Cómo conocí la Obra. (Cap.1 de 'Lo que el Opus...').- Gustavo
Fecha Monday, 19 January 2004
Tema 010. Testimonios


1. Cómo conocí la Obra.

Capítulo 1 de 'Lo que el Opus se llevó'
Enviado por Gustavo el 19-1-2004

Casi no conocía nada del Opus Dei hasta ir por primera vez a un Centro de ellos. Lo único que había oído era algo sobre el carácter de "extrema derecha" que se le adjudicaba al grupo y pensaba que era algo parecido al TFP (Trabajo, Familia y Patria?). También, había visto por televisión un documental que hablaba muy mal de la Obra. Recuerdo que mencionaba algo sobre los "fanáticos que iban a Torreciudad". Ello no me perturbó, sí en cambio, el hecho que en dicho documental se hablara mal de la Iglesia y del Papa, razón por al decidí cambiar de canal.

Tiempo después, hablando con un amigo -Juan-, me comentó que un amigo de él -Pedro- acababa de ir a un Centro de la Obra. Había conocido en ese lugar a un sacerdote, con quien se había confesado. Entusiasmado por su experiencia, me insistió con que fuera a conocer a dicho sacerdote del cual no recordaba ni el nombre. Se volvió realmente insistente. Por curiosidad y por la insistencia de Pedro decidí ir. Juan me previno: -"Ojo, no dejes ni tu dirección ni tu número de teléfono, ya que sino te van a volver loco". Así fue como, con esta advertencia, fui a dicho lugar a conocer a ese sacerdote.

Recuerdo que hacia frío, y a esa hora -serían algo así como las 19 o 19.30- ya estaba oscuro. Luego de entrar, me acerqué a la primera portería -una pequeña ventana con una gran reja metálica- y pregunte por el sacerdote en cuestión -Mr. Rimberbauer- . Me dijeron que para eso debía preguntar en la portería del fondo. Seguí caminando por ese pasillo -que en realidad es la entrada a un garaje- y luego de pasar una puerta de vidrio y reja, de subir unos escalones y de abrir una puerta de madera, me encontré en un hall en el que había una pequeña ventana con dos porteras (numerarias auxiliares). El hall tenía otra puerta mas. Pregunte por Mr. Rimberbauer y me dijeron que esperara. Tomé asiento en el hall.

La verdad que estuve a punto de huir de allí, ya que todo el ambiente me parecía bastante opresivo. No lo hice porque lo consideré una especie de descortesía y además porque me daba la impresión de que las porteras me miraban. Al cabo de diez minutos se abrió la otra puerta de madera y apareció una persona, digamos, Esteban Mernabo.

Este se presentó y me guío hasta donde estaba el sacerdote. Me llamó la atención unas cadenas y hachas que vi en una pared -años después las sacaron- y la gran escalera que había que subir para ver al sacerdote, quien me estaba esperando al terminar la misma. Hasta allí me acompaño Esteban. Yo iba convencido de que a Pedro lo conocían por ese lugar, pero no fue así. Parecieron no conocerlo hasta que el sacerdote dijo a Esteban : -"¡Ah! Tu amigo que vino la semana pasada". En efecto, Esteban era compañero de curso de Pedro en la Facultad. Así fue que luego de esto pase a hablar con el sacerdote. Me atendió en una pequeña sala contigua a su cuarto.

Yo iba bastante precavido. A poco de comenzar a hablar el sacerdote ofreció prestarme un libro. Inmediatamente pensé: "si lo acepto se lo tendré que devolver, es decir verlo nuevamente". Le conteste que no, que muchas gracias. El sacerdote siguió insistiendo con el tema, lo que me llevo a decirle que me dijera el nombre de libro que lo iba a comprar. Como siguió insistiendo, pensé que a lo mejor podía hacer devolver por una tercera persona o entregarlo de otra forma. Así fue que le acepté su préstamo.

Me impresionó la preparación del sacerdote y sobre todo la atención que ponía a los problemas que yo le contaba. Me pidió que lo viera la semana siguiente, para confesarme una vez por semana -algo habitual en los miembros del Opus Dei-. Cuando salimos de allí, me llevó hasta una biblioteca de pared, de la cual extrajo un libro "La Fe Explicada" de Leo Tresse y me lo dio, agregando que le debía pagar por el alquiler del mismo una pequeña suma, lo que me pareció completamente fuera de lugar, sobre todo luego de que me dijera que me lo iba a prestar y de su insitencia. Frente a la cara que le puse, me dijo, que si no tenía dinero, el me lo prestaba igual. Ahí tendría que haber salido corriendo.

De todas formas le pagué. El sacó una carpeta, me preguntó mi nombre completo y número de teléfono para saber a quien reclamar la devolución del libro. Ahí me acorde de Juan ("no les des tus datos.."). No tuve otra salida que darle el nombre y teléfono. Me fui muy encabronado. De hecho me perdí a la salida dentro del Centro y terminé en el oratorio. Con mucha bronca pensé "ahora, ni me dejan salir". Después de preguntar a un señor, conseguí salir de ahí, con el libro.

El jueves siguiente recibí una llamada de Pedro -sí, nuevamente Pedro-, quien me pedía que lo acompañara a una charla que iban a dar en el "opus". Me dijo "por favor, no me dejes ir solo, acompáñame...". De mala gana lo acompañé. La charla fue el viernes y la dio Esteban. Era un "círculo de San Rafael", charla que consta de lectura y pequeño comentario del Evangelio del día, una charla central sobre una virtud humana o sacramentos o temas ascéticos, la lectura de un "examen de conciencia" con preguntas y cierra luego de una pequeña tertulia con unos minutos de lectura espiritual. Se llama de "San Rafael" porque con ese término se denomina la "labor" que se hace con estudiantes universitarios y secundarios que no son de la Obra y que se encomienda a dicho ángel. Cuando Esteban me vio llegar, se sorprendió y pidió hablar un minuto conmigo. Ingresamos a otra pequeña sala, y en forma enérgica me dijo que al círculo tenía que venir siempre, ya que el "círculo" es semanal, que no podía faltar nunca. Yo contesté que como nunca había ido a ninguno no le iba a prometer nada y que si me gustaba iba seguir yendo y que sino, no.

La charla fue muy aburrida. Recuerdo solo una anécdota de una ratas que se caían a un balde de leche. La pesimista decía que se iban a ahogar y la optimista que se iban a salvar. La pesimista, efectivamente, se ahogó. La optimista como no dejó de nadar consiguió que la leche se convirtiera en manteca y luego en queso, por lo que pudo salir caminando.

El martes siguiente volví a ver al sacerdote, que como dije, me había caído bien. Quedamos en vernos todos los martes. El viernes volví a ir al "círculo" mas que nada para acompañar a Pedro.

Así fue que Esteban me llamó un día para decirme que quería hablar conmigo. La verdad que yo no tenía idea de qué, pero quedamos en vernos en el centro media hora antes del círculo. La charla transcurrió normalmente. Hablábamos de mi, de mis intereses y de mis problemas. Yo no sabía bien el motivo de la charla. Pensé que a lo mejor me iba a proponer algo, aunque nada de eso paso. Parecía que solo era para conocerme mas. Lo único que me llamó la atención fue lo rápido que Esteban pareció conocer mis problemas. Ello me llevó a pensar que a lo mejor el sacerdote le había comentado algo de lo que yo le había contado, cosa que deseché por parecerme imposible, ya que suponía que las cosas que le había dicho no las habría de contar a nadie. De hecho hasta le conté esto al Padre Rimberbauer y le pedí disculpas por pensar mal de él. El me respondió que Esteban "tenía mucha experiencia con las almas y por eso me había ´calado´ tan fácil".

La verdad era otra. Los sacerdotes de la Obra normalmente le brindan información a los numerarios respecto de la gente que "tratan", para facilitarles la labor. Como me explicaron una vez -cuando comprobé que esto era cierto- una cosa es lo que se dice en la confesión, para lo cual hay secreto de oficio, y otra lo que se le dice al cura antes, cuando uno habla con él, previo a confesarse. Con respecto a esto hay una obvia reserva, pero nunca un secreto como en la confesión

Pasa lo mismo con las charlas que tienen los miembros de la Obra con los sacerdotes. Ellos dan esa información a los Directores a cargo del "Consejo Local" del Centro. Con esto una de las cosas que se comprueba es la sinceridad del miembro de la Obra o del candidato "tratado" ya que es fácil verificar que le dice las mismas cosas a las dos personas y que no esta engañando a ninguna.

De más esta decir que lo que uno le cuenta a su "amigo" numerario, este lo comenta al sacerdote y también a su director con el cual hace su "charla fraterna" semanal. Como se ve las cuestiones privadas de uno, dejan de serlo rápidamente. Tanto el director como el sacerdote le dan indicaciones de los objetivos a cumplir con sus amigos, a lo cual se debe ser obediente. "En las labores de apostolado no hay desobediencia pequeña" decía el fundador de la Obra. De todo esto me referiré ampliamente más adelante.

Así fue como los martes y viernes iba al Centro, a hablar con el cura o al círculo. El viernes también comencé a tener mi "charla semanal" con el numerario en cuestión, Esteban. Al poco tiempo concurría a las meditaciones de los viernes y de los sábados. Estas son charlas que da el sacerdote en el oratorio, cuyo contenido se usa para meditar en "presencia del Señor". A esta altura yo traía -empujaba- a mi amigo Pedro, que comenzó progresivamente a alejarse.

Realmente yo me sentía bien. Había entablado una buena amistad con Esteban -al menos yo así lo creía- y con el sacerdote. Ambos llevaban mi "dirección" espiritual. El ambiente del Centro era agradable, gente estudiando y ocupada pero siempre simpática, agradable y con tiempo para uno. Llamaba la atención que todos estaban vestidos de manera similar: camisa arremangada, pantalón de gabardina o tela parecida y mocasines. Nada de T shirts, jean o zapatillas, ya que los numerarios debían vestirse "con elegancia". Años después esto se "flexibilizó" y comenzaron a vestirse como cualquier adolescente.

Como dicen ellos, recibían a la gente "con una sonrisa de San Rafael", refiriéndose a la imagen que dan frente a gente que no es de la Obra, siempre sonrientes y de buen humor. Se veía también profesionalidad a la hora de encarar temas tanto religiosos como científicos lo que , como dije, me atraía.

Pregunté quienes vivían en esa casa y se me explicó que vivían numerarios. Pregunté que era ser numerario, y casi nadie supo explicarme claramente. Un numerario es un miembro de la Obra, que por vocación divina -o sea por ver o sentir el llamado de Dios- entrega su tiempo con plena disponibilidad al servicio de la Obra, comprometiéndose a vivir la obediencia, pobreza y castidad. Son todos célibes y de allí obtiene la Obra casi todos sus sacerdotes y todos los directores. Son la "clase gobernante del Opus Dei", por ello deben tener una profesión de carácter universitario y tener una buena formación cultural. Todos pueden ser del Opus Dei - como siempre se dice- pero no todos pueden ser numerarios.

Poco a poco iba entrando más y más en "mundo opus". Fui a un curso de retiro. Al poco tiempo también fui a una convivencia, hasta que caí en un planteo vocacional, algo que sin darme cuenta siempre me había sido alentado.

Esto tiene varios pasos. Comienza uno a tener dirección espiritual con el sacerdote. Se trata de que la misma sea semanal, para poner metas concretas y precisas semana a semana. También se busca que algún laico (numerario) lo "trate" a uno, si es posible semanalmente. Para ello antes deberá darle algún círculo, lo que muchas veces implica que uno vaya otra vez más a la casa. También comienzan a alentar a que uno haga oración mental con "Camino", libro escrito por el fundador de la Obra, llamado también "Nuestro Padre". Se le agrega a esto la lectura espiritual y el Rosario. De a poco también la visita al Santísimo diaria, tres Avemarías por la pureza, todos los días antes de dormir. Se busca que uno estudie en el Centro de la Obra y pase el mayor tiempo posible allí dentro, para lo cual también se disponen "arreglos" en la casa para hacer. Como decía, todo esto en un ambiente agradable y "cristiano" en el que uno se va metiendo poco a poco. Todo ello, dirigido por el Consejo local, el numerario en turno y el Sacerdote -el sacerdote es uno de los miembros del Consejo Local-. Así llega el momento en que a uno se le induce la "crisis vocacional" en donde le mencionan la idea de ser Numerario, para ver como reacciona.

El típico planteo, en una acción conjunta entre el sacerdote, el director y el numerario que trata a un amigo suyo, es hacerle leer los puntos de vocación de Camino, o en "Cuadernos 7" -una publicación interna de la Obra, en la que se menciona el tema de la vocación y el tema apostólico- tratando de hacerle ver al candidato por todos los medios que tiene vocación.

Si este comienza a dudar se le dice que el miedo es un síntoma de vocación al Opus Dei ya que "uno no tiene miedo a ser monja carmelita o religioso" y sí a ser miembro de la Obra por que eso lo ve como posible. También si uno no se decide se lo empieza a tratar de "cobarde". Se le dice que tiene que tratar de ver lo que Dios le pide y que para ver eso mas claro hable con el sacerdote del Centro o al numerario en cuestión y que si bien "puede consultar con cualquiera el tema vocacional" es mejor que no lo haga ya que no todos "son el buen pastor" y que otros sacerdotes por no entender el "espíritu de la Obra" pueden orientarlos -siempre de buena fe- mal.

Esto hace que la persona que comienza a plantearse la vocación hable de este problema solo con el sacerdote de la Obra o con el director del centro. Ello obviamente presiona y hace que el "candidato" o "pitable" no encuentre mas consejo que en gente de Opus Dei, que ya sabemos que le aconsejan.

Así fue como yo, decidí pedir la admisión. Tengo que reconocer que en ese momento no me daba cuenta de la maniobra, que luego yo mismo hice con otras personas como si fuera lo mas normal.

El sacerdote obviamente alentaba esa nueva "vocación". Yo, obviamente, estaba convencido de que era eso lo que Dios me pedía y lo mejor para mi. Encarar una vida de nuevas aventuras, ser un soldado de Dios, ayudar a cambiar el mundo para entregárselo a Dios santificando mis trabajos y a los que conmigo trabajaran. Debo reconocer que todo eso sonaba atrayente.

Finalmente pedí mi admisión como miembro numerario al Opus Dei. La admisión para ser numerario se solicita escribiendo una carta al "Padre" -Prelado del Opus Dei- en la que uno le manifiesta que quiere ser miembro de la obra -eso debe quedar claro- y le cuenta alguna cosa mas. Fue mi primera carta al Padre -costumbre de la que hablaré después-. Allí la historia comenzó a cambiar...

(To be continued...)





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