La GVI de Dios - En torno a la vocación. Para JoseAntonio.- Kaiser.
Fecha Monday, 23 January 2006
Tema 040. Después de marcharse


"No sé si lo habéis notado. Creo que la vocación, no la que aparentemente nos digeron (sic) que teníamos y que luego hemos puesto en entredicho, sino la auténtica, la que infunde Dios a cada uno en algún momento de la vida, creo que no la hemos perdido. Creo que no se pierde. Creo que no se puede perder." JoseAntonio.

He venido meditando lo afirmado por JoseAntonio, este amigo que, tras casi 30 años, pasa como de puntillas entre nosotros y nos deja sobre el tapete este órdago como el que no quiere la cosa.

Habla de la auténtica vocación. Y me ha pillado en pelotas. Él afirma, no sólo que no se pierde, sino que no se puede perder. Y, chico, ese escalofrío que te recorre el cuerpo, como cuando el bedel pronuncia tu nombre ante la puerta del aula donde te aguarda un examen decisivo en  tu carrera y esa familiar y azarosa combinación de sílabas, que sientes tan tuya (como el tono de tu piel o el olor de tus sobacos) se escapara de ti, adquiriera vida y presencia propia y pretendiera inundar con sus ecos el vestíbulo de la facultad para traicionarte y poner en evidencia que te has olvidado el carné de identidad en tu casa.

¿Dónde coño has metido tu vocación, Kaiser?¿Cómo has podido perderla?¿Cómo que de qué estamos hablando? Pues de la vocación esa que infunde Dios a cada quisque en algún momento de su vida.

Datos personales: nombre, nacionalidad, raza, sexo, estado, fecha de nacimiento, domicilio, profesión, momento de su vida en que Dios le infundió la vocación... ¡Y no se ande por la ramas!

Admitido que la vocación existe, que la insulfla Dios, que -consiguientemente- no es dato baladí como para ignorarlo, ¿qué hace la inmensa -inmensísima- mayoría de habitantes del planeta a la que le importa una higa? ¿Qué clase de GVI (Gestión de Vocaciones Infundidas) tiene el Todopoderoso que cada quisque anda por ahí como el que no quiere la cosa? ¿Qué pasa si la encontramos y resulta que es la de otro?¿Qué pasa cuando la perdemos? ¿Dónde encontrarla?¿Puede otro reclamar su propiedad como cuando se encuentra un tesoro? ¿Caben devoluciones?¿Qué pasa con los que trafican con ellas, te escamotean la que te corresponde y te presentan otra que no es la tuya arruinando tu existencia? Supongamos que se extravía,  que nos esquiva ella misma cuando descubre a quién va destinada. ¿Dónde reclamar? ¿A quién acudir?¿Es obligado buscarla de nuevo, o basta con esperar a ver en qué queda la cosa?   Y por último, ¿quién resulta ser el administrador de toda esta parafernalia? ¿El curita que te ha tocado en suerte en tu última mudanza?¿El último que tuvo conocimiento de que la llevabas puesta cuando él te vio? ¿El Obispo? ¿El Santo Padre en persona?

Demasiadas preguntas para algo que creía yo tener tan claro. ¡Que alguien saque esta patata caliente de la mesa, por favor! No quisiera tener que tirarla yo mismo a la basura. ¡Qué fastidio vivir sin Administración!

Kaiser









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