Epílogo (de 'La conciencia y la Obra').- E.B.E.
Fecha Friday, 21 October 2005
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Parte III: Conclusiones
de
LA CONCIENCIA Y LA OBRA

 

Epílogo

«Cuando llegó el día de salir del hospital, apenas sabía andar, casi no recordaba quien era (…). Me habían desahuciado, y ahora que había desbaratado sus predicciones y seguía misteriosamente con vida ¿qué otra cosa podía hacer sino vivir como si tuviera todo un futuro por delante?»

(Paul Auster, La Noche del oráculo).

 

«Los santos no se escandalizaron de los defectos de la Iglesia o de las arbitrariedades, a veces clamorosas, de los que en ella mandaban. Sabían que la ley natural, la ley de Dios y la propia conciencia están muy por encima de la autoridad humana. Por eso, cuando experimentaban las consecuencias de esos errores o las dificultades de un gobierno arbitrario se reconocía que a través de esos hechos brutos Dios mismo estaba presente» (A. Ruiz Retegui, Lo teologal y lo institucional, cap 12).

Puede ser difícil reconocer a Dios detrás de ese «hecho bruto» que es la Obra para muchas conciencias. Sin embargo no deja de ser un desafío y una oportunidad que ayude a la reconstrucción de la propia vida psicológica y espiritual...



En esos días, junto a las reflexiones de Jacinto y Flavia, también me reconocí en un comentario que hizo Carmen Charo, sobre su resistencia a pensar que no tenía vocación. Me pareció una forma válida de recuperar la integridad de la propia conciencia. 

En mi caso nunca tuve la sensación de ser un ex-miembro sino de que la Obra en un momento dejó de existir como tal, ella misma se volvió «ex», dejó de ser lo que era, o mejor, dejó de fingir y se mostró como siempre fue. Es la esencia de todo fraude puesto al descubierto: darse cuenta de que algo nunca fue.

En este sentido la Obra valió la pena por las respuestas personales que produjo, aunque como institución fuera un engaño. Ese es mi mejor recuerdo y lo que finalmente permanece. 

Dicho de otra forma, me siento orgulloso de haber dado la vida por una causa que inicialmente parecía ser noble. Que luego haya sido una estafa, eso no me ha de llenar de vergüenza ni hace de ese pasado un objeto de negación. La ignominia y la vergüenza pertenecen exclusivamente a la Obra.

Opuslibros es en gran medida una continuación de aquélla respuesta inicial de cada uno, forma parte de su coherencia y su honestidad. En este sentido, más que una ruptura, Opuslibros marca una continuidad, una integridad del testimonio de la propia conciencia. El quiebre real pertenece a la Obra. 

Y me pregunto ¿cómo pudo haber existido la Obra? Pues como tal, como originalmente la conocí, ya no existe más.

Es como un truco de magia: ya me di cuenta de que era una ilusión pero aún así me sigo preguntando cómo fue el truco.

FIN

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