El Método Neska.- Kaiser.
Fecha Monday, 29 August 2005
Tema 140. Sobre esta web


Últimamente ha florecido un tipo de intervención "desde dentro" que evita el enfrentamiento y la áspera descalificación, pero va dirigido a la línea de flotación de la página por cuanto pretende desmontar la imagen de institución cerrada e intransigente hasta la asfixia de muchos de sus seguidores. Si en el Opus Dei cabe Neska, señores, es que no será tan fiero el tigre como lo pintan.

Si no he entendido mal, Para Neska no existe la vocación al Opus Dei. Si éste desapareciera, ella sencillamente se relajaría y pasaría de aquello de ser ella misma Opus Dei aunque fuera la única sobre la faz de la Tierra. Le da por desaparecer por temporadas. Ella no, pero sus amigas supernumerarias se van de parranda con sus novios y se meten en sus habitaciones con ellos. Los curas dice que le entienden bien, pero admite que las numerarias son harina de otro costal y por ello como que se mantiene a distancia. Reza a golpe de rock. Y desprecia la labor de las obras corporativas si no hablan euskera.

Desde que leí todas estas cosas y alguna más, he dejado de beber hasta cerveza sin alcohol, para asegurarme de estar a la altura de las circunstancias con respecto a nuestra querida amiga.

El caso Neska me ha traído a la memoria dos sucesos que escuché recientemente en la radio del coche en sendos desplazamientos por motivos de trabajo. Ambos proceden de un programa de Onda Cero, Herrera en la Onda, presentado por el periodista Carlos Herrera, que tiene un espacio llamado La Hora de los Fósforos. En este espacio los oyentes cuentan sus vivencias acerca de las situaciones más dispares, casi todas en relación con temas de actualidad. En el primer caso se trataba de explayarse sobre lo que el comunicante llevaba peor de su pareja. Se sucedían las llamadas de propios y extraños que se desahogaban con las manías y bajezas de su ser más querido, todo en un clima de humor y distensión del que el "conductor" hábilmente se sirve para retratar en toda su espontaneidad y dudoso esplendor lo más granado de nuestro ser colectivo. Todo el dolor de la esposa engañada, la frustración malamente contenida de unos y otros por causa del adlátere amado, secretos de alcoba, rutinas decadentes, miserias, vergüenzas al aire. En un momento dado entra en línea una simpática andaluza que entre risas y bromas se lamenta de que su marido la deje indefectiblemente tirada en las mudanzas y se vaya de copas con los amigotes, mientras ella debe lidiar el toro como malamente puede cada vez que se mudan de casa, lo que sucede con relativa frecuencia a medida que la prole aumenta. Lo de que necesiten cada vez casas más grandes no era problema "porque mi marido EL POBRE -dijo la mujer- gana mucho dinero" La protagonista concluyó con las consabidas felicitaciones al programa y añadió que rezaba mucho por ellos, porque "yo soy del Opus Dei"...  Me quedé a cuadros. La historia en sí no tenía nada de particular, un marido caradura, como tantos otros. Lo que hacía que una historia común y corriente adquiriera un tono distinto para mí era por la ruptura de esquemas que me supuso encontrame con alguien de Casa que hace ostentación pública y gratuita de serlo y, encima, en un contexto de chanza y chascarrillo en el que ponía en solfa a su marido.  Muy desesperada debía estar la mujer. Muchos hijos más se veía venir con sus correspondientes mudanzas y sesiones de copeteo maritales. Muy abandonada debía sentirse por los directores y directoras. Y eso sin contar con que el otro también fuera de Casa, que entonces sí que habría mucha tela que cortar.

No me había recuperado del trauma de la supernumeraria maledicente a los cuatro vientos, cuando se aborda día después el tema de las situaciones curiosas que se dan en una boda. La gente iba llamando y desgranando todo ese elenco de circunstancias que rodean tan singular momento: la novia que dice "no", el novio que se emborracha en la despedida de soltero y amanece en comisaría, familias que terminan a garrotazo limpio, invitados indeseados, etc... Casi todos los asuntos son verdaderamente dramáticos, cuando no trágicos y hasta sangrientos, pero todos son abordados en un contexto desenfadado gracias al arte inefable del locutor que sabe parar el carro cuando debe, dejar pasar el sapo, llegado el caso, y quedarse con la "chicha" del asunto que sirve en bandeja a los contertulios para que ellos saquen punta a su antojo.  De todo lo cual resulta un producto no sólo digerible, sino hasta diurético. En un momento dado llamó alguien que refirió un caso in fraganti de la novia con un tío suyo el mismo día de la boda,  que dio pie a otra comunicante que dijo haber presenciado otro caso similar, esta vez de la novia con el mejor amigo del novio en los aseos del restaurante. Interpelada sobre qué ha sido de los amantes, contestó: "se han casado y tienen seis hijos porque son muy del Opus Dei". Si antes me había quedado a cuadros, esa mañana es que no me topé de milagro. O sea, me dije, que va a ser cierto lo de que había que vivir en medio del mundo y yo me empeñé en lo contrario. O es que va a ser cierto que hay otros mundo y están en éste.

¿Cómo encajar estas historias con aquella del numerario que da cuenta en la confidencia de que se ha dado cuenta de que se fijado en una pasajera del tranvía que le llevaba al trabajo por las mañanas y se le ordenó tomar el anterior para preservar la vista, puerta de la pureza?

¿Cómo es que yo sigo, a más de treinta años, dejando abierta la puerta de una habitación o un despacho cuando estoy con una mujer a solas? La más fiera de las panteras imaginarias que hay podido cruzarse en mi camino se quedan en gatitos inofensivos al lado de las supernumerarias esas amigas de Neska.

En una ocasión, llevado de mi espíritu apostólico, organicé en la facultad una excursión impulsada por el cátedro y dentro de las actividades curriculares, o sea, nada de campo y playa. Naturalmente, la convocatoria se hizo abiertamente, vamos, que no decía en ninguna parte "abstenerse hembras" o así. Hízose la excursión. Maravillosa experiencia. Pero, una vez consumado el crimen, fui llamado al orden por la superioridad y advertido de la inconveniencia de aquel tipo de iniciativas. Poco más y se me prohíbe ir a clase.

Tarde veraniega en curso anual. Bisoño, muy bisoño yo aún. Hora de estudio. Calor que aprieta. Concentración en Babia. Junto a la ventana, una piscina solitaria se me ofrece con insinuantes e inequívocas ondulaciones. ¿Cómo no se le ocurre a nadie? Serán de secano. Bajo y en un santiamén monto mi tenderete, tocadiscos incluído. La aguja va desgranado una balada melíflua de Los Beatles. El agua fluye y destella a mis pies. El aire me despeja. Siento desembozarse la mente. El procesar de ideas y definiciones.  Ya no es sólo el agua la que fluye. Todo fluye. "PANTA REI". Me hago uno con el saber universal, y la Teodicea se me entrega como nunca antes se me había entregado nada ni nadie. Veo mis pies sobre una banqueta. Toco el cielo. Relajo total. Pero una sombra se cierne sobre mi cuaderno. Anuncia la presencia de alguien, cuya silueta eclipsa el sol. ¡Y no es para menos! El inefable J. M. en carne mortal (y magra, todo hay que decirlo) se me hace presente en el momento de máxima concentración para recordarme que estaba en el tiempo de la tarde y que nada de musiquitas ni frivolidades de esas y que el tocadiscos no era para mi solaz particular y que ya estaba plegando velas que estaba escandalizando con mi actitud a la peña (esto no es literal, naturalmente, alguna influencia saturina tenía que salirle a uno). Dirigí una mirada a la casa y allí estaba la peña alucinando en silencio con mi desparpajo sandunguero. Bueno, pues ahora va Neska y les pone el Jare Khrisna, Jare Jare... y todos a menear el esqueleto en la oración.

Neska aparece y desaparece como el Guadiana. Y lo dice como si tal cosa, oye. En una ocasión me rompí una pierna jugando al fútbol. Cosa seria. Cosa mala. Jodida cosa. Entonces vivía con mis padres aún. Nadie vino a acompañarme en el dolor ni en la postración, ni en la oración, ni nada. Tiempo después, vinieron a saber de mí.  Ya no tenía vendaje  La pierna en alto sobre una silla. Ningún interés por ella. Todo acerca de por qué no iba. Que "me dejara de leches" y me fuera ya mismo. Me alucinó pensar que ellos pensaban que yo les mentía.  Me sentía fatal. Amor desgarrado. Joven al fin, lo había olvidado hasta el punto de que hasta recibir el shock por el método Neska no me había aflorado a la superficie.

¡Ah, si yo hubiera conocido entonces el método Neska!

Kaiser









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