Una experiencia.- Miércoles
Fecha Wednesday, 03 May 2006
Tema 010. Testimonios


Queridos amigos:

Hace ya unos cuantos años que mi vida se ve fuertemente vinculada al Opus Dei. En un principio no quería saber nada de ellos, pero al poco tiempo entré en un colegio de la prelatura y cambié de parecer. Empecé a frecuentar un centro, en el que todo parecía bonito: buenos planes, gente agradable, meriendas abundantes y baratas (siempre hay que pagar) y gente dispuesta a hacer lo que me apetecía, ya fuese tocar la guitarra o ir a algún sitio.  

Fue entonces cuando decidí a asistir a medios de formación, primero unas charlas y luego círculos. Cada día pasaba más tiempo en el centro que en mi casa, lo cual a mis padres en principio no les parecía mal. 

Poco a poco empecé a conocer lo “bonito” que era todo en la obra, y después de charlas y más charlas de vocación, como no, me doy cuenta de que mi vocación es ser numerario del Opus Dei. No podía estar equivocado; la gente que me quería eran numerarios, mis amigos eran numerarios… todo concordaba. Fue entonces cuando decidí pedir la admisión. Hablé con el director del centro y me dijo que debía esperar. 

Al poco tiempo, después de una convivencia en la que realmente vi la luz y decidí que no era lo mío y pensar que dudosamente fuera lo de mucha gente, todo dio un giro tremendo. En el colegio las cosas se torcieron demasiado. Suspendía asignaturas que jamás había suspendido. No me dejaban asistir a círculos (aún hoy no me dejan, aunque sean medios abiertos al público, según ellos) Las convivencias dejaban de ser para mí, mis amigos no querían saber nada de mi, les hablaban mal de mi, diciendo que yo era una mala influencia para ellos… 

Así fue mi historia dentro del Opus Dei, contada grosso modo. Llegué a aceptar el tema del cilicio, las disciplinas etc. Aunque sabía que no era algo muy normal. Nunca llegué a pitar, pero si me trataban como a un aspirante más. Iba a la misa de los residentes del centro por la mañana, Asistí a alguna meditación restringida… Todo ello hizo que una vez me di cuenta de que no era lo mío, y me tratasen como a un desconocido delincuente, cayera en una depresión que duró casi un año y me tuve que tragar yo solo, por vergüenza a la gente que durante todo ese tiempo me decía que la Obra no era algo bueno.

Hoy en día mi vida se ve bastante vinculada a la misma gente de entonces. La mayoría  de mis amigos van a círculos, a mi ni se me ocurre preguntar si puedo ir porque ya se la respuesta. Todavía hay secuelas de lo que hice, en el sentido en que muchas de las cosas que pretendo hacer en mi vida académica están bajo la atenta mirada de unos cuantos numerarios que no quieren que salga adelante. Hay alguno que sin ni si quiera conocerme le doy tanto asco que me hace la vida imposible. Pero eso si, la venganza se sirve en plato frío, y el Señor es quien juzga, no un numerario que se cree que es doctor en teología. Lo peor de todo es que yo en el fondo estoy frustrado por su culpa, porque me han hecho entender que no valgo para nada. Y me lo creo. 

Esto es todo, una víctima más de tantas. Seguramente historias como esta hay unas cuantas, pero uno ya se harta de callar.

Miércoles









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