En eso no me engañaron, la verdad.- Lappso
Fecha Wednesday, 05 October 2005
Tema 060. Libertad, coacción, control


Muchas veces he leido por aquí que a mucha gente le parece intolerable que el contenido de las charlas fraternas se airee en los consejos locales, en las delegaciones, etc.

Con dos facetas: una -que yo ignoraba hasta hace bien poco tiempo- recorre el derecho canónico hasta dar con una clarísima disposición por la que se proscribe que en tierra cristiana la dirección espiritual coincida con la dirección propiamente dicha; neta prohibición de la que, una vez más, la insigne prelatura hace mangas y capirotes. Visto ahora, es una sabia disposición que me ha dado mucho que pensar acerca de la pretendida lealtad de la obradedios a las disposiciones de la Iglesia y a su conexión con las fuentes de la ascética.

Pero la otra faceta que leo también muchas veces es diferente. Se trata de gente (mucha) que se queja de que el contenido de sus confidencias no era confidencial, sino que se trataba en los consejos locales y desde estos llegaba (o podía llegar) hacia arriba, de gobierno en gobierno. Pero no ya porque la Iglesia lo tenga prohibidito, sino porque nadie les avisó de ello, porque no lo sabían; de resultas de lo cual sintieron traición. De ahí surgen mogollón de consecuencias, protestas, apelaciones a los derechos más elementales....

(Excluyo las conexiones del asunto con los sacerdotes y su sigilo sacramental, que es harina de otro costal más recio)

Pues qué quereís que os diga: hasta donde me alcanza el recuerdo, servidora siempre supo que los del consejo local sabían (o podían saber en cualquier momento) de sus cuitas más íntimas; y los de la delegación, y los de comisión. E incluso que cuando cambiaba de casa o así había una cierta transmisión de datos recurrentes o esenciales.

Desde muy tempranito, recuerdo bien aquello de que la dirección espiritual es colegiada, que no hay dictadores, que no dependemos de que a un tío se la vaya la olla o se le deje de ir, que estamos en manos de los directores, que el consejo local sabe lo que nos conviene a todos, y en ese plan. Sobre todo, lo de la dirección espiritual colegiada. Lo recuerdo bien porque a mi adolescencia protestataria le pareció muy moderno, muy vanguardista, muy progre. 

De esas nociones -supongo- deduje que las cosas funcionaban así; y de las reiteradas experiencias al respecto, claro, que si un tío que te acaba de conocer golpea exactamente donde corresponde: coño, eso no puede ser sabiduría infusa....

O sea: que en eso a mi no me engañaron. Ni yo engañé a otros. Cuando me tocó dirigir, esa cuestión estaba dentro de la mayor naturalidad. Y cuando me dirigieron a mi (es decir, siempre) ya contaba yo con ello.

No puedo decir que me gustara, pero contaba con ello. Eso seguro.

¿De dónde si no ese halo de espía bueno, de poli total, de detective pertinente que tenían los vocales de San Miguel, que cuando aparecían por la puerta solían traer consigo viento de crisis, lluvia de cambios, chubasco de bronca, hambre de información? Pues francamente: de que todos sabíamos que él sabía. Y si él sabía, será porque se lo contaban. Vamos, digo yo.

Y aunque no puedo afirmarlo tajantemente, sí tengo la clara sensación de que aquellos con quienes conviví (centenares, desde luego, aunque sólo en LaPrimogénita) eran también conscientes de que la dirección espiritual era colegiada y en consecuencia la información íntima circulaba según estaba dispuesto y mandado.

Sólo eso. Que me ha extrañado la extrañeza. Y que una cosa es que la Iglesia lo tenga prohibido (que lo tiene, y yo no lo supe nunca), y otra distinta es que se nos ocultara esa práctica.

Yo mismo y creo que la gente con la que estuve lo sabíamos perfectamente.

En eso no me engañaron.

En eso.

Lapso.









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