene la “limitación” del horizonte profesional que se impone a much@s fieles por su condición de Numerari@s. A personas que vienen a la Obra porque se sienten llamados a servir a Dios laicalmente, a través de una vida profesional intensa y prestigiosa, una vez dentro se les dice que deben estar “libremente dispuestos a abandonar la labor profesional más floreciente o cualquier trabajo profesional, por fecundo que sea, para dedicarse aun a las tareas más humildes, si así se lo piden los Directores” (Vademécum del Gobierno local, p.117 - Glosas sobre la obra de San Miguel, pag.39). O, peor aún, ni siquiera se les pide sino que, cuando todavía son demasiado jóvenes, se les “orienta” profesionalmente según las necesidades coyunturales de la institución, no según sus gustos y aptitudes naturales, bien para que trabajen en Colegios de la Obra o bien en las Administraciones de los Centros de la Prelatura, en Gestorías de alimentos o en Librerías regentadas por gente vinculada a la institución, o en muchos otros empleos “parainstitucionales” que les alejan del mundo que querían santificar y les roba su autonomía laboral y económica.

 

Saludos cordiales

 

Doserra







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