De nuevo sobre supernumerarios (Cap.2).- Marypt
Fecha Monday, 14 November 2005
Tema 078. Supernumerarios_as


A) LA vida cotidiana (continuación) 

4. Admitase la hipótesis inversa de que sea la mujer la que pertenece a la obra o que es una cooperadora muy implicada. Las consecuencias negativas son idénticas a las citadas en el caso de un marido supernumerario, pero debido al tradicional carácter matriarcal de las sociedades latinas (donde la obra está fuertemente implantada), tales consecuencias serán, en general, todavía más graves:

a) En efecto, el funcionamiento orgánico de la familia depende casi por entero de la mujer y madre, desde la “gestión de la casa”, a la educación de los hijos. Si esa mujer se empeña en cumplir el 100% de las prescripciones de la obra (normas de piedad, medios de formación, etc.) tendrá necesariamente que descuidar su presencia y atención en relación a la familia y en especial, al acompañamiento de los hijos. A la hora que los niños llegan de la escuela, estará en el centro para hacer “la charla”, confesarse, recibir el círculo, asistir a una tertulia “apostólica”, etc. Y si pretende ser también una madre dedicada y eficiente, entonces entrará en una “espiral de carreras” de un lado para otro que –si además tiene un trabajo profesional mínimamente exigente-, terminará con un “agotamiento nervioso” o algo parecido, como desgraciadamente vi que les sucedió a diversas supernumerarias cuando sus hijos eran pequeños y especialmente, si nacieron muy seguidos (fenómeno en que las “orientaciones de la obra” ¡también tuvieron interferencia!) ...



b) Como si no fuera suficiente el día a día, además surgen en el centro de S. Gabriel del que depende la supernumeraria, una de las interminables “campañas económicas”. Esta vez, el pretexto será el de recaudar fondos para una escuela de hostelería en una ciudad del interior del país (léase, construcción de un centro para conseguir vocaciones de numerarias auxiliares). La supernumeraria no puede contar con el apoyo y la comprensión de su marido, pero algo tendrá que hacer:

- Así, se decide a, de entre sus cosas, entregar a la obra una joya que perteneció a su abuela o a su bisabuela; con suerte, el marido desconoce la existencia de tal objeto por lo que nunca le preguntará por él...

- En cuanto a las peticiones que hacer a otras personas, la situación es más difícil; en la última campaña, se atrevió a contactar con algunos matrimonios amigos y el marido se enfadó muchísimo con ella por haber ido a “mendigar” dinero a esas personas. Bien, ahora tendrá que pensar sólo en personas conocidas por sus relaciones de trabajo, de manera que el cónyuge no se dé cuenta de esas peticiones... Pero siempre hay un riesgo, porque en estas cosas, todo acaba por saberse y, en verdad, el marido podría enfadarse seriamente si se entera de que ella continúa con esa práctica. Claro que le intentó explicar eso mismo a la directora del centro, pero ¡¿cómo es que podrá entenderla?! Salió de casa en la adolescencia y nunca en la vida hizo nada a no ser el dedicarse a las actividades internas de la obra.

- Pero la supernumeraria tiene que reconocer que –al contrario de lo que siempre le han dicho-, las relaciones con su marido se han vuelto cada vez más complicadas por culpa de la obra: los horarios, las exigencias “apostólicas” y muchas otras cosas... Entre las que se incluyen cuestiones que sólo debían inmiscuirles a los dos, pero que las directoras le estaban siempre dado “criterios” de acuerdo con el espíritu de la obra. Una de las que más aborrecía el marido era la cuestión en la manera del vestir. Le decía que ella había cambiado a peor, que ahora se vestía “como una vieja...” No es que a él le gustase verla fingiendo ser más joven de lo que era, pero ¿por qué dejó de lado todos los vestidos de “toilette” ¡que tan bien le quedaban!? La mujer no se lo decía, pero había oído tantas predicaciones sobre el asunto que cuando miraba esas ropas le parecían “demasiado atrevidas”. Bueno, también es cierto que tenía algún recelo de que, si volvía a usar una de esas prendas en una comida o en una fiesta, ahí se encontrara a otras supernumerarias y... días después tuviese que oír una de las típicas “correcciones fraternas”: "este tipo de ropa no es propio de nuestro estilo". Extraño era que su propia madre, siempre tan sensata, no encontrase que los vestidos “tenían algo de malo”, mientras que los criterios de la obra llevaban a encontrar en todo “señales de pecado”...

 

B) Problemas serios

1. Los problemas de una supernumeraria “dividida” entre la obra y la familia no quedan sólo en lo que cité antes:

a) Cada mes se presenta la dificultad de saber qué aportación económica debe entregar al centro. Claro que tiene una asignación fijada y alguna independencia financiera, pero reconoce que –si fuese el marido quien tuviera que hacer donativos a una institución y que a ella no le dijera nada al respecto- se quedaría muy incómoda. Mejor dicho, se quedaría ¡muy irritada!. Por eso, intenta hacer que las directoras comprendan que, en conciencia, no puede aumentar la cantidad que regularmente da a la obra. Pero –una vez más-, parecen “cassetes” que repiten siempre lo mismo: "la obra es una familia numerosa y pobre...”  Claro que la supernumeraria tiene buena voluntad, pero basta con entrar en su centro para verificar que toda aquella decoración había sido extremadamente costosa y que ella no habría podido costearlo en su propia casa. Además de que íntimamente entendía que mejor debería contribuir a los pobres de su parroquia que para reformas en una “casa de retiros” que ya fue renovada tres veces ¡en los últimos quince años!

b) La cuestión de la educación de los hijos era otros problema y más de un motivo de desacuerdo con el marido. Las directoras no dejaban de insistir que "sólo se podía confiar en los colegios de la obra" para educar a los niños; el marido era de otra opinión, sabía que había otras escuelas de calidad y, además, insistía en lo absurdo que era separar a las hijas de los hijos. Con eso ella estaba plenamente de acuerdo, tanto por razones prácticas (tener que contactar con dos instituciones en lugar de con una), como por razones de fondo: ¿cómo entender que en los tiempos actuales se pretendiera separar a los niños de las niñas y a los jóvenes, ¡en función del sexo!? Más tarde eso podría dar problemas serios, cuando cada uno de ellos descubriese “de repente” que existía todo un mundo desconocido donde chicos y chicas aprendían a convivir...

c) En cuanto a los hijos, sin embargo, una cosa estaba bien asumida entre la supernumeraria y su marido: nunca dejarían que se aproximaran de igual forma al opus dei –en concreto a dos clubes- donde pudiesen ser “pescados” para la obra siendo todavía adolescentes o jóvenes no preparados.

- Ese era un asunto que intentaba “no tocar” en las charlas con las directoras; ya había asistido a situaciones muy graves con hijos de amigas, algunas de las supernumerarias, cuyos hijos habían sido “captados” de esa manera y haría todo para que lo mismo no pudiese ocurrir con sus hijos. Estaba el caso de una adolescente que había sido numeraria y después dejó la obra; la reacción de la familia toda “opus” había sido tan cruel que se quedó asustada con el fanatismo de esas personas. Tenía “escondido” ese episodio del conocimiento del marido porque él lo acabara por saber, su reacción había sido “¡como la de un león enjaulado!” Felizmente, en su familia, sólo ella era de la obra, por lo que si –por un gran azar de la vida- les sucediese algo idéntico -la obra “les robara” un hijo en la adolescencia o juventud-, si después él quisiera regresar a casa, sería recibido con todo cariño.

- Y debe confesar que si tal “captación forzada” sucediese, sería para ella imposible continuar ligada a una institución que hubiese hecho tanto daño a un hijo suyo. Por fortuna, su “instinto maternal” no estaba afectados por los años de permanencia en la obra, como veía que sucedía con otras supernumerarias.

(continuará)

Marypt

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