Nota al comentario de 'Un amigo' de 21 de abril de 2006.- Oraculo
Fecha Monday, 24 April 2006
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


           

Tomando pie en la última aclaración publicada por Un amigo y buscando la convergencia de puntos de vista donde se pueda o, al menos, la delimitación precisa de las discrepancias, me parece entender que, cuando él alude a la Iglesia, consciente o inconscientemente piensa sólo en su elemento jerárquico y su valoración parece referirse al ejercicio de la sacra potestas por sus jerarcas en general. Si es así, tendría que decir entonces que su juicio me parece demasiado genérico para resultar válido, pues subjetiva responsabilidades de modo abstracto. Si hablamos de un obrar moral incorrecto, los sujetos deberían ser concretos y personales. Y además, al ser juicios sobre conductas morales, éstos deberían formularse con mayor rigor, en atención a las personas. No ignoro la discusión sobre el concepto de estructuras de pecado, pero éste es otro tema distinto.

         Diré ahora lo mismo, pero con las expresiones teológicas de Ioseph Ratzinger. La realidad de la Iglesia cristiana es Wort und Sakrament, Palabra y Sacramento, y también das Amt, el Oficio que los sirve. Las deficiencias de quienes sirven el Oficio o en el servicio mismo no son argumento contra la Iglesia, aunque la credibilidad del testimonio reclama ciertamente la mejor calidad moral en los testigos que sirven su Palabra. En cambio, con el Opus Dei no sucede nunca lo mismo, porque ni posee “Palabra” propia, ni menos es “Sacramento”, y su realidad eclesial sólo puede consistir en “modos de servicio” engarzados en el Oficio. Aquí sucede entonces que, si el “servicio” no es como debiera, toda su realidad institucional pierde justificación y carece de sentido. Y esto jamás sucede con la Iglesia. La oración de Escrivá  fue precisamente ésa: ¡Si el Opus Dei no es para servir a la Iglesia, Señor, destrúyelo ahora mimo! Pero no es necesario que Dios destruya nada: si no cumple su misión carismática, se diluirá gradualmente por esterilidad, como cosa de hombres, abandonado a su réprobo sentir (Rom 1:28), aunque no sin causar estragos, de los que también Dios se vale para purificar a unos y otros. La Providencia divina suele obrar así.

         Oráculo









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