Parte III de 'La conciencia y la Obra'.- E.B.E.
Fecha Friday, 14 October 2005
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Parte III: Conclusiones
de
LA CONCIENCIA Y LA OBRA

La aprobación de la Iglesia

¿Puede haber sido la Iglesia víctima del mismo engaño que sufrimos tantos de nosotros? Sería muy tranquilizador, porque sorprende la adhesión incondicional que la Iglesia le ha prestado a la Obra hasta ahora y la poca o nula atención que le ha prestado a los cuestionamientos provenientes de quienes se han desvinculado de la prelatura. 

Hay que reconocer que no pocas personas le hemos dado una gran aprobación a la Obra durante mucho tiempo y que eso mismo podría sucederle a otros (cfr. Satur, su relato sobre la visita de Ratzinger a Cavabianca: más allá de la rigurosidad de la narración, el hecho es que Ratzinger quedó muy bien impactado).

Pero el caso de la Iglesia, su jerarquía, es muy distinto, porque a ella le toca la función de juzgar las doctrinas y los ejemplos. Maneja mucha más información y tiene la grave obligación de no dar su aprobación a aquello que no lo merece...



Haber canonizado a Escrivá es un verdadero problema para muchas conciencias, un verdadero trauma, y en no pocos casos, causa de escándalo y apartamiento de la Iglesia. No es una simple discrepancia de ideas: hay de por medio grandes sufrimientos e injusticias que no deben ser ignorados.

Contrastan profundamente con muchos testimonios de Opuslibros, las afirmaciones del Prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos, cardenal José Saraiva Martins, realizadas en una entrevista en 2002, al referirse a las características personales de Escrivá: 

«Quisiera subrayar (…) su gran amplitud de mente y de corazón que lo llevaba (…) a tutelar la inviolable libertad de cada uno. Pero el nuevo santo fue también un “gran promotor de la unidad eclesial”. El demostró con el ejemplo que la diversidad de carismas no significa oposición, que las diferencias no deben generar contrastes, que en la vida de la Iglesia todo es patrimonio de todos.»

Por lo cual las preguntas surgen inmediatamente: ¿estamos hablando de la misma persona declarada santa? ¿Cómo puede haber tanta discrepancia entre quienes lo padecieron y quienes lo santificaron 

Más que terminar con la controversia, las palabras oficiales de la Iglesia perturban aún más, especialmente porque se parecen más a un encubrimiento que a un esclarecimiento.

La gravedad del asunto reside en lo que este mismo cardenal decía al comienzo de la entrevista, sobre la función de canonizar: 

«Se trata de poner en el “candelabro” esos modelos de santidad cristiana y proponerlos como ejemplo a todos los fieles, al entero Pueblo de Dios»

No sirve entonces el consuelo de pensar que Escrivá fue declarado santo «a último momento por la misericordia de Dios». Escrivá fue puesto en el «candelero» por la Iglesia como modelo y ejemplo para todos. El asunto es dramático.

*** 

Puede resultar desalentador para muchas conciencias leer la elogiosa carta que Benedicto XVI le escribió al Prelado de la Obra en Septiembre último, con ocasión del 50 aniversario de la ordenación sacerdotal del Prelado (está en la web oficial). Se puede leer como un gesto diplomático y nada más, pero sería una lectura parcial si no se advirtiera el enorme respaldo que la Iglesia le sigue dando a la Obra sin cuestionamiento alguno.

Puede ser una solución temporal el hecho de creer que la Iglesia también ha sido víctima de un engaño y así evitar una crisis de fe más profunda. Pero repito: es una solución temporal. Mientras tanto, los tiempos de la conciencia siguen corriendo y esperando una explicación. 

El único modo de resolver definitivamente este hondo desconcierto para la conciencia, es que la Iglesia se pronuncie explícitamente y tome cartas sobre el asunto.

Parece muy poco probable que en el corto plazo surja alguna respuesta al respecto. Lo más factible es que la conciencia de cada uno tendrá que lidiar privadamente -es decir, en soledad, sin el acompañamiento de la Iglesia- con esta dificultad pública para la fe personal. 

Digo privadamente porque la autoridad pública pertenece a la Iglesia, lo cual no impide que cada uno exprese su opinión en conciencia pero al mismo tiempo en soledad, por el vacío que implica el silencio de la Iglesia.

Tal vez exista alguna posibilidad de presentar, por llamarla de alguna manera, una cierta «desobediencia civil» a aceptar la canonización sin reservas y sin explicaciones profundas de cómo fue ese proceso y de por qué se rechazaron a ciertos testigos claves.

Cada uno deberá sondear qué le dice su conciencia y actuar en consecuencia, aunque le resulte adverso:

«si aquel a quien el precepto va dirigido tiene conciencia de que eso es pecado e injusticia, lo primero que debe hacer es salir de esa situación de conciencia; pero si no puede, ni estar de acuerdo con el juicio del Papa, en ese caso su deber es seguir su propia conciencia privada y sufrir pacientemente si el Papa lo castiga» (texto citado por Newman, en A. Ruiz Retegui, Lo teologal y lo institucional, cap. 12)

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