Cumplimiento de las Normas.- Malco
Fecha Friday, 24 March 2006
Tema 900. Sin clasificar


Hola a todos.

 Quiero responder al envío de Josepho (lunes, 20 de marzo) en que habla del cumplimiento de las Normas, en relación con la frase de Escrivá sobre la salvación. Pensaba que eran preguntas retóricas (irónicas), pero pedían respuestas. Y pienso que esta cuestión toca el nervio de muchas reflexiones sobre las que damos vueltas y más vueltas.

El principal escollo teológico entre Reforma y Contrarreforma es precisamente esta: si lo que salva es la sola Fe (luteranismo), o son las obras (catolicismo). Antes de proseguir, debo decirte que encontré "resuelta" (es un decir) esta dicotomía en un artículo del anglicano C.S.Lewis, titulado "Fe", que está en uno de sus libros de ensayos, publicados por Rialp (no sé ahora si Dios en el banquillo, o cuál). Hay dos con el mismo título, van seguidos, yo me refiero al segundo. La noche que lo releí, el año pasado, me quedé asombrado. Explica el malentendido "por ambas partes", como si fuera una pregunta falsa, o mal planteada. Curiosamente, hace unos días leí una respuesta de Cesar Vidal -a quien, por ser evangélico, le preguntan a menudo sobre estos asuntos-en un chat de libertaddigital, muy interesante al respecto:...



"Las obras no serían el precio para pagar la salvación, sino la manifestación de que ya se ha sido salvado (Efesios 2, 8-10). Resultaría externamente manifiesto lo que es internamente obvio para Dios."
 
Si hacemos caricatura de cada posición, quizá se vea más claro. Un interlocutor diría: "si no salvan las obras, sino la sola fe, ¡ancha es Castilla!, no hay ley ni orden, y lo mismo es pecar que no pecar. Basta con creer en Jesucristo, y ya está". El otro interlocutor diría: "¡qué facil la salvación para vosotros! Basta con hacer una serie de obras, abstenerse de ciertos vicios, dar dinero a la Iglesia, y ¡hala! ¡al Cielo! ¿Dónde está la verdadera conversión?" Y los dos tendrían su parte de razón. La cuestión es más dificil, y más sencilla, según mi modesto entender:
 
La Gracia es un don. Y sólo Dios puede salvar. De hecho, Lewis llega a describir el Cielo como un sitio en que a nadie le importa merecer o no la salvación, sino que simplemente tiene que abrir los brazos para recibir. Tiene que querer ser salvado, pero el que le salva es Otro. En este sentido, toda obra es vana: "Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los constructores". Pero también:"trabajad por vuestra salvación, con temor y esfuerzo". Esta paradoja del cristianismo -trabajar en la propia salvación, pero abandonándose a la acción divina- pienso que la quiso sintetizar Escrivá en aquello de: "poner todos los medios humanos como si no existieran los sobrenaturales, y poner todos los medios sobrenaturales como si no existieran los humanos". Su debilidad radica en que entendía los "medios sobrenaturales" también de un modo "muy humano": rezar, mortificarse, ofrecer... Hacer cosas, cada vez más cosas, y al fin al cabo todo depende de uno mismo.  Cumplir, anotar, ser muy exacto y perfecto en los deberes concretos. Y esta visión ahoga el espíritu, lo "cosifica". Pretende hace cuantificable la Gracia, que es infinita, porque se derrama sobre los hombres de un modo que Ratzinger ha descrito -en Introducción al Cristianismo- como "excesivo". En ese libro se contrapone la vieja idea de la Redención como un pago por nuestros pecados -es decir, algo que había que comprar a un precio exacto, y que por lo tanto "tenía que ser así", con la manera de ser de Dios, que según Ratzinger es el exceso: en la Creación y en la Redención. Dios "no necesitaba" la Cruz como forma de Redención, no era el justo precio por una deuda, sino que sucedió así porque responde a la naturaleza propia de Dios, que es desbordante y generosa.
 
Una vez alguien me habló de los que se encontraban con Nuestro Señor, y se convertían, como la adúltera, o el publicano. Me dijo que la conversión era ese encuentro, esa maravilla de conocerlo y recibir su amor, de encontrar un nuevo comienzo. Y que el cambio de vida, el cambio en sus actos -ese "y no peques más", o mejor, el arrebato generoso y un poco activista de Zaqueo- no era más que el corolario de su conversión, es decir: la manifestación de que ya se ha sido salvado. Pero nadie podría legítimamente decir que se habían convertido porque ahora hacían buenas obras, sino que las hacían -o lo deseaban- porque ya se habían convertido, porque habían conocido al Maestro Bueno. Parece una matiz demasiado sutil, pero ahí se encuentra la diferencia entre el "cumplidor", que se cree justificado por sus actos, y el "santo", que ni siquiera piensa en sí mismo sino tan sólo en la luz que le llega de lo alto -o desde dentro-, y no anota sus actos en una hoja de servicios.
 
Y algo más: Jesús relativiza los actos humanos, advirtiéndonos del peligro de juzgar por los actos externos. Y además con el ejemplo más cuantificable que existe: el dinero. En la parábola del óbolo de la viuda. Es la limosna más valiosa (siendo mínima), porque da todo lo que tiene. O sea: cuidado con juzgar, con cuantificar, pues sólo el Padre -que ve en lo escondido- sabe la verdad de cada uno.
 
"El que me ama, cumple mis Mandamientos", pero también: "El que no nazca de nuevo..."
 
El gran peligro del opusino es creerse que, por cumplir y cumplir, por no salirse del carril impuesto, estará más cerca del Reino de los Cielos.  Y yo, como ex, me encuentro con un problema que va de lo psicológico a lo espiritual. He llegado a detestar tanto el cumplimiento, la normatividad, el voluntarismo, que todo lo que huela, en la Fe, a ejercicio de la voluntad, me repugna. Y eso también es un peligro, porque al rechazar un extremo se puede caer en otro; por ejemplo, el pietismo, o la laxitud moral. Y también la falta de comprensión ( de caridad) para quien no ha vivido este proceso. Iba a decir "todavía", pero es seguro que muchos no lo vivirán nunca.
 
Pero ¿qué le vamos a hacer? Con estos bueyes tenemos que arar.
 
Y para terminar, brindemos.
 
 

Malco






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