Misericordia quiero.- Malco
Fecha Monday, 20 February 2006
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Amigo Josentonio:

es la primera vez que contesto un escrito de la web. Para situar mejor el con-texto de mi pensamiento, puedes mirar en mis envíos anteriores (sólo 3), para que sepas exactamente de qué pie cojeo (y de cuál no).

La principal crítica que hago a la mortificación institucional es la desproporción. Casi siempre el problema (el pecado, la anomalía, lo monstruoso) es una gran falta de proporciones. Si me pongo dos horas un cilicio, pero después no tengo caridad con mi hermano (si no me tomo una cerveza, o "pierdo el tiempo" con alguien que lo necesita), no sólo soy como bronce que resuena, sino que además estoy haciendo el tonto. Para mi condenación. Escrivá dijo que la mortificación es la humildad de la carne. Será de la carne, pero únicamente de ella, pues el gran peligro es el engreímiento del mortificado. Como padecemos constantes problemas y humillaciones por nuestro ser híbrido, animal-espiritual, cualquier victoria sobre los instintos, cualquier dominio que consigamos, nos acerca peligrosamente a la soberbia del autodominio. Ahí veo yo el principal peligro, máxime cuando se tiene conciencia de ser como el farol que está encendido en medio del mundo. Por eso es tan difícil para el rico pasar por el ojo de la aguja: cree que hay una parcela en que no necesita ayuda, porque tiene lo necesario. Y el que obtiene "victorias" sobre la carne, se expone a un peligro mayor: la presunción.

Además, sabemos que estos usos no son sólo inculcados en mayores de edad, sino desde los catorce años y medio. Y ahí sí que entramos en el delicado terreno de la falta de libertad, y se puede crear la conciencia en el joven aspirante, de que es "especial" porque se mortifica, más grato a los ojos de Dios. Muy peligroso, pienso yo. Puro paganismo, en que aún no se respira el aire de la Nueva Alianza, del Mandamiento Nuevo.

"Todo lo que no es amor, es idolatría".  Me parece que lo dijo un católico muy heterodoxo, Vattimo. Me parece un lema estupendo, porque hasta las acciones pretendidamente más elevadas, más asceticas o espirituales, tienen el doble filo de la tentación peor, la más diabólica: creer que se es superior a los demás. El ojo de la aguja se estrecha. "Nunca tentamos mejor que en las mismas escaleras del presbiterio", dice el diablo a su sobrino, en el libro de Lewis.

Seguiremos hablando. Encantado de leerte, Josentonio.

Malco.









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