Nueva entrega de 'La conciencia y la Obra'.- E.B.E.
Fecha Wednesday, 12 October 2005
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Parte III: Conclusiones
de
LA CONCIENCIA Y LA OBRA

La conciencia del fundador

Si bien es cierto que nadie puede conocer la conciencia de otra persona, se puede tener un conocimiento aproximado estudiando su pensamiento y sus expresiones.

La figura de Escrivá surge en la misma época de los totalitarismos del siglo XX, lo cual no parece una simple coincidencia.

Recientemente Benedicto XVI decía que «la absolutización de lo que es relativo se llama totalitarismo» (JMJ, agosto de 2005). Y el análisis de A. Ruiz Retegui advierte sobre la absolutización de lo institucional en la Obra...



No he leído el libro de Corbière y desconozco en qué sentido preciso llama a la Obra “El totalitarismo católico”, pero el título es muy sugerente.

El carácter totalitario o “total” de la Obra, se manifiesta en una organización centrada en la figura idolatrada de su líder carismático, un “gran arquitecto” que ha diseñado todos los aspectos de la Obra, hasta sus mínimos detalles. Por eso, desligar su responsabilidad de todo el daño que ha causado la Obra es prácticamente imposible.

El totalitarismo es entendido genéricamente como una forma de gobierno que no permite la libertad y que busca subordinar todos los aspectos de la vida de los individuos a los controles del Estado. Los medios que usa para este fin son la coacción y represión.

La Obra funciona de esta manera, con sus matices.

Vivir bajo un régimen en el cual uno tiene que dar cuenta de todo porque no se es dueño de nada (ni de su conciencia), ese es un régimen totalitario, ese es un régimen alienante.

Otra de las características del totalitarismo es que ese tipo de régimen se deshace de las personas que no le sirven, que no le son útiles (cámaras de gas, tirarlas al mar, etc., este último caso tristemente semejante a la metáfora de Escrivá: caerás entre las olas del mar, irás a la muerte advierte a quienes no quieran someterse al orden impuesto).

La Obra hace lo mismo, elimina a las personas que ya no le interesan o pueden ser una amenaza por cómo piensan: lo hace sin espectacularidad, con grandes sutilezas. Pero lo hace.

Totalitarismo no implica necesariamente guerras armadas y muertes sangrientas. En el caso de la Obra, el totalitarismo que ejerce lo aplica al ámbito de la conciencia de las personas y allí no hay espectacularidad: todo sucede en medio de un gran silencio, una gran «paz».

Lo que en la Obra se llama «Unidad» no es otra cosa que «cosificación», masificación, ausencia de pluralidad y libertad.

El culto a la personalidad de Escrivá como supremo líder, es otro rasgo notable. La falta de una historia crítica desde dentro de la misma organización, es una tercera nota destacable de su totalitarismo.

Me parecen ilustrativos unos párrafos del libro de Isabel Armas "Ser mujer en el Opus Dei":

«Tengo aquí delante (con el fin de transcribirte los que me parece son los párrafos claves), la carta de dimisión que una numeraria pionera envió al Padre en los comienzos de los años setenta y después de 30 años de militancia:

 

»"Me siento parte de un sistema totalitario agobiante, en donde no es admitida la más pequeña objeción. El único camino es la aptitud de la aceptación total de las enseñanzas de la Obra y la docilidad más completa hasta en las cuestiones más intrascendentes. Me siento presionada con imposiciones ideológicas en temas triviales y sin ninguna importancia para mi vida interior. Y he sentido agobiada mi alma ante una dirección espiritual que no acepta la sinceridad de mis sentimientos: el desahogo espontáneo se considera murmuración; el pluralismo natural, falta de unidad; la palabra "grave" se usa para pequeños motivos, motivos que siempre son grandes cuando se refieren a la Obra, que dicen que es sagrada, férrea e intocable."

 

»"Nunca entendí y siempre me desagradó el fanatismo sectario con que obligan a amar a la Obra y a su persona [se refiere a monseñor Escrivá, a quien dirige su carta]. No es que ese fanatismo se tolere; es que se fomenta en charlas, meditaciones, tertulias, etcétera. Se habla de la Obra hasta la exaltación; ella es el remedio para todos los males, la solución a todos los problemas, la milagrosa farmacopea para curar todo tipo de enfermedades."

 

»"No comprendo la actitud que colectivamente se toma ante la Iglesia; por ejemplo, ante la renovación litúrgica, con críticas despectivas a toda nueva norma. En la Obra hemos llegado a practicar una liturgia propia, difícil de conjugar con el término tan manido de que "somos cristianos corrientes". Las críticas a la Iglesia y el Papa son constantes -yo lo he vivido en Roma con gran escándalo de mi parte-; se anatematizan formas apostólicas que la Iglesia orienta y aprueba y en todos los casos hay una falta de colaboración con esta Iglesia que es la mía, y algunas veces he dudado de que siendo del Opus Dei perteneciera a Ella."»

 

Impresiona este testimonio, de una persona que estuvo treinta años en la Obra, desde la primera época.

***

Creo que será muy necesario en algún momento disponer de todos los textos del fundador de la Obra para un análisis integral de su pensamiento (más aún si es deseo de la Obra nombrarlo Doctor de la Iglesia), pues por las pocas muestras de las que disponemos, gracias a los tomos de “Meditaciones”, se descubren no sólo importantes contradicciones sino también la particular personalidad de quien escribe. 

Se trata de un pensamiento que parece haber nacido espontáneo pero que terminó conformando un sistema, dentro del cual se encuentran muchas incoherencias. Por eso se necesita un estudio analítico.

No se trata de contradicciones teóricas más o menos argumentables o debidas al cambio de contexto histórico: más bien esos textos hablan de una personalidad contradictoria, lo cual es más preocupante, pues es su pensamiento el que forma (o deforma) la conciencia a miles de personas dentro de la institución por él fundada. 

El uso de un lenguaje ambiguo y contradictorio permite manipular las conciencias y confundirlas, para que lleguen a aceptar cosas que, dichas abiertamente, no aceptarían (tomemos el caso donde se denomina “curanderos” a los sacerdotes diocesanos, de manera subliminal, como es de esperar). La contradicción permite evocar un pluralismo ficticio al acoger dentro de sí todas las posibilidades, tanto el «somos libérrimos» como el «has de someterte hasta el anonadamiento». Pero de la confusión la Obra siempre obtiene lo que busca: que el sometimiento se imponga a la libertad y que «el pluralismo» quede sin efecto.

Hay toda un área de la realidad que, dentro de la Obra, se vuelve impensable, porque el lenguaje interno lo impide: se vuelve impensable criticar al Padre porque en el lenguaje de la Obra es una especie de enviado de Dios; se vuelve impensable irse fácilmente de la Obra porque «se sabe» que fuera de la Obra está la muerte y que vivir sin la Obra resulta impensable, debe rechazarse tal pensamiento; resulta impensable creer que en la Obra haya errores o menos maldades, pues el lenguaje de la Obra da a entender que la Opus Dei es producto de una revelación divina, aunque la Iglesia no haya dicho nada solemne al respecto.  Y así tantas cosas que el lenguaje de la Obra vuelve impensables, es decir rechazables. 

La reducción de opciones es otra forma de evitar el pensamiento libre: o blanco o negro, no hay más posibilidades. El de la Obra es un universo muy simple: conmigo o contra mí.

***

Es paradójico, pero quien criticaba tanto el egoísmo hacía girar toda la atención de la Obra en torno a su persona, a tal punto que habría que preguntarse si no tenía él una personalidad narcisista. 

Sinceramente reconozco que su escritura tiene momentos muy logrados y de un gran idealismo y fervor, que contagian. Del mismo modo, en otros se nota una gran dosis de tiranía, manipulación y manifestaciones contrarias a la verdad. Lo cual lleva a preguntarse hasta qué punto no hay dolo en ese modo de proceder. ¿La estafa que para muchos supuso la Obra, es producto de la locura o de la premeditación? El estudio sistemático podría darnos indicios importantes.

No se pueden disociar estos dos aspectos del discurso del fundador, como si se refirieran a dos personas diferentes. Además, esta dualidad es una característica de los miembros más identificados con la Obra y su fundador, quienes imitan ese comportamiento.

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