Nueva entrega de 'La conciencia y la Obra'.- E.B.E.
Fecha Monday, 10 October 2005
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Parte II: el camino hacia la salida
de
LA CONCIENCIA Y LA OBRA

Motivación institucional y exigencia personal 

Una alta motivación permite llevar a cabo grandes sacrificios, que de otra manera difícilmente se harían.

En la Obra, esa motivación está dada por el gran caudal de meditaciones, charlas, lecturas, etc., medios de formación destinado a impulsar la ilusión, ideales de cambio y conversión. Entre esas motivaciones está la idea de éxito, muy utilizada en la Obra. 

Una alta (inversión en) motivación es necesaria, si los directores desean obtener grandes beneficios de los sacrificios que realizan las personas altamente motivadas. Esa es la razón de tanto medio de formación inculcado a presión, a semejanza de los modernos sistemas compulsivos que tienen las granjas para alimentar a las aves domésticas y así aumentar la productividad...



Esta es una de las características más extrañas de los llamados medios de formación: su carácter compulsivo, que pasa por encima de las necesidades personales. No importa si hay hambre, lo importante es ingerir. En nombre del ex opere operato absoluto se deja de lado el ex opere operantis. En realidad, es en nombre del éxito y la productividad institucionales. 

Pero a diferencia de los animales de granja, los seres humanos tienen expectativas, se proyectan en el tiempo. Tienen conciencia, gracias a la cual pueden ver más allá de la compulsión.

Toda motivación genera expectativas y si no se llega a satisfacerlas, surge el efecto contrario: la desilusión. Y ésta a su vez traer consigo la caída de la exigencia, la reducción de los sacrificios. Y los sacrificios son el medio para colmar las expectativas contenidas en la motivación.  

El problema es que el fruto de los sacrificios es utilizado para colmar las expectativas de los directores y sus objetivos proselitistas –este es el punto de inflexión-. Por eso solamente siendo corporativo se puede colmar las expectativas personales. Es decir, alienando la propia persona.

En la Obra, al inicio del camino hay una gran motivación, con una enorme carga de expectativas. La motivación la mantienen los directores a base de “esfuerzos de entusiasmo”. Pero luego las expectativas decantan en metas inalcanzables, cada vez más lejanas, y se comienza a sospechar seriamente si en realidad alguna vez fue intención de la Obra colmarlas. 

Gran parte del engaño de la Obra reside aquí: motivar generando expectativas institucionales falsas, para obtener el fruto de los sacrificios personales.

Cuando decaen las expectativas, la exigencia sólo se mantiene por la presión (la motivación misma ya no es un impulso sino una imposición: el deseo es reemplazado por el deber). Se pierde la inocencia y comienza la trampa: los sacrificios pierden sentido y lo que se busca es cómo escapar de ellos. La labor de los directores, entonces, se reduce a presionar, controlar y amenazar. La motivación sigue y alguna expectativa genera (pero ahora es distinta: se desea que la Obra se reforme, no siga sino que vuelva al punto de partida). El cilicio se deja de usar, la “mortificación por el Padre” se hace más blanda o directamente desaparece (como curiosidad estadística, sería interesante saber cuántos meses o años antes de anular el contrato con la Obra, qué porcentaje deja de usar las mortificaciones corporales: difícilmente se pueda tratar de una epidemia de “aburguesamiento” o “tibieza”, razones a las que seguramente la Obra acudiría). 

Cuando ya no hay ni siquiera expectativas de algún tipo de cambio a futuro, al menos a mediano plazo, surge la desilusión total y la idea de anular el contrato con la Obra es casi automática. Me lo comentaba un numerario hace unos días: piensa dejar la Obra porque no desea envejecer en ella, no ve ningún futuro dentro de esa institución.

De lo contrario, con gran probabilidad aparece el cinismo y la comodidad: resulta más conveniente quedarse a vegetar que irse a comenzar una nueva vida.

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