SOBRE GATOS Y PERROS.- Satur
Fecha Monday, 03 April 2006
Tema 100. Aspectos sociológicos


Ari me lanza un guante para que escriba algo sobre la crueldad… ¡¡¡allá voyyyyyy!!!.  Él cuenta unas anéldotas donde no todo es crueldad, allí se ve clasismo, elitismo, gamberradas y también crueldad. Y creo que no es tanto por si se es o no del Manchester como porque la naturaleza humana, en tanti contri humana, es cruel: Caín, que yo sepa, no era de la opus y le pega un guarrazo al bueno de Abel que lo puso tieso… luego vinimos los demás.

 

También pienso que en algunas culturas los ritos de iniciación a la vida pasan por la crueldad, el hacerse el chulito, el macho que quiere destacar y comportarse como los machos deben comportarse… y en la España de hace unos años, me temo que en algunos aspectos  hoy también, esas actitudes estaban muy bien vistas. Vamos a decirlo claramente: se era muy guarro, muy basto, muy machote y muy cruel...



La higiene personal, por ejemplo, era pura guarrenguería –la media se bañaba una vez a la semana– : recuerdo en el colegio hacer concursos de burillas de mierda: te chupabas el dedo y comenzabas a frotarte el brazo y a ver a quién le salían más bolitas negras; ser malhablado estaba justificado: en mi ciudad, que no es Versalles precisamente, cuando íbamos en grupo y veíamos una chica guapa se le gritaba “ ¡¡¡quién te pillara cagandooooo, maja!!!”; meterse con el tonto, con el débil, con el que tenía defecto físico era una buena manera de divertirse, empezando por los propios profesores (recuerdo uno, en los jesuitas, que a uno que era muy cabezón le llamaba “Chupachups” ante el despiporre del personal, y no contento con eso, siempre que le sacaba a la pizarra o encerado, que dirían los cursis, le hacía una gracieta tipo “oye, si un día te compras una moto no pidas que te regalen el caso… tu cómprate el casco que seguro te regalan la moto). Y la crueldad con los animales era algo muy habitual.

 

No justifico nada… es más, me avergüenza haber pertenecido a ese club, y haber colaborado en semejantes historias, ya sea como sujeto paciente o sujeto como se diga.

 

Josgar cuenta la anécdota de aquel agregado que mordió con todas sus fuerzas a una vaca en una de las patas traseras porque la pobre estaba en medio de una carretera y no dejaba vía libre. No está mal como aperitivo. Y dudo mucho que el motivo de semejante actitud fuera la crueldad a pelo o el ser agregado. Hay mucho notas por el mundo que piensa que eso es un puntazo… otra cosa es qué pensaría la vaca.

 

En Pijaró se hacían unos cursos anuales en verano donde estábamos cienes de personas. Aquello era un guirigay: uno de mayores, otro del centro de estudios, otro de recién pitados, otro de tíos que no habían terminado el bienio… y con nosotros también debían de hacer cursos anuales una manada de gatos de todo tipo y pelaje que deambulaban por los pinares que hay dentro del colegio. Un día amaneció ahorcado un gato. Los que íbamos andando de un pabellón a otro para asistir a la meditación y Misa, sin romper el tiempo de la noche, encomendamos el alma de aquel minino que, con toda seguridad, no se había suicidado. No se le dio más importancia al asunto… al día siguiente, ¡coño, otro gato ahorcado!. Vuelta a encomendar al gato y a por otra cosa, mariposa. En el desayuno se habló del tema, pero como muy en secreto. Nadie sabía quién podía ser el gaticida, el  asesino que apretaba el gatillo. Tercer día y… ¡correcto!, pero esta vez no fue un gato sino ¡¡¡tres!!!.

 

Aquí la cosa ya se puso seria y comenzaron a darse avisos en todos los cursos anuales -supongo que en el de mayores no: cuesta imaginar a Don Rafael Termes y a Don Juan Jiménez Vargas haciendo un lazo en la oscuridad y ahorcando un lindo gatito-. Pero nada amedrentaba a nuestros psicópatas. Dejaron de ahorcar durante unos días, pero  poco tiempo después siguieron apareciendo gatos muertos aquí y allá: uno de ellos debajo de una tienda de campaña que alguien le lanzó desde una ventana. Los avisos se sucedían en intensidad y número, y el tono de los mismos era como para pensárselo muy, pero que mucho.

 

El día que apareció un gato quemado en el polideportivo fue el día en que las distintas direcciones decidieron tomar cartas en el asunto. Como desconocían quien o quienes eran los culpables hicieron una lista de posibles psicópatas, entre los que me encontraba yo, y nos convocaron a una reunión fuera aparte en dirección. La verdad es que yo no tenía nada que ver en el asunto de los gatos, sin encambio, unos tienen la fama y otros cardan la lana (¿ se dice “cardar”?). Es verdad que una noche, mientras rezábamos el rosario, cazamos un murciélago y no se nos ocurrió cosa mejor que clavarle en  el tablón de anuncios las alas con unas chinchetas y ponerle un cigarrillo en la boca… y esa es la razón por la que fui convocado, tenía antecedentes penales… aunque con pilotos (ya sabréis el chiste: el de las dos ratas que están paseando y se encuentran con un murciélago y una le saluda con “¡chao, chico!”. Y la otra le dice “oye, ¡qué feo es!”. Y le contesta la que le ha saludado “ya, pero es piloto”…).

 

La bronca que cayó allí fue apoteósica. Parecía que el tío iba a sacar un gato de oro, lo fundía allí mismo y nos lo echaba al coleto, como otrora hizo Moisés con los del becerro. El que nos echó la bronca era médico y no se cortó un pelo.  Entre otras cosas  afirmó de un modo categórico, tan categórico que lo dijo a gritos, que estaba demostrado que el maltrato y crueldad con los animales era señal clara de represión sexual, que estaba seguro que el que lo había hecho, o los que lo habían hecho, tenían serios problemas de pureza, que muy probablemente necesitaran ayuda médica y que como apareciera otro gato muerto nos íbamos a la puta calle todos.

 

En aquel momento uno no alcanzaba a entender qué relación podía haber entre sexo y gato, o sexo y murciélago. Por más vueltas que le daba al asunto me costaba creer que mis problemas de pureza, por otro lado de lo más normalitos, nada del otro jueves, pimpam, pimpam, tuvieran algo que ver con la crueldad con los animales.

 

Ahora sí que lo entiendo.

 

Lo cierto es que todos nos pusimos coloradotes coloradotes… normal, a nadie le gusta que le miren y le digan que es un reprimido sexual, un perverso, y un enfermo. Eso corta mucho.

 

Después supimos quienes fueron. Ignoro si eran unos reprimidos sexuales. Uno de ellos es sacerdote, hoy un hombre de cincuenta tacos, alto, brutote y muy bestia. De él se contaban auténticas barbaridades que no sabías si eran ciertas o pura leyenda… De todas formas, yo presencié una, y no me extrañaría nada que todo lo que se hablara fuera cierto.

 

Y es que una vuelta ciclista a España pasaba por un pueblo pequeñín. En mitad del pueblo pequeñín había una curva bastante cerrada que obligaba a la serpiente multicolor a estirarse mucho, frenar y girar lentamente. Allí se apostó nuestro hombre con cuatro tíos más cargados de dos baldes de agua, auténticos barreños de diez litros, con el objeto de refrescar a los sudorosos ciclistas. Es sabido que lo agradecen. Pero, claro, una cosa es que te tiren poquito a poco un litro de agua sobre el cogote, y otra muy distinta que te echen diez litros, diez, así, de sopetón, en medio de una curva cerrada, a escasísima velocidad.

 

¡Acertásteis!:no bien lanzaron los dos barreños sobre tres corredores cayeron al suelo aturdidos por la tromba que les había caído, y tras ellos todo el pelotón.

 

Esas cosas al tío le ponían que no veas. Disfrutaba el cabrón.

 

De los perros de Cabavianca se cuentan muchos finales. Hace un tiempo traté de uno que agredió a un residente de madrugada y lo dejó  hecho un zorrostrio como Dar Vathen, pa esconder. Se sabe que fue muerto por envenenamiento –el perro, no el residente de Cavabianca. Y fue por encargo de la dirección. Conozco al que lo hizo, porque era el encargado de chuchos y jaulas y así lo contaba. La verdad es que eran perros asesinos, killers total, nasíos para matar, microcefálicos y con esa mirada de locura que te dejan paralizado nada más verlo. Cuando atacan van directamente al cuello y no cejan en su empeño. Date por jodido. No son como el agregado de la vaca, que ése mordía y soltaba (supongo), no, no, estos enganchan y ya no sueltan. Y, claro, uno se imagina que en lugar de zamparse a un alumno tipo B la toman con el Prelado, o con Sodano que va de visita al Seminario Internacional, o con un teólogo muy listo y muy preparado y se arma un potorro guapo guapo.

 

Así que desaparecieron todos.

 

Otro día , Dios menguante, más.

 

 

 







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