Una jornada en París.- Satur
Fecha Wednesday, 24 August 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos


¡Amigos!, ¡ya vivimos en un acosado!. Sí. Poco han durado los propositorios que hice de descansar de Orejas. Lo siento por los que se alegraron de mi adiós.

 

No quiero justificarme. Nada de es qués, creí qués, pensé qués… sencillamente, tengo dos vecinos absolutamente letales y eso me lleva a ocultarme en el despacho, leer, escribir, pensar… Sólo diré, y es verdad, que los dos han puesto en el pequeño jardín de entrada a su acosado enanitos y gnomos de piedra con luces para que iluminen de noche. A alguno le parecerá una tontería, pero si te acostumbras a eso, luego los pones tú, después comes con manga corta, más adelante omites ponerte los pantalones en el hogar, más allá abandonas a tu mujer, te das a la bebida, te lías con una señora de pequeña estatura, y acabas cantando “ Mi pequeña Anita, la conocí en París” en la misa dedicada a Santa Ana. Esas cosas pasan.

 

Hablando de París. Viendo la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, recordé la nochecita que pasamos en Jornadas similares en los Campos Eliseos. Si alguna vez supe qué es el infierno, o la locura, fue aquella noche. Y no tanto porque cantara Andrea Bocelli, o porque en aquel hipódromo no cabía un alma y para ir a hacer tus necesidades debías saltar sobre millones y millones de cuerpos piadosos hasta llegar a una especie de cabinas, con unas colas inmensas repletas de peña con la vejiga a punto de estallar, y allí te ponías detrás de un tipo que esperaba desesperado dando saltitos y con las manos apretando con fuerza la bragueta, y le preguntabas dándole un golpecito en el hombro

 

-         ¿Esto es la cola? -decías mientras saltabas tú también

-         No, majete –respondía muy serio– esto es mi hombro.

 

El infierno y la locura fue que en nuestra parcela nos tocó un grupo de esos que la Santa Madre Iglesia aprueba, uno de esos carismas nuevos que infunde el Señor, y que yo creo que no se lo ha pensado ni un segundo. Lo hace así, a voleo, y luego pasa lo que pasa. No sé esos tíos si eran Carismáticos del Duero, o Flageladores del Don, Hipercarismáticos del Pneuma, Legos de Santa María Micaela de Idaho, o Cavalieri di la morte súbita –a lo mejor no eran nada y andaban allí de cachondeo, vete tú a saber. Pero comenzaron a eso de las once de la noche a bailar en corro, cogidos de la mano, mientras cantaban una especie de salmo, repitiendo el estribillo hasta la saciedad. Ignoro qué salmo era, pero el que lo compuso se tuvo que quedar ancho. Y si se entera que se lo cantan unos julapis dos mil años después, bueno, entonces el tío flipa. Serían las doce y media y allí seguían dale que te pego, dando la brasa.

 

A su alrededor, en silencio, postrados y agotados de la paliza del día, y alguno con unas gotitas de pis en el pantalón (llegué tarde), pedíamos al Señor que un rayo fulminara al jambo que parecía llevar la voz cantante: una especie de profeta con barbas, guitarra con pegatinas de no sé cuantos festivales David y encuentros con el Papa, y aspecto de estar dispuesto a mearse encima si era necesario antes de dejar el trance en el que tenía a la peña. El tío no pasaba la ITV de la Jornada de la Juventud ni de coña, pero allí estaba.

 

Dios no quiso aceptar nuestras peticiones. Muchos y muy graves debían de ser los pecados de los que estábamos allí y en su Providencia permitió que de algún modo purgáramos por ellos.

 

Alguien pensara que exagero. Me quedo corto. A la una y media estaban los tíos dándole al “alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi Señooooor” como si fuera un concurso del Guines del Vaticano: ¡¡¡mil millones de alabarés en una sola noche!!!

 

En eso, todo hay que decirlo, los de la opus somos más discretos. No andamos dando la barrila cantando toda la noche con el  “tinta y cálamo cálamo cálamo, cálamo y cálamo“ que, puestos a repetirla toda una noche el “cálamo” deja al “alabaré” en mantillas. Pero no, joder, somos unos señores y respetamos el descanso de los demás.

 

A las tres de la madrugada, con cuatro pringaos más, decidimos salir de allí. Como el mártir ese de Sebaste que salió de la piscina por cobarde, pues nosotros lo mismo. La otra opción era meterle la guitarra por el culo al profeta, y no es plan. Salimos del recinto.

 

Allá fuera había una urbanización. Llamamos a una de las casas y nos abrió un portugués en traje de baño, paquetone firestone, y le pedimos asilo al peregrino. Y nos cobijó. Dormimos en el salón de su casa como campeones. Nos aseamos, nos desayunamos y nos fuimos a ver al Papa que en ese momento decía “¡¡¡¡ITE MISSA EST!!!

 

Buscamos al de la guitarra para darle unos guantazos pero, nada, que no lo encontramos.

 

Pero me he quedado con su cara.

 

Satur









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