La fecha del 2 de octubre de 1928 (continuación).- Marypt
Fecha Wednesday, 23 November 2005
Tema 110. Aspectos jurídicos


Volviendo a las partes más importantes del libro de Joan Estruch, "Santos y Pillos"

Como ya dije antes (dia 21 de noviembre) este libro me parece de imenso interes. Aunque todos puedan leerlo directamente en la web, vale la pena destacar más algunas partes del Capítulo IV sobre la Fundación de la Obra y más concretamente sobre el significado de la fecha del 2 de Octubre de 1928. Me limito a señalar las frases más relevantes del punto 3. Pienso que se explican por si mismas!

"Una hipótesis alternativa"

A lo largo de estas últimas páginas progresivamente, y de forma casi imperceptible, pero consciente y deliberada, hemos estado adoptando lo que habíamos convenido en llamar el "modelo epistemológico de Sherlock Holmes". Quisiéramos cerrar ahora el capítulo relativo al período inicial de la historia del Opus Dei proponiendo una hipótesis alternativa, basada en el otro modelo, el "modelo del padre Brown".

Efectivamente, a partir de los indicios dispersos y poco sistemáticos que nos proporciona la literatura "oficial" cabe la posibilidad de intentar reconstruir unos cuantos hechos: como, por ejemplo, la lista de los primeros miembros del Opus Dei y la fecha de su compromiso con la Obra de monseñor Escrivá. Con lo cual se termina dando por supuesto, sin querer, el elemento decisivo: la existencia misma del Opus Dei, desde el momento mismo de su fundación oficialmente fechada en 1928. ...



Si todo ello lo contempláramos desde una perspectiva distinta, en cambio, podría ser que no llegásemos a la conclusión de que la literatura "oficial" del Opus Dei nos proporciona mezquinamente unas pocas pistas dispersas e insuficientes, antes al contrario, que innecesariamente está proporcionándonos demasiadas pistas, con el objetivo tal vez de desviarnos del tema principal.

Por consiguiente, en vez de preguntarnos quiénes son los "diez o doce" primeros miembros del Opus, y si son diez o son doce, y cuándo ingresan en el Opus, y si son todos universitarios o bien "de todas las condiciones sociales", ¿por qué no preguntarnos sencillamente "qué es" el Opus Dei en este período, si es que algo es?

Invertida así la perspectiva, un primer dato sorprendente es que si por un lado, "a partir del 2 de octubre de 1928 el Fundador del Opus Dei predica, con clarividencia y fuerza inconmovibles, la santidad de los laicos en el mundo, en el trabajo profesional, en la familia, en todas las encrucijadas de los hombres" (Sastre, 93), por otro lado resulta que "durante largos años" no habla de este 2 de octubre de 1928, por "humildad" y por "prudencia" (Berglar, 69).

Así, con los jóvenes con quienes inicialmente se reúne, "el Padre no habla todavía de esa Obra de Dios cuyos cimientos está colocando" (Gondrand, 58). Durante los primeros años, su punto de encuentro es la casa de la madre de Escrivá, donde hacen "tertulias y meriendas" (Vázquez, 140); pero del Opus Dei no se habla. Poco antes de ser designado director de la academia DYA, Ricardo Fernández Vallespín "no tiene aún noticia alguna del Opus", y reacciona diciendo que "quiere ser de eso", sin acertar a darle "un nombre concreto" (Sastre, 154). Ni siquiera la propia familia de Escrivá está enterada: "a su familia no le dice nada" (Gondrand, 56); todavía en 1933, ante las preguntas de su madre, Escrivá "responde de manera evasiva", porque "no le ha revelado lo ocurrido en su alma en aquel 2 de octubre" (Gondrand, 87). La madre y la hermana permanecerán en la ignorancia hasta 1934: sólo entonces "les habla con claridad de ese querer divino" (Gondrand, 99). ¿Y cuál es, en este momento, "la razón por la que les cuenta todo eso"? En Aragón ha fallecido recientemente un tío de Escrivá, sacerdote, mosén Teodoro. Ha dejado unos bienes, unas tierras (Vázquez, 141). Se trata ahora de vender estas propiedades y de pedir a la familia que "renuncie a su patrimonio", ya que con el producto de la venta "se podrían sufragar los gastos de la residencia que piensa abrir en octubre" (Gondrand, 99).

La primera conclusión es, pues, que durante cerca de seis años el padre Escrivá no habla del Opus Dei; y ni siquiera puede tenerse la certeza de que, al hacerlo por vez primera con sus familiares, les hable más que del proyecto de abrir una residencia de estudiantes.

En segundo lugar, ha de tenerse presente el hecho de que durante todo este tiempo el Opus Dei no tiene nombre. "Ni quiso en un principio el Fundador que su obra apostólica llevara siquiera nombre" (Vázquez, 117). Bien es cierto que según la leyenda el jesuita Sánchez Ruiz habría "bautizado" involuntariamente al Opus Dei, al formularle a Escrivá aquella pregunta: "¿cómo va esa obra de Dios?" Y no es menos cierto que simultáneamente habría empezado a escribir aquellas cartas, como la "Singuli dies" a que se refiere Berglar, y otras repetidamente citadas por Fuenmayor, Gómez-Iglesias e Illanes en la primera parte de su estudio. Pero mientras no exista una edición pública e íntegra de toda esta documentación, por más que en ella se hable del Opus Dei resulta difícil saber exactamente en qué términos y con qué fecha fueron redactadas las cartas. En cambio, en los demás documentos de que se dispone el nombre del Opus Dei jamás aparece para nada. En la correspondencia de Escrivá con el vicario general de la diócesis de Madrid, por ejemplo, hay alusiones al libro "Consideraciones espirituales" y a la academia DYA, a "nuestro apostolado sacerdotal entre intelectuales" (Vázquez, 143) y a las "obras de celo con estudiantes" (Fuenmayor y Otros autores, 509): pero el nombre del Opus Dei no es mencionado.

Diversos autores (Artigues, Hermet, Walsh, Ynfante) han hecho referencia a una denominación, "Socoin" (Sociedad de cooperación -o de colaboración- intelectual), como el posible nombre que Escrivá habría dado inicialmente a su proyecto. Berglar es el único de los "oficiales" que se hace eco de ello -aunque sin citar expresamente a ningún autor- y comenta que se trata de una asociación que "habían fundado algunos miembros del Opus Dei para dar personalidad jurídica a sus actividades culturales y apostólicas" (Berglar, 228).

En todo caso, el hecho de que en el libro entero de Camino (cuya primera edición es, como se recordará, del año 1939) "no haya una sola referencia al Opus Dei", el hecho de que la expresión "Opus Dei" no aparezca ni una sola vez, parecería otorgar plausibilidad a nuestra hipótesis alternativa: si durante todos estos años Escrivá no habla del Opus Dei, y si el Opus Dei carece de nombre, es porque el Opus Dei no existe.

Plantear la cuestión en estos términos equivale a tomar el rompecabezas de nuestra parábola inicial, a comprobar que demasiadas piezas no acaban de encajar o están mal colocadas y a deshacerlo en buena parte. Cabe la posibilidad de que al proceder de esta forma estemos eliminando más piezas de la cuenta. Estaríamos dispuestos a admitir que probablemente es así, e incluso que con ello sacamos del puzzle algunas piezas que tal vez estaban bien colocadas, siempre que se quisiera reconocer a cambio que, tal como lo presenta la literatura "oficial", al rompecabezas le sobran piezas. En otras palabras: pretender suprimir "totalmente" la fecha del 2 de octubre de 1928 de la historia del Opus Dei, es probablemente excesivo; pero sería preciso que se nos explicara el alcance real de esta fecha, sin magnificarla y sin hacer de ella un mito en el peor sentido de la palabra mito.

Bastaría que se nos dijera que los relatos fundacionales del Opus Dei deben ser leídos como quien lee el primer capítulo del libro del Génesis. Porque entonces sabríamos que no han de ser juzgados de acuerdo con los criterios "habituales" de lo que es "verdad" o "mentira". Pero mientras se pretenda que el género literario de dichos relatos es el de la tradición historiográfica occidental, habrá que decir que lo que queda de nuestro (incompleto) rompecabezas es lo siguiente:

Antes de 1936, el Opus Dei no existe. El padre Escrivá, un joven sacerdote que no quiere ser exclusivamente sacerdote y que desea dedicarse a la enseñanza, llega a Madrid el año 1927. En Zaragoza había adquirido ya la experiencia de dar clases en una academia; en Madrid reanuda la experiencia, dando clases en una academia fundada por un sacerdote, José Cicuéndez, dedicada "exclusivamente a la preparación de asignaturas de la licenciatura de derecho", y que funciona a la vez como residencia para unos ocho estudiantes internos (Sastre, 81). Escrivá, que realiza este trabajo "para conseguir el dinero necesario para vivir y mantener a su familia" (Sastre, 103), concibe la posibilidad de imitar el modelo, creando por su cuenta una academia semejante. El objetivo sería el de lograr que, al igual que en el caso de la academia Cicuéndez, "muchos alumnos de esta academia llegaran a ocupar posiciones notables en la vida profesional" (Berglar 81).

Por otra parte, con la proclamación de la república (1931) y con la aprobación de una serie de leyes que desmontan el sistema católico de enseñanza (expulsión de los jesuitas y prohibición de los centros escolares dirigidos por órdenes religiosas), dicho objetivo adquiere carácter de mayor urgencia aún para alguien como Escrivá, que sueña -igual que las fuerzas católicas con las que está en contacto- en la posibilidad de una "recristianización de España". De este modo nace la academia-residencia DYA ("Derecho y Arquitectura" "Dios y Audacia"). Persuadido de la conveniencia de "prestar una mayor atención a la labor apostólica con universitarios" (Fuenmayor y otros autores, 85), el padre Escrivá hace suyos los argumentos de un Ramiro de Maeztu:

"Nos encontrábamos con que lo que más necesitábamos en aquel momento no eran razones, sino espadas, pero para tener las espadas, necesitábamos las razones; habíamos cultivado durante décadas las espadas y al mismo tiempo habíamos permitido que los hombres que las llevaban fueran educados en centros de enseñanza donde no les enseñaban lo que era la monarquía española, lo que era el catolicismo en la vida nacional, lo que representaban en la unidad nacional y en la defensa y conservación del espíritu religioso de España" (citado en Fontán, 37).

El programa de gente como Maeztu, combinado con las limitaciones impuestas por la legislación republicana, da lugar al proyecto de Escrivá, quien en 1933 se lo comenta a Juan Jiménez Vargas en los siguientes términos: "habría que hacer, entre otras cosas, centros docentes no oficiales, impregnados de sentido cristiano desde el principio al fin, pero sin llamarse nunca católicos" (Bernal, 196).

El estallido de la guerra española hará que durante tres años tengan la palabra "las espadas", por encima de "las razones". Escrivá y los universitarios que le siguen percibirán muy claramente al servicio de cuál de los dos bandos han de poner tanto "espadas" como "razones". Y el resultado de la guerra va a modificarlo todo: no hará ya ninguna falta pensar en "centros docentes no oficiales". El Opus Dei, inexistente en cuanto a tal antes de 1936, nacerá durante los últimos meses de la guerra, o inmediatamente después, con una fuerza arrolladora.

Repetimos que en el estado en que acabamos de dejar el rompecabezas faltan piezas y que seguramente hemos eliminado alguna más de la cuenta. Pero al menos las que ahora quedan encajan todas. Y, como decía el padre Brown, acaso estamos empezando a "ver por primera vez cosas que desde siempre hemos conocido": acaso hemos "descubierto" algo en el sentido más literal de la palabra, a base de eliminar aquello que, "recubriéndolo", lo estaba "encubriendo"."

<<Anterior







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=6403