EL ORATORIO DEL CONSEJO GENERAL.- escriBa
Fecha Wednesday, 15 March 2006
Tema 060. Libertad, coacción, control


VIVIR PARA VER!!! (II)

DESCRIPCIÓN DEL ORATORIO DE PENTECOSTÉS, GOBIERNO CENTRAL DEL OPUS DEI, VILLA TEVERE.

 

 

Después de haber descrito el disparatado oratorio privado que escrivá se construyó en la sede central del opus dei (1 de marzo, 2006) voy a "atacar" otro de los iconos de la institución: el oratorio de Pentecostés, el oratorio del Consejo General.

 

Pero antes, un preámbulo para entrar en materia. La obra está gobernada por varones, exclusivamente. Si a alguien le quedaba alguna duda de que en el opus dei la mujer es tratada de inferior, aquí tendrá la prueba de lo contrario. Veamos: en la web oficial de la prelatura nos ofrecen un precioso gráfico explicativo sobre el modo en que funciona el gobierno central.

 

 

 

Según ese gráfico, dos organismos colaboran con el prelado en la labor de gobierno: el Consejo General (varones) y la Asesoría Central (mujeres). El problema que tiene este gráfico es que ha sido compuesto por una persona del opus dei... y –lo que es peor- una persona del opus dei bajo las ordenes del gobierno de la prelatura. Una persona del opus dei no puede decir la verdad porque entonces tendrá que reconocer que su vida es mentira, de aquí se desprenden los atroces problemas de conciencia por los que todos hemos pasado. El gobierno del opus dei es algo muy distinto y mucho peor: la quinta esencia de la falsedad. La dictadura de la mentira obsesiva...



El gráfico del que venimos hablando nos sitúa a los dos organismos al mismo nivel pero su función y características son muy distintas. Es verdad que el nombre de los organismos es diferente, el Consejo tiene –supuestamente- poder de decisión. La Asesoría no tiene por qué tenerlo. También debemos cuestionarnos por qué el organismo que decide tiene que ser de varones y el asesor de mujeres y no puede ser a la inversa.

Si leemos el texto que acompaña al gráfico la cosa se vuelve mucho más extraña, nos topamos con lo siguiente: “En el gobierno del Opus Dei, el prelado cuenta con la colaboración de un consejo de mujeres, la Asesoría Central, y otro de hombres, el Consejo General. Ambos tienen su sede en Roma”. Utiliza el mismo término ‘Consejo’ para los dos organismos. A todas luces es evidente que se nos pretende convencer de que el “consejo de mujeres” y el “otro de hombres” están al mismo nivel, que tienen la misma potestad e importancia, incluso mencionan en primer lugar el organismo formado por mujeres como si fuese el que merece una consideración mayor.

La realidad: las decisiones son tomadas exclusivamente por el prelado y –como mucho- puede delegar alguna decisión en dos o tres sacerdotes de su confianza. El Consejo General trata los temas y hasta vota... pero solamente se hace lo que el Consejo decide “colegialmente” cuando coincide con lo que el prelado desea, y si no, la cosa vuelve a ‘estudiarse’ hasta que se ‘decida’ lo que los 2 ó 3 caciques de turno han decidido previamente. El organismo de mujeres  no interviene de ninguna manera, el Consejo General se limita a comunicar a la Asesoría lo que ha decidido y –sobre esto- la Asesoría Central puede hacer sugerencias que no obligan a nada al Consejo. O sea el Consejo General puede dar carpetazo a una cuestión y no volver a tratarla diga lo que diga la Asesoría. El trabajo de la Asesoría se reduce a aplicar a la sección de mujeres las directrices marcadas por el Consejo General para toda la obra.

Estos modos están descritos en el magnífico libro de Carmen Tapia: Esta forma de gobernar "a dedo" está basada en el número 320 de las Constituciones del Opus Dei donde dice claramente: "El Padre tiene potestad sobre todas las regiones, los centros y cada uno de los miembros y los bienes del Instituto, la cual ha de ejercer con arreglo a estas Constituciones." Nunca presencié en la Asesoría Central caso alguno en que alguien estuviera en desacuerdo con el Padre y me pregunto qué hubiera ocurrido si alguien hubiera dicho que no a alguna sugerencia o indicación suya. Las reuniones de la Asesoría Central, como insisto, eran "una democracia dirigida": se sensibilizaba a la gente, antes de tener lugar la reunión, sobre aquellos asuntos que monseñor Escrivá indicaba de una determinada manera.

Había votaciones, por supuesto, en este gobierno, pero principalmente cuando se trataba de la incorporación a perpetuidad de alguna asociada, tanto numeraria como auxiliar. Y en muy pocas cosas más. Estaba claro que en ninguna reunión de la Asesoría jamás se oía una voz disonante de la del Fundador. De más está decir que una objeción hubiera sido falta de ‘unidad’.”

Aquí la esquizofrenia de la obra se manifiesta en la dualidad: colegialidad/unidad, todo el oratorio de Pentecostés es un manifiesto a favor de la unidad en detrimento de la colegialidad. ‘Unidad’ entendida como adhesión ciega y fanática a las disposiciones de escrivá y sus sucesores. Lo de la ‘colegialidad’ es otra artimaña para cultivar una imagen distinta de la real y más conveniente para la obra. Del mismo modo que echando un vistazo al oratorio privado de escrivá podemos llegar a la diáfana conclusión de que el fundador no estaba bien de la cabeza, echando un vistazo al oratorio del Consejo percibimos –por el modo en que está planteado- quién es el que manda en el opus dei.

Este oratorio se consagra en 1957 y se encuentra en Villa Vechia, el más importante de los 8 edificios que integran Villa Tevere, la sede central del opus dei. En este mismo año llega a Roma el sagrario que constituirá la pieza central del oratorio, después de 2 años de trabajo en Talleres de Arte Granda (Madrid) siguiendo -como siempre y en todo- las indicaciones de escrivá. El sagrario tiene forma de templete renacentista de planta circular, su materia prima es plata maciza sobredorada. Es muy similar al templete de Bramante en San Pietro in Montorio, Roma. Tres escalones, un cuerpo de columnas y una cúpula. En este sagrario las columnas son de amatista, entre ellas las representaciones en altorrelieve de los 4 patronos de la obra en plata y esmalte. Una gran puerta con 10 relieves de marfil, en el centro un esmalte y toda la superficie restante cubierta de piedras preciosas. El friso donde rematan las columnas es de malaquita y sostiene a 8 figuras exentas de marfil de ángeles sentados sosteniendo panes y peces. La cúpula está realizada con escamas de lapislázuli, con medallones de pórfido y ónice. Sobre la puerta hay un frontón que alberga el sello de la obra custodiado por otros dos ángeles de marfil. Bajo el frontón una cartela con las palabras ‘CONSVMATI IN VNVM’. Todo rematado por una cruz de oro y rubíes. El sagrario dispone de otras dos cruces de remate intercambiables, una de ellas de platino, diamantes y perlas y otra de oro y platino forrada con esmeraldas, rubíes, diamantes y rosas de Francia. Todo el sagrario se eleva sobre una peana de ónice de Circeo. El conjunto mide unos 80 cm de altura. Por expreso deseo de escrivá se añadió otra cartela en la parte posterior del sagrario, con las palabras: “Ut omnes unum sint sicut tu pater in me et ego in te, ut sint unum sicut et nos unum sumus”. En el caso que nos ocupa que todos en la obra sean como el padre (escrivá), como escrivá es Dios. El interior se cubre con representaciones de ángeles: 2 de oro repujado y 2 en esmalte, en la pared del fondo un crismón realizado enteramente en rubíes, el interior de la cúpula esta enriquecido con un artesonado de oro y piedras semipreciosas.

El oratorio, de planta rectangular, tiene el presbiterio elevado en un extremo y la sede de escrivá en el opuesto. En los lados largos del rectángulo se encuentra la sillería corrida pegada al muro, de modo que la disposición de los asientos es como la de un coro, en forma de “U”.  Todas las paredes están cubiertas de vidrieras de vivos colores, la luz que las atraviesa no procede de ningún vano en el muro sino que es artificial, o sea que se trata de vidrieras simuladas (idea feliz de algún arquitecto de escrivá y que se repite obsesivamente en toda Villa Tevere).

“Me viste celebrar la Santa Misa sobre un altar desnudo -mesa y ara-, sin retablo. El Crucifijo, grande. Los candeleros recios, con hachones de cera, que se escalonan: más altos, junto a la cruz. Frontal del color del día. Casulla amplia. Severo de líneas, ancha la copa y rico el cáliz. Ausente la luz eléctrica, que no echamos en falta.
-Y te costó trabajo salir del oratorio: se estaba bien allí. ¿Ves cómo lleva a Dios, cómo acerca a Dios el rigor de la liturgia?”
(punto 543 de Camino). Pues aquí toda la iluminación es eléctrica, artificial y simulada, artificiosa... como el propio opus dei.

El presbiterio se encuentra en uno de los lados cortos del rectángulo, su pavimento, al igual que la escalinata que lo eleva, está realizado en granito rojo de Asuán. La mesa de altar es de mármoles antiguos, la sostienen dos grandes mensulones y, por la parte delantera, 4 ángeles de bronce dorado, dos a cada lado. Entre las dos parejas de ángeles hay una imponente urna de una sola pieza de lapislázuli, con dos cabezas de león que sostienen aldabas y, en el centro, el sello de la obra dentro de una corona de laurel, todo en bronce dorado. 6 candelabros cuajados de decoración de bronce dorado. El retablo es una gran vidriera articulada con columnillas de mármol africano y flanqueada por dos parejas de columnas de gran tamaño de mármol Rosso Collemandina enriquecidas con una exuberante ornamentación de bronce dorado. La puerta que comunica el presbiterio con la sacristía es de ébano con apliques y ornamentación de bronce dorado.

El suelo del oratorio es de grandes placas recortadas de mármoles antiguos dispuestos según dibujos geométricos, con una estrella en el centro de mármol amarillo de Numidia. Entre las vidrieras de las paredes laterales, pilastras corintias. Los asientos de la sillería son de mármol que en la parte de la silla se cubren con diversas maderas nobles (como la caoba). En las ‘misericordias’ de los asientos está tallada la ‘Historia del borrico’. Los reclinatorios de alabastros con ornamentaciones vegetales de bronce dorado. El techo es plano con artesonado de estuco y oro, todo chorrea de oro, guirnaldas, decoraciones frutales, etc.

La pared opuesta a la del presbiterio (el otro lado corto del rectángulo) presenta dos puertas, sobre ellas, dos relieves simétricos de ángeles de Carrara. Uno lleva una certela con la palabra “Pax”, el otro “In Aeternum”. Entre las puertas, la sede de escrivá y de sus dos custodes, uno a su derecha y otro a su izquierda. El lugar que escrivá se hizo construir, presidiendo el oratorio de Pentecostés, se parece más al magnifico trono de un emperador bizantino que al asiento principal de una sillería.  Se trata de tres sitiales elevados, el más alto es –obviamente- el reservado al fundador, realizados en mármol de Carrara con incrustaciones de mármoles antiguos y piedras semipreciosas, albergados por un gran ábside (símbolo de honor desde la antigüedad) que se cubre con una bóveda de cuarto de cañón forrada de mosaicos de oro y vidrio coloreado representando ángeles. El muro está articulado con pequeñas pilastras y 7 vidrieras lo adornan. En este sitial se sentaba escrivá cuando hacía sus apariciones vestido con la sotana morada de Prelado Doméstico de Su Santidad, con toda la pompa y dignidad necesarias para recordar a sus ‘generales’ que es él quien manda y quien está revestido de la autoridad divina.

Y en este trono es donde tuvo lugar uno de los estrafalarios y bochornosos numeritos, tan propios de escrivá, de esos que desafían los límites del ridículo. Carandell lo narra en su libro: Personalidades del séquito de don Juan de Borbón han contado en Madrid que cuando, no hace muchos años, el conde de Barcelona visitó a don Josemaría Escrivá de Balaguer en su residencia romana, el fundador le acompañó, como suele hacerlo con los visitantes ilustres, a recorrer la casa. Cuando entró la comitiva en la espléndida basílica construida en el recinto con todo el lujo que la Obra sabe poner en sus cosas, sucedió algo que, según dicen, dejó mudo de asombro al hijo de don Alfonso XIII. Don Josemaría Escrivá de Balaguer se acercó al coro de madera noble tallada y, sentándose en el sillón que le está reservado, y que aparece algo más adelantado que los demás, empezó a explicar a don Juan de Borbón que él se sentaba todos los días allí y hablaba con Dios de esta manera:

-Señor, Josemaría ha hecho mucho por la Iglesia. Y hará todavía mucho más...”

(Sin comentarios)

Queda claro cómo se dirige el opus dei, quién manda y quién obedece, el modo en que se organiza el gobierno se materializa en el planteamiento del oratorio.

Pero, en el gobierno de la prelatura también intervienen mujeres (por lo menos de cara a la galería) ¿dónde está su espacio?

Si miramos al altar de frente, a nuestra derecha en el muro lateral del presbiterio llamará nuestra atención una solidísima reja de hierro forjado y acristalada. Si miramos entre los barrotes ¿qué veremos? Nada. La visión nos la impide un espeso y pesado cortinón de terciopelo granate. Detrás de este cortinón se encuentra un espacio rectangular, sobrio y angosto: el seudo-oratorio de la Asesoría Central. Todo el lujo del oratorio de los varones se torna aquí fría sobriedad. Al fondo: una imagen de la Virgen con el Niño en altorrelieve, de Carrara, con los escalones de su pedestal cubiertos con rosas de plata dorada que fueron pedidas desde Roma a todas las regiones de la obra. Flanqueando la imagen dos pequeñas ventanas geminadas con vidrieras, también de luz artificial, que constituyen el único medio por el que se ilumina la estancia. A derecha e izquierda dos filas de asientos en madera de nogal con los reclinatorios lisos también de madera. Los ricos mármoles, alabastros y ónices del oratorio de varones están ausentes en el de mujeres, aquí las paredes se cubren con pintura en tonos azules y grises definiendo formas geométricas. La cubierta está decorada con discretos casetones pintados con colores planos y fríos, nada que ver con escandaloso techo del oratorio de varones cubierto de oro. Desde este espacio las mujeres de la Asesoría asisten a la misa del padre, bizqueando con la esperanza de captar alguna imagen del altar a través de los pocos centímetros que se descorren de la cortina.

Así que las mujeres están en el lugar que –según escrivá- les corresponde: supeditadas al varón, también y por supuesto, a la hora de gobernar la obra. La solución de la estancia tras la reja es idéntica a la que puede verse en el espacio reservado a las monjas en las iglesias de los conventos.

Esta es la manera de regir los destinos del opus dei y la manera de escenificarlos, de crear un espacio donde escrivá pudiera dejar claro quien era él con respecto a los suyos y el lugar que ocupan las mujeres en el opus dei.

Un abrazo!!!

escriBa

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