¿Peligro? Bien, y ¿qué?.- Itaca
Fecha Wednesday, 08 March 2006
Tema 010. Testimonios


Dice Jose C. que los que ponemos nuestra foto en la web y damos nuestro nombre corremos un peligro. Lo sé y este tema lo he valorado no ahora, sino desde hace ya muchos años, y éste es mi testimonio:

Cuando dejé la Obra no quise hacer daño a ninguna persona de la institución que hubiera tenido trato conmigo y por ello me fui en silencio, quasi in oculto, sin dar explicaciones ni justificaciones de mi decisión a nadie, ni siquiera a mi madre. Me pareció que era lo correcto.
Pero una cosa tenía clara: si tenía que decir la verdad, por amor a la verdad, la diría, y asumiría lo que ello me comportara. Y me diréis: ¿por qué esta especie de esquizofrenia? Haré un poco de historia: cuando estalló el caso Matesa (miembros muy significados del Opus envueltos en un asunto de evasión de capitales y de fraude a Hacienda) nos llegó a los centros una nota interna defendiendo la honorabilidad y el recto proceder de algunos ministros del Opus implicados (García Moncó, Espinosa) y dándonos pautas de conducta sobre este tema. Después de leer la nota, me fui a dirección y le pregunté a mi directora: “Si esto es así, ¿por qué no dimite López Rodó, que forma parte del gobierno, en solidaridad con los procesados? Se me contestó que eso era tema de libre opción. Y yo respondí: “No, porque quien colabora con la injusticia, se hace injusto”.

Yo jamás atacaré a las personas, porque bastante carga ya llevan encima, pero jamás colaboraré con la mentira, porque no puedo, porque va en contra de todo aquello que yo valoro: la verdad, la dignidad, el decoro (nulla ethica sine aesthetica). Por eso, hace ya muchos años, promoví y encabecé una carta a favor del primer libro de Mª Angustias Moreno, colaboré en la redacción de algunos artículos aparecidos en revistas de ámbito nacional, escribí en cartas a los lectores y di mi testimonio en libros posteriores de Mª Angustias: todavía conservo la cinta magnetofónica que grabé de mi entrevista (no deseada por mí) con Benito Badrinas y Severino Monzó sobre la supuesta (para ellos evidente) homosexualidad de esta exnumeraria. Y yo entonces ((y después) trabajaba en una empresa en la que personas muy afines a la Obra ocupaban puestos directivos.

Años después, con motivo de la beatificación de Escrivá, aparecieron libros con testimonios de exnumerarios y, entre ellos, mi testificación notarial de la entrevista con aquellos sacerdotes. Por un fallo de la editorial, en mi aportación aparecía no sólo mi nombre, sino también la dirección de mi domicilio familiar con todo detalle. En esta ocasión confieso que tuve miedo, no tanto por mí (me tienen perfectamente localizada) como por mi familia: hay mucho desequilibrado suelto por el mundo.... Tuve que pedirles notarialmente la supresión de mis datos, pero en fin, todo fue para bien: gracias a este fallo, una numeraria en crisis pudo entrar en contacto conmigo y la pude ayudar, en lo que me fue posible, a encontrar el camino de salida. ¡Ah! Carmen Charo, qué valiosa fue tu ayuda! Y qué valiosa, desde entonces, tu amistad.

Creo que he dicho en alguna ocasión que el Viatge a Itaca de Lluís Llach fue la canción que me acompañó en los meses anteriores y posteriores a mi salida de la Obra. Pero no fue la única: me acompañó también una poesía de Blas de Otero musicada por Paco Ibáñez: “Me queda la palabra”. ¿Me permitís que os mencione esos versos?

“Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré como un anillo al agua,
Si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada,
Si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra”.
¿Despecho? ¿Revancha? No llevo en el corazón estas palabras; son inútiles. Quizá prefiero testimonio y amor, aunque ellos posiblemente no lo consideren así. Y, ante todo, veracidad. Veracidad ante mí misma, ante vosotros, ante la historia. Porque aunque pequeños, posiblemente insignificantes, somos historia, somos LA HISTORIA.
Y bueno, ya que hoy estoy de poesías, voy a acabar con una clásica y no por conocida menos valiosa: la de Quevedo:
“No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.
En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.
Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda,
que es lengua la verdad de Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda”.


Anna









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=7099