Lo de la entrega y la vocación.- Ramón
Fecha Monday, 12 December 2005
Tema 050. Proselitismo, vocación


Hola Orejas,
 
El tema de la vocación y la entrega van parejos. Dado lo útiles que resultan estos términos al Opus, creo que conviene analizarlos críticamente, como señala esta web y en concreto el correo de no-nick (7-12-05).
 
Sucede que el lenguaje que usamos procede de un sustrato cultural e histórico concreto. Por tanto, pueden jugarnos malas pasadas. A partir del Concilio Vaticano II, por suerte el lenguaje eclesial ha sido sometido también a crítica y renovación, y dado que los laicos estamos en pie de igualdad con los clérigos, debemos analizar críticamente el lenguaje religioso.
 
En concreto, me gustaría hablar de la "entrega". Si seguimos el lenguaje religioso clásico, clerical, entrega es equivalente a la vocación presbiteral o en las mujeres a la vida como monjas. Es decir, dejar la vida corriente civil e incardinarse al servicio de la Iglesia, bien como sacerdote diocesano, fraile o monja en una orden religiosa. Parece como si ése fuera el único modo de entregarse a Dios, y el resto le regateáramos algo. Esto va en contradicción con el sacerdocio universal que ejercemos los cristianos (id y haced discípulos, sois mis amigos...), con la consideración que tiene el matrimonio como sacramento, es decir, con la religiosidad profunda de la vida cotidiana.
 
Así pues, la toma de votos (pobreza, castidad, obediencia) se considera un estado SUPERIOR al resto del pueblo, no un estado DISTINTO por su carisma especial. Esto que a primera vista puede parecer lógico, la renuncia a aspectos básicos de la vida corriente para una  atención exclusiva a los demás, con el paso del tiempo puede que no lo sea tanto. La pobreza vivida como carencia de asideros está bien, pero luego vemos que a los curas y monjas (o numerarios) no les falta nada institucionalmente, es más, pueden disfrutar de cosas, tener una seguridad, que mucha gente no va a tener en su vida. La obediencia no está mal para estar dispuesto a ser envidado, siempre y cuando sea crítica y no sirva para, como vemos en el Opus, mantener un silencio militar en el que las órdenes no se discuten, aunque sean locadas de los superiores. Y en cuanto a la castidad, pues qué quieres que te diga: si contáramos los curas (monjas muchas menos) que ese voto se lo han saltado... en su momento, el celibato podría tener sentido para estar más libre en una tarea de misión, o para evitar rencillas entre los hijos del cura y el resto de la parroquia. Pero con frecuencia vemos que es un estado que da más problemas que soluciones, cuando no entra en claro conflicto con el sacramento del matrimonio (no se entiende por qué el celibato va a ser mejor que el casarse).
 
No quiero decir con esto que no aprecie esos votos y sobre todo a la gente que tiene el valor de hacerlos. Y sobre todo la gente que gracias a la falta de vínculos que les confieren puede tranquilamente ir a misionar. Simplemente, quiero ser un poco crítico con ellos para ver que todo tiene su revés. La vida laica, como nos dice Marypt con respecto a los supernumerarios, puede -y con frecuencia es- bastante más compleja y dura que la de muchos "consagrados". Por tanto, ya está bien de usar un lenguaje que es engañoso porque niega una realidad que también está creada, querida y consagrada (otra palabra que nos han robado) a Dios desde su inicio.
 
No debemos creer que nuestra vida no está entregada a Dios. Lo estará en la medida que lo queramos, santificando nuestra realidad. NO debemos creer que no hay vida "consagrada" fuera de los institutos de vida religiosa. No debemos pensar que la vida de los curas y monjas es vivir "en estado de perfección" y la de los demás en "imperfección".
 
Estos truquillos del lenguaje son los que nos llevan a creer que hay cristianos entregados o consagrados de primera (curas, monjas, frailes, numerarios) y tropa de segunda (los laicos, los supernumerarios). "Religiosos" somos todos, no sólo ellos.
 
Así que tengamos en cuenta que el lenguaje que usamos con frecuencia es preconciliar y clerical, y sepamos que consagrados estamos todos por el bautismo, entregados somos todos por el amor (de los padres a los hijos, al cónyuge, a la sociedad cuando participamos en inciativas sociales, a los alumnos, a los pacientes, a.... ). Creo que si los jóvenes hicieran este tipo de  reflexión sería más difícil engancharles con trampas de vocación y entrega que no sienten y que en el fondo no son tales.
 
Ramón








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