La infalibilidad y las canonizaciones.- GalenoZ
Fecha Friday, 24 February 2006
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Respetables señores.

 

He leído con atención que el articulo de la Enciclopedia Católica referente a la Infalibilidad Papal y Canonización que en parte dice:

 

¿Es infalible el Papa al expedir un decreto de canonización? La mayor parte de los teólogos concuerdan con una respuesta afirmativa... En Quodlib. IX, a 16, Sto. Tomás dice: "Dado que el honor que profesamos a los santos es en cierto sentido, una profesión de fe, i.e., una creencia en la gloria de los santos, debemos píamente creer que, en este asunto, también el juicio de la Iglesia está libre de error." Estas palabras de Sto. Tomás, como es evidente si recordamos todas las autoridades que hemos citado, favoreciendo positivamente la infalibilidad, son interpretadas como infalibilidad Papal en el asunto de la canonización. Esta infalibilidad, de acuerdo con el doctor santo, es un asunto de creencia pía.

...La opinión generalizada de los teólogos es que lo único que queda definido y lo único que se necesita indicar es que la persona canonizada está en el cielo."

Es conveniente tener muy en cuenta la doctrina de la Iglesia sobre la infalibilidad del Sumo Pontífice al considerar que el 20 de diciembre de 2001 el Papa Juan Pablo II dio por válidos milagros efectuados por los entonces beatos padre Pío, José María Escribá de Balaguer, y Juan Diego.  Las canonizaciones de estos dos últimos, por diversos motivos,  fueron seriamente impugnadas dentro y fuera de la Iglesia. Algunos dudan de que don José María esté en el cielo y que pueda obrar milagros, pero aquellos que conocen la historia del culto guadalupano están seguros de que Juan Diego ni está en el cielo ni puede obrar milagros simplemente porque jamás existió.

 Os ruego leer con atención la carta que escribí en 1998 como respuesta a las inquietudes que mi hermana me hizo llegar a raíz de la campaña mediática de insultos y descalificaciones que el Episcopado Mexicano lanzó con el propósito de alentar el odium plebis contra el abad de la Basílica monseñor don Guillermo Shulemburg quién había sido nombrado abad de la Basílica de Guadalupe por el Papa Pablo VI y sólo un Papa podría removerlo. He aquí mi carta:



  En 1996 la revista católica italiana 30 Giorni publicó una entrevista con el anciano Abad de la Basílica de Guadalupe monseñor Guillermo Shulenburg en la que éste se refirió al culto guadalupano como producto del sincretismo de viejos cultos prehispánicos y el cristianismo europeo. De Juan Diego dijo que más que un hombre de carne y hueso, es un símbolo.

 

 Al llegar la noticia a México de las declaraciones del Abad, se armó un gran escándalo. La alta jerarquía de la Iglesia Católica lo acusó de antiguadalupano y cardenales, obispos y  arzobispos, no lo bajaban de “hipócrita”, “oportunista”, “sibarita amante de la buena vida”, “viejo chocho”, y “mal mexicano”: Sólo faltó que le acusaran de traición a la patria. Algunas organizaciones como la Acción Católica y el Opus Dei se dieron a la tarea de organizar cuadrillas de jovenzuelos fanatizados  y un día amanecieron las bardas de las ciudades pintarrajeadas con la consigna de “MUERA EL ABAD”.

 

Esto último podría parecerte duro, pero recuerda que yo fui miembro de la Acción Católica y  Congregante Mariano desde los 10 años hasta los 22 y sé como se manejan estas cosas pues por diferentes motivos también anduve en las “pintas”.

 

¿Pero que hay detrás de todo esto? ¿A quién asiste la razón, al abad o a sus detractores? ¿de parte de quién está la verdad? ¿de los "aparicionistas" que defienden la realidad de las apariciones del Tepeyac o de los "antiaparicionistas" que la niegan?

 

Veamos:

 En 1883, el Arzobispo Primado de México, don  Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, dirigió una carta al insigne historiador católico don Joaquín García Icazblalceta a fin de que diese su opinión acerca de las apariciones de la Virgen de Guadalupe . El señor Icazbalceta le responde excusándose de no poder hacerlo puesto que él no era teólogo sino historiador. Ante los remilgos del docto historiador para externar  una opinión, de Labastida le pide, casi le exige, que externara su parecer no como teólogo, sino desde el punto de vista histórico, terminaba diciendo: “te lo pido como amigo y te lo mando como prelado”.

 

 Don Joaquín responde a los requerimientos del Arzobispo en una larga carta  fechada el mes de Octubre de 1883.  Voy a ser lo más conciso que pueda, tarea harto difícil, al exponer los argumentos del Sr. Icazbalceta plasmados en su carta.

 

 Según se nos ha dicho las apariciones de la virgen tuvieron lugar del 9 al 12 de Diciembre de 1531. La ciudad de México-Tenochtitlan, fue tomada por las tropas de Hernán Cortés, el día de San Hipólito del mes de Agosto de 1521, apenas 10 años antes de las apariciones.

 

En ningún documento del Siglo XVI, en el que supuestamente se realizó el prodigio, se habla de las apariciones. El argumento de mas peso para negar el milagro es el “silencio universal” que gravita  sobre los afanes de los apologistas.

 

 Ninguno de los grandes cronistas del siglo XVI escribieron una sola línea sobre las apariciones: ni Bernal Díaz del Castillo, ni Gomora, ni Fr. Pedro de Gante, ni Fr. Toribio de Benavente “Motolinia” (1578), ni ninguno de los que cito a continuación: Muñoz Camargo (1576), el P. Valdés (1579),  el P. Durán (1580), el P. Acosta (1590), Dávila Padilla (1596), Tezozomoc (1598), Ixtlixochitl (1600). Ni Hernán Cortés que escribió 13 “cartas de relación” a Carlos V relatándole los acontecimientos, vida cotidiana y costumbres de los indios, escribió nada sobre la Virgen de Guadalupe; ni tampoco le informó del prodigio en las entrevistas personales que tuvo el conquistador en Barcelona con el monarca  Ni el mismo Zumárraga, supuesto testigo del milagro habla una sola palabra de un suceso en el que se le involucraría un siglo después de su muerte. Ni Fr. Bartolomé  de las Casas, protector universal de los indios, escribió nada de un suceso que hubiera beneficiado su causa al aparecer la Virgen a un hombre de cuya raza se discutía su racionalidad.

 

 Ni en los archivos históricos de México, ni en el Archivo de Indias de España, ni en los del Vaticano se encuentra ningún documento que hable de esa grande merced que el Cielo tuviera para nuestra nación. Tampoco en las actas de los concilios de la Iglesia Mexicana que tuvieron lugar en esa época ha quedado constancia alguna. ¿Cómo es posible que no se diera parte a la Santa Sede de la presencia de la Madre de Dios en México? ¿Por qué no se notificó al Rey Carlos V de que su reino había sido favorecido con la presencia de la Virgen Santísima?. Para el mismísimo  virrey de la Nueva España (nombre de México durante la colonia) pasó desapercibido el prodigio. SILENCIO TOTAL.

 

 Algunos de los cronistas más arriba citados, así como numerosas cartas y documentos nos informan que ya, hacia 1556,  se veneraba la imagen de la Virgen de Guadalupe en una ermita en el Tepeyac. Pero hay que subrayar que NO SE HABLA DE  LAS APARICIONES. Los aparicionistas confunden, interesadamente, la antigüedad del culto guadalupano con las apariciones, y cualquier documento  que haga alusión a la ermita es tomado como prueba del milagro. Por ejemplo, cuando Bernal relata que camino al cerro que va al Tepeyac hay una hermita dedicada a Nuestra Señora de Guadalupe, o el pasaje de Sahagún donde habla del culto a Tonanzin en el Tepeyac, o los legados testamentarios de indios y españoles que asignan donativos para la ermita; son tomados por los apologistas como "pruebas" de las apariciones, cuando lo único que nos indican es la antigüedad del culto. 

 

Cuando los conquistadores arrasaban los templos dedicados a las antiguas deidades prehispánicas, sobre las ruinas de los templos demolidos  levantaban sus iglesias cristianas y trocaban el culto a los viejos ídolos por la veneración a santos y deidades  del cristianismo. Así trocaron el culto del dios del agua, Tlaloc, por el de San Juan Bautista (nótese su relación con el agua). En Tlaxcala había un templo dedicado a Cihuacoatl la abuela de los dioses, su culto se cambió por el de la Sra. Santa Ana, madre de la virgen María y abuela de Cristo. En el cerro del Tepeyac se guardaba culto a Tonanzin, nuestra madre, se trocó por el culto a la Virgen de Guadalupe de Extremadura; Hernán Cortés y gran parte de sus soldados eran extremeños así que no debe extrañarnos su devoción por la virgen española.

 

 Algunos religiosos no veían con buenos ojos el sustituir los viejos cultos paganos por deidades cristianas ya que esta práctica contribuía a perpetuar la idolatría.

 

 A continuación inserto una cita de Fr. Bernardino de Sahagún  tomada de su  obra "Historia general delas cosas de la Nueva España" en la que nos deja ver su preocupación por las prácticas simulatorias, a la vez que confiesa ignorar el origen del culto guadalupano.

 

 Dice el P. Sahagún:

Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares en donde se solía hacer muy solemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos está en México, donde está un montecillo que llaman Tepeacac y que los españoles llaman Tepequilla, y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe. En este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses, que ellos llaman Tonantzin, que quiere decir nuestra madre. Allí hacían muchos sacrificios en honra de esta diosa, y venían a ella de muy lejanas tierras, de más de veinte leguas de todas las comarcas de México, y traían muchas ofrendas: venían hombres y mujeres y mozos y mozas a estas fiestas. Era grande el concurso de gente en estos días y todos decían ‘vamos a la fiesta de Tonantzin’; y ahora que está ahí edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, también la llaman Tonantzin, tomando ocasión de los predicadores que también la llaman Tonantzin.”

 

 “ De dónde habrá nacido esta fundación no se sabe de cierto; pero esto sabemos de cierto; que el vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua; y es cosa que se debería remediar, porque el propio nombre de la Madre de Dios, Señora Nuestra, no es Tonantzin, sino Dios y Nantzin, esta invención satánica para paliar la idolatría debajo de la equivocación de este nombre Tonantzin; y vienen ahora a visitar esta Tonantzin  de muy lejos, tan lejos como antes; la cual devoción también es sospechosa porque en todas partes hay iglesias de Nuestra Señora y no van a ellas, vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin como antiguamente.”

 

 (“Historia general de las cosas de la Nueva españa”.  Apéndice del  libro XI, Editorial Porrúa, Hnos, México 1998, pp., 704 - 705).

 

 Como hemos podido ver, Sahagún no veía con buenos ojos el culto en el Tepeyac, le llama “invención satánica para paliar la idolatría” e ignoraba su origen,   en este pasaje muy bien pudo aprovechar la ocasión para hablar del origen divino de la imagen que ahí se veneraba si verdaderamente se hubiese efectuado el milagro, en cambio manifiesta su hostilidad y declara que "es cosa que se debe remediar”.

 

 El padre Sahagún nació en 1500 y murió en México en 1590, llegó a estas tierras en 1529 en un grupo de frailes franciscanos, apenas dos años antes de las supuestas apariciones; trató a Cortés y al obispo Zumárraga, a quienes sobrevivió, por lo que, los tres personajes, deberían  conocer la historia de Juan Diego. Desde su llegada se dedicó a hacer acopio de documentos antiguos (códices) y a reconstruir la historia del pasado de México; también se entrevistó con ancianos indígenas y nos relata con paciente minuciosidad, los acontecimientos de su tiempo. Tengo una edición de su “Historia General de las cosas de la Nueva España”, y en sus 1093 páginas, no dedica una sola frase al asunto de las apariciones de la Virgen. Vino a México muy joven a los 28 años de edad y terminó su libro ya anciano en 1576 a los 76 años de edad y para él pasaron desapercibidas las apariciones. ¿Cómo es posible que un cronista tan meticuloso, que dedicaba espacio en sus narraciones a cosas de relativa importancia, haya olvidado narrar para la posteridad un suceso tan importante para su religión, para la patria que estaban entonces construyendo y la humanidad entera?.

 

 Dice García Icazbalceta: “Sahagún vino a México en 1529 y debió de estar bien enterado de la historia de la Apariciones si éstas hubieran acontecido dos años después. Nadie como él trató con los indios: pudo conocer perfectamente a Juan Diego y demás personas que figuraron en el negocio.”

 

 En su carta al Arzobispo Labastida, el historiador muestra documentos que son un rotundo mentis para los que sostienen la realidad del milagro. Veamos ahora una cita de la carta de don Joaquín que es de la mayor importancia:

 

 “ Dije al principio que en los documentos de la época había más que documentos negativos, y es tiempo de dar prueba de ello... El día de la Natividad de Ntra. Sra., 8 de Septiembre de 1556, se celebró una solemne función religiosa en la capilla de S. José, con la asistencia del clero, virrey, audiencia, y vecinos principales de la ciudad. Encomendose  el sermón a Fr. Francisco de Bustamente, principal de los franciscanos, que gozaba crédito de gran orador. Después de haber hablado excelentemente del asunto propio del día, hizo de pronto una pausa, y con muestras exteriores de encendido celo, empezó a declamar contra la nueva  devoción que se ha levantado sin ningún fundamento “en un ermita o casa de Ntra. Sra. que han intitulado de Guadalupe”, calificándola de idolátrica, y aseverando que sería mucho mejor quitarla porque venía a destruir los trabajos de los misioneros, quines habían enseñado a los indios que el culto a las imágenes no paraba en ellas, sino que se dirigía a lo que representaban, y que ahora decirles que una imagen pintada por el indio Marcos hacía milagros, que sería de gran confusión y deshacer lo bueno que estaba plantado, porque otras devociones que había tenían grandes principios, y que haberse levantado ésta tan sin fundamento le admiraba: que no sabía a que efecto era aquella devoción, y que al principio debió averiguarse el autor, para darle cien azotes, y doscientos a quien adelante lo dijere: que allí se hacían grandes ofensas a Dios: que no sabía a dónde iban a parar las limosnas recogidas en la ermita, y que fuera mejor darlas a pobres vergonzantes o aplicarlas al hospital de las bubas, y que si aquello no se atajaba, él no volvería a predicar a indios, porque era trabajo perdido. Acusó luego al Arzobispo de divulgar milagros falsos de la imagen...”

 

 Nadie en la capilla de San José levantó su voz para refutar al padre  Bustamante y decirle lo que todos, supuestamente, debían saber: que aquella ermita se había levantado a petición de la misma Virgen que se había aparecido a un indio.

 

Al día siguiente del sermón, el arzobispo Montúfar se propuso levantar una información para ver si el P. Bustamante había incurrido en algún desacato para tomar represalias, ya que él, Montúfar, había sido humillado públicamente. Dice Icazbalceta que:

 

“Fueron llamados nueve testigos, y de sus declaraciones resulta haber predicado el P. Bustamente lo que hemos dejado referido. Algunos añadieron que él no era el único que pensaba de aquella manera sino que le seguían los más franciscanos: que todos se oponían a la devoción, y aún alegaban contra ella textos de la Sagrada Escritura en que se manda adorar solo a Dios; aquella ermita, decían, no debía llamarse de Guadalupe, sino Tepeaca o Tepequilla: que ir a tal peregrinación no era servir a Dios, sino más bien ofenderle, por el mal ejemplo que se daba a los naturales, etc.”

 

 En aquel tiempo franciscanos y dominicos andaban de la greña; pero nadie se atrevió a contradecir lo dicho por el P. Bustamente, quien a pesar de su sermón y de la patente animadversión del Arzobispo, fue otra vez electo Provincial en 1560 y después Comisario general.

 

 El sermón del día de la Natividad de María , nos revela el nombre del pintor de la imagen: Marcos de Aquino (“el indio Marcos”) cuyas dotes de artista son ensalzadas por Bernal Díaz del Castillo, soldado de Cortés y eximio cronista, en su “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”. Las maravillas atribuidas a la imagen pintada en fina tela tramada de lino y cáñamo y no en un burdo tejido de ixtle, habrá que atribuirlas al autor indígena. 

 

 En su carta García Icazbalceta hace gala de gran cantidad de datos que son veneno para los “aparicionistas” es tan abundante la cantidad de argumentos contra la realidad de las apariciones que sería prolijo  abundar en ello ; básteme hacer esta última referencia:

 

 “Por aquellos tiempos preguntaba el Rey a don Martín Henríquez cuál era el origen de aquel santuario; el virrey contestaba con fecha 25 de septiembre de 1575, que por los años de 1555 o 56 existía una ermita con una imagen de nuestra Señora, la que llamaban de Guadalupe por decir que se parece a la del mismo nombre de España, que la devoción comenzó a crecer porque un ganadero publicó que había cobrado la salud yendo a aquella ermita. Veamos que el virrey mismo, con tantos medios de informarse y haber dado cuenta al Rey, no alcanzó a saber el origen de la ermita...”

 

El Rey al que se refiere Icazbalceta es Felipe II. ¿Cómo puede explicarse que el virrey,  en 1575 ignorara la historia de las apariciones si estas tuvieron lugar 44 años antes, en 1531?.

 

 Después del sermón de Bustamante de 1556, la devoción a la guadalupana se eclipsó  y estuvo a punto de desaparecer, pero se dio un suceso que hizo renacer con mayor fuerza el fervor del pueblo mexicano hacia su virgen. Ese suceso vindicativo tuvo lugar en 1648, (117 años después de las supuestas apariciones) y es un librito titulado “Imagen de la Virgen María” que publicó el padre Miguel Sánchez, en el que aparece por primera vez el nombre de Juan Diego y el relato de las apariciones; de las rosas en invierno y de la maravillosa estampa de la imagen  en la tela. El relato está escrito con patente ingenuidad infantil , sobre todo en los diálogos entre  la Señora y el indio;  es sorprendente como pudo haber sido creída historia tan chabacana, aún en un siglo ávido  de sucesos fantásticos. Antes del libro del P. Sánchez nadie había oído hablar de semejante cosa.

 

 Si los cronistas del siglo anterior no hablaron de las apariciones es debido a que todavía no se inventaban.

 

 Veamos que dice don Joaquín al respecto:

 “ Al publicar historia tan peregrina, debiera haber hecho constar con la mayor puntualidad las fuentes de donde la había sacado y no contentarse con esas generalidades tan vagas, calificando de su propia autoridad de “bastantes” unos papeles sin decir cuales ni de qué autor. Contaba con la ingenuidad de sus lectores y en eso no se engaño. Para abusar todavía más de ella y desacreditar por completo su gran arma de la tradición, tuvo la ocurrencia de publicar al fin del libro una carta laudatoria del Lic. Lasso de la Vega, Vicario de la ermita misma de Guadalupe, en la que el buen vecino confiesa sencillamente que “ÉL Y TODOS SUS ANTECESORES” habían sido unos “ADANES DORMIDOS” que habían poseído esta Eva segunda sin saberlo, y a él le había cabido la suerte de ser  “EL ADAN DESPIERTO”, lo cual en idioma corriente quiere decir que ni él ni todos los capellanes de la ermita habían sabido palabra del origen milagroso de la imagen que guardaban hasta que el P. Sánchez lo había revelado. El “ADAN DESPIERTO” , o sea el Lic. Lasso de la Vega, tomó la cosa tan a pecho, que al año siguiente, 1649, imprimió una relación, suya o ajena, en mexicano, con lo cual acabó de correr entre los indios la historia del P. Sánchez”.

 

(La traducción de Lasso al nahuatl del librito del padre Sánchez es el documento que hoy conocemos como Nicam Mopohua falsamente atribuído por los aparicionistas a don Antonio Valeriano)

 

 En México acabamos de celebrar el 470 aniversario de las “apariciones” del Tepeyac, durante estas fiestas visitaron la Basílica donde se guarda el ayate, mas de 8 Millones de personas y en la noche del día 11 y madrugada del 12 de diciembre, acudieron a cantar las “Mañanitas” a la Virgen Morena, 2 Millones de creyentes que abarrotaron el templo, el atrio, el cerro y calles adyacentes. Es de esperarse que la casi segura canonización de Juan Diego, atice aún más el fervor del pueblo por su Virgen.

 

 Como desde antes de la llegada de los europeos, danzantes indígenas venidos de muy lejos, bailaron días y noches en honor de su Tonantzin.

 

Te saluda con afecto

Galeno Zalán

 

 Monterrey, capital del Nuevo Reino de León, México







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