La libertad en la enseñanza del beato.- Carmen Charo
Fecha Monday, 31 October 2005
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


Envío estas palabras de una conferencia que dió Rafael Termes en Sevilla el año 2002 sobre la libertad en la enseñanza del beato. Puede ser bueno que los jovencitos sepan que el propio fundador dijo que era bueno pedir consejo a los padres. Y cuando pide que éstos respeten y dejen decidir libremente, que hagan lo mismo las personas del Opus Dei.

Un abrazo

 

Carmen Charo

 

La libertad de decisión ante la vida

            Otra pregunta viene motivada por la eventual violación de la libertad por parte de los padres en las decisiones que pretenden tomar sus hijos. Intentaré extractar la respuesta que empieza diciendo que en última instancia, es claro que las decisiones que determinan el rumbo de una vida, ha de tomarlas cada uno personalmente, con libertad, sin coacción ni presión de ningún tipo. Esto no quiere decir que no haga falta, de ordinario, la intervención de otras personas. Precisamente porque son pasos decisivos, que afectan a toda la vida, y porque la felicidad depende en gran parte de cómo se den, es lógico que requieran serenidad, que haya que evitar la precipitación, que exijan responsabilidad y prudencia. Y una parte de la prudencia consiste justamente en pedir consejo. Los padres pueden y deben prestar a sus hijos una ayuda preciosa, descubriéndoles nuevos horizontes, comunicándoles su experiencia, haciéndoles reflexionar para que no se dejen arrastrar por estados emocionales pasajeros, ofreciéndoles una valoración realista de las cosas.

 Pero el consejo no quita la libertad, sino que da elementos de juicio, y esto amplía las posibilidades de elección, y hace que la decisión no esté determinada por factores irracionales. Después de oír los pareceres de otros y de ponderar todo bien,  llega un momento en el que hay que escoger: y entonces nadie tiene derecho a violentar la libertad. Los padres han de guardarse de la tentación de querer proyectarse indebidamente en sus hijos –de construirlos según sus propias preferencias-, han de respetar las inclinaciones y las aptitudes que Dios da a cada uno. Si hay verdadero amor, esto resulta de ordinario sencillo. Incluso en el caso extremo, cuando el hijo toma una decisión que los padres tienen buenos motivos para juzgar errada, la solución no está en la violencia, sino en comprender y –más de una vez- en saber permanecer a su lado para ayudarle a superar las dificultades y, si fuera necesario, a sacar todo el bien posible de aquel mal. Los padres que aman de verdad, que buscan sinceramente el bien de sus hijos, después de los consejos y de las consideraciones oportunas, han de retirarse con delicadeza para que nada perjudique el gran bien de la libertad, que hace al hombre capaz de amar y de servir a Dios.









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