La petición de Orejas.- José Carlos
Fecha Friday, 21 October 2005
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Circula una petición de Orejas.  El diestro, enardecido por los vítores del ala ultrasur del público (cuarenta o así, nos comunica Brian, de los cienes que leen a Satur todas las semanas), emprende su paseíllo pensando en dar su vuelta al ruedo.  Con la mirada firmemente alzada hacia el palco presidencial y gesto altivo, pretende recibir varias partes del toro.  No puedo contenerme: que desde este otro sector del público, llegue el primer aviso.

 

Coincido con Kaiser, torero, en tener serias reservas sobre si tus planes para esta faena van a terminar como deseas, o se quedarán simplemente en eso: en una faena.

 

Entiendo de dónde viene tu fuego, tu garbo, tu orgullo, tu furia: he leído y compartido tu biografía.  Pero me da miedo que esas emociones profundas y las llagas que vistes de otras lides te ennublezcan el semblante y pierdas el arte que todos esperamos de ti.  Y que visto desde la barrera, sin conocer tus intenciones y disposiciones interiores, el arte se quede en saña.

 

Atacando al toro de frente, a la vista de todos, vas a provocar que se encabrite y se ponga a la defensiva.  Sin reconocer ni aprovechar algunas de sus nobles características, que tantos espectadores y colegas apreciamos, tus envites y capotazos limitan en mucho tu repertorio.

 

Perdona que te sugiera, como aficionado y antiguo compañero, que tu faena necesita mucha más preparación.  No son suficientes una cita de aquí o de allá, sobre todo si la mitad de la documentación que ofreces (tres de seis citas) se basa en la experiencia de un solo torero.

 

Acusaciones serias – sobre todo ante esta Presidencia – deben ir acompañadas de un estudio científico y detallado, desapasionado pero contundente.  Monumental, vamos, con pelos y señales, nombres y fechas.  Quizá no vemos el acopio de anejos que puede ir recopilado en la petición de Orejas, pero lo que nos presentas es claramente insuficiente.

 

Si quieres convencer que este toro merece la estocada, y argumentas delitos institucionales con alcance civil, el testimonio de una persona en un país determinado – en el que yo mismo he visto y criado la ganadería – no da la talla.

 

A veces parece que te has equivocado de corrida, y que colocas rejones en vez de banderillas.  El toro sabe que no se atiene a “la vida religiosa”, que en su seno no hay “superiores”, y mucho menos “votos de pobreza, castidad y obediencia”.

 

El bravo te ha visto venir: es muy listo, conoce tus movimientos, y dispone de enormes recursos para salir airoso.  Y cuenta con el favor de la Presidencia, favor que tú todavía te has de ganar.

 

Con pena noto que tu arte, torero, no está en sintonía con la Presidencia.  Desde mi humilde y subjetivo punto de vista me parece que en tus ademanes, en tu talante, se vislumbra una carencia de visión sobrenatural.  No hablas el lenguaje que pueden entender.  No te presentas como alguien que comparte sus aspiraciones.  No mencionas ni te acoges al Empresario que sabiamente controla y dirige el mundo taurino.

 

Si esto te sale mal, torero, puede que no vuelvas a acariciar la alternativa: ni las Ventas, ni la Maestranza, ni el coso comarcal de Alcorcón del Arcipreste.

 

Hace unos meses también estuve pensando en cómo lidiar esta suerte, y puse mis reflexiones por escrito.  Me imagino que no las compartes, pero realmente sigo creyendo que ofrecen mejores garantías.  Son siete capítulos siete, entre marzo y mayo de este año.

 

Al final, preveo con tristeza y aprensión que después de mucho picador y mucha banderilla, te vas a quedar en un solo pinchazo.  El toro, tan campante;  y el torero, toreado, y lo que es peor, alienado – y cabreado – con la Presidencia.

 

José Carlos









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