La pobreza. Francisco Umbral. Recortes de prensa.- Brian
Fecha Wednesday, 28 September 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos


LA POBREZA

Francisco Umbral

El Mundo 16.09.2005

 

Los señores de Naciones Unidas ya saben ustedes que están o han estado reunidos para debatir y resolver el tema de la pobreza en los mundos tercero y cuarto. Lo llaman pobreza, que es la última palabra decente que les queda, pero la pobreza supone sólo el principio de lo que realmente se llama miseria, abandono, hambre, infierno. Ya la palabra pobreza queda burocrática, correcta, políticamente correcta, pero nada más. Supone una hipocresía colectiva reunirse en número de 170 presidentes para hablar de la pobreza. Pobreza es sólo el principio del infierno, la soledad de las latas vacías, el cadáver que hay siempre tres metros más allá del cuerpo asesinado.

 

El espectáculo comienza cuando unos jefes de Estado deciden montar un debate, congreso, conferencia o cosa para erradicar la pobreza. El tema entra en los carriles de la burocracia y el congreso se multiplica por 170 países que participan y que a su vez formarán interiormente congresillos, conferencias, decisiones retóricas y otras artísticas maneras de perder el tiempo. Uno apenas cree en estos espectáculos políticos, y menos ahora que Naciones Unidas está empezando a ser naciones perdidas, naciones diluidas, naciones descomprometidas, naciones desconocidas.

 

La pobreza se combate con latas de sardinas más que con papel timbrado. Nos repartimos la lata de ciento y pico gramos entre unos cuantos y nos quedamos todos con hambre. Más había valido darle todas las sardinas a la gata y seguir nosotros sumergidos en el Infierno de Dante Alighieri, que al fin y al cabo allí no te obligan a comer hojalata ni a hacer congresos. Y sigue la pobreza. La pobreza, ya digo, es el atrio sangriento de la tristeza, de la soledad universal vigilada por Dios desde su sueño, porque Dios suele tener sueño y eso lo han arreglado ahora en el Vaticano poniendo una estatua de monseñor Escrivá de Balaguer, un santo que acabó con la pobreza de los ricos, con la miseria de los millonarios y con el oro barroco de los diversos Vaticanos que alumbran en la Tierra.

 

Esta erección de estatua nos anuncia que el filósofo Ratzinger no va a ser tan humano ni tan humanitario como creíamos. La pobreza principia o termina en la primera madre lactante que no puede mantener a su hijo porque las muertas ya no amamantan ni a monseñor Escrivá. Después de la pobreza viene el horror, la noche en claro de luna fusilada, la soledad de la Iglesia con los santos ardiendo vivos en sus capillas de llama. Si se quedan ustedes en la pobreza, señores de la ONU, más valdría que se hubieran quedado en casa. Asia, Africa, la América catequizada, la Oceanía desnuda y antropófaga y todos esos paraísos artificiales que la civilización ha ido dejando atrás porque no hay manera de meterlos en las cuentas de resultados. Por todos esos sitios, ya pasaron Juan Pablo II, el manda de la ONU, los misioneros españoles y hasta la Madre Teresa de Calcuta. Todos dijeron allí palabras muy bellas y muy justas, pero la miseria sigue multiplicándose por sí misma y acudir a un banco con un mendigo universal y desangrado supone un pequeño error. «Eso es en el blanco de al lado, señora; aquí no estamos para regalar el dinero». Existe hasta un Banco del Espíritu Santo. La caja fuerte y el altar andan muy equilibrados.

 









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