Complicar una cosa tan sencilla como la confesión. Para Spider.- Agustín
Fecha Friday, 14 October 2005
Tema 070. Costumbres y Praxis


Hola Spider,

 

me imagino que tu correo del miércoles último tendrá muchas respuestas y todas en el mismo sentido... los fieles católicos tienen absoluta libertad, reconocida por la Iglesia, para confesarse con cualquier sacerdote provisto de las debidas licencias. Más aún, si se confesara con un sacerdote que no tuviera licencias, sin saberlo, la confesión sería absolutamente válida y legítima respecto al penitente.

 

En la Obra se ha dicho siempre que hay absoluta libertad para confesarse con el sacerdote que cada uno quiera, pero… siempre hay un pero… que es de mal espíritu confesarse con un sacerdote que no sea de la Prelatura y eso por varias razones, más o menos comprensibles... no sé como será en la actualidad, pero en las Ordenes Religiosas existía la misma praxis:  los dominicos era exhortados a confesarse con Dominicos, los Redentoristas con Redentoristas, los Jesuitas con Jesuitas y lo mismo sucedía con las monjas en cuyas Ordenes había ramas masculinas, a tal punto que por ejemplo –lo he visto escrito en documentos internos de las Hermanas de la Caridad- no podían instalarse en ninguna nueva fundación, donde simultáneamente no pudieran residir al menos dos sacerdotes de San Vicente de Paul “para que las atendieran en confesión”.

 

El tema está entonces en determinar si el “mal espíritu” en esta materia constituye en si mismo un pecado... personalmente creo que no constituye ni siquiera pecado venial, salvo claro está que en la conciencia del penitente esté claro, clarísimo que proceder de esa forma es pecado… así que la cuestión es dejarle claro a tu amigo que lo que va a hacer no es pecado porque está actuando conforme la libertad que le da la Iglesia.

 

De mi experiencia personal te cuento lo siguiente:  estando en el centro de estudios me confesé con el sacerdote designado al que le hablé de un par de temas que podían englobarse en el apartado de “espíritu crítico y falta de unidad”.  Antes de darme la absolución me dijo que debía hablar de eso con el director.   Le contesté que no era necesario porque habiéndoselo dicho a él en la confesión yo estaba tranquilo “…y a otra cosa mariposa”… replicó que eso no era de buen espíritu y que debía decirlo:  me dio la absolución.

 

Días después, seguramente porque en el consejo local el tema no había salido, me llamó y me dijo que si lo autorizaba a hablar de un tema que yo sabía (no me dijo cual, pero tonto no soy) le dije que no y que no lo autorizaba, porque si él hablaba de eso el que estaría en pecado mortal era él por violar el sigilo sacramental y que además quedaría automáticamente excomulgado.

 

Años mas tarde volvimos a coincidir y ete aquí que me saca el tema… el pobre no se había olvidado!!!!!!. Acudí a quien correspondía y le dije claramente que a partir de ese día no volvería a confesarme con un sacerdote de la Obra, porque había perdido la confianza.  Trataron de convencerme, pero fue inútil... me sugirieron que me confesara con un sacerdote agregado de la sss+ (Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz) a lo cual me negué igualmente, no me daba la gana de exponer a nadie a violar el sigilo sacramental!!!!!.

 

Me dijeron entonces que podía confesarme con quien quisiera aunque era de mal espíritu, pero que no había necesidad de que manifestara mi pertenencia a la Obra….  Cuanta complicación!!!!!!!.... repliqué… porque soy replicón, que si no lo manifestaba, las cosas que le dijera podían sonarle a chino y que en todo caso lo que yo le dijera o no le dijera era cosa mía y de mi conciencia.

 

Quizás tu amigo haga bien en explicarle su situación al sacerdote al que acuda y que le advierta que no lo ha dicho a sus directores y que aunque aquello podría calificarse de “mal espíritu”  preferiría no tener que hacerlo para no verse sometido a presiones adicionales.  Si el sacerdote al que acuda tiene sentido común, le dará el consejo oportuno.

 

Perdona que me haya extendido tanto, pero me pareció necesario para que te des cuenta hasta que punto se puede complicar una cosa tan sencilla como el sacramente de la misericordia, donde uno abre la conciencia delante de Dios nada más que para obtener su perdón.

 

Agustín









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