Irse siendo liberrimo.- Pensativo
Fecha Friday, 29 July 2005
Tema 020. Irse de la Obra


Viajaba, hace algunos días, en tren y mientras aquella máquina devoraba kilómetros me detuve a rememorar. Traje a mi memoria los recuerdos (con ellos aparecieron manifestaciones de las consecuencias –que sigo padeciendo- de esos decenios pasados en aquello) del día en el que me marché, del día en el que volví a la realidad.

La verdad es que aquel caluroso mes de hace algunos años lo hice (me fui) aprovechando las circunstancias como quien coge un tren que pasa solo una vez. Decidí que definitivamente había llegado LA OCASION de decir basta, de decir se acabó. No era la primera vez, ni la segunda, ni la ..., era el momento, no tendría otro, había que actuar.

Pensando en ese día recordaba algunos relatos de la web de los que concluyo que ha habido muchos que cuando pensaban que lo mejor para ellos era irse (dejarlo, marcharse, ser ellos, llámalo como quieras) entraron “a dialogar” (no es posible), pensando, tal vez, que quienes les escuchaban, les entenderían y en una cordial conversación (que terminaría con un abrazo) les dirían algo como:“si lo has pensado, lo que tu quieras, aquí reina la libertad, a nadie se le presiona para seguir, los que quieren ser marchan, sabes que todos somos libres, dinos algo de cuando te vas,...”.

Para poco después comprobar que sus pensamientos divergían del planteamiento institucional del capo, pues lo que “al parecer” sucedía –ignorándolo los propios interesados- era que no estaban siendo objetivos, que se estaban precipitando, que estaban cansados, que estaban pasando una época de mucho trabajo, que no estaban en condiciones para decidir y que se dieran tiempo, que rezaran mas, que cuidaran las normas,... (aclaración innecesaria: el tiempo lo pedían los otros para orquestar sus estudiadas maniobras para hacer desfallecer al “incauto” (otro mas!) que se quiere ir)... y, que todo ello, tenia lugar no en cordial conversación sino muchas veces frente a alguien -al que prácticamente no conocían pues ni habían conversado personalmente antes con él- que al parecer lo sabía todo de ellos.

Yo, no sé si fue por llevar varios decenios como miembro de hecho -de derecho como cooperador- pero el hecho es que decidí que por ahí no pasaba: se había terminado sentarme frente a alguien o alguienes en una salita.

Más de mil semanas con esa forma de actuar me hicieron entrever lo que luego los relatos de muchos me han hecho ver: no se trata de hablar sino de evitar ese chorreo de gente que nos vamos, de hacer dudar al que se quiere ir y, cuando menos, procurar que los que se van (y son infieles) no hablen mal de nosotros (ellos).

Tome tal determinación, y ellos cumplieron su papel, primero fue un mensaje telefónico en un tono amable: “¿soy fulanito –uno de la delegación con el que no había hablado mas que hola y adios-, puedes llamarme?”, y luego pensando que seguían con poder sobre mí (jajajajajajaja) el mismo sujeto se enfada y en otro mensaje posterior emplea tono imperativo y tajante: “soy fulanito, llámame”.

Os he de decir que ante la primera amabilidad considere que tal vez era posible que me tomara en un futuro la molestia de valorar los pros y los contras de tomar en consideración hacer esa llamada, pero ante el tono tajante me dije: “tu padre, te va a llamar”. Y no paso nada. Nada de nada, por que había desaparecido todo el poder de “los directores” sobre los hombres libres.

Y os lo digo en serio: no ha pasado nada, no pasa nada, pues no es necesario sentarse a hablar. Somos soberanos en nuestras decisiones, hay que empezar a romper con ellos por ahí.

Luego vino el mail, pero eso es otra historia, de tiempos y formas que reflejan la real preocupación.

Por ello de este primer retazo (los días posteriores llegaron a confirmarme más en mis convicciones), saco una conclusión: si quieres hablar con ellos, ellos no te darán la razón, perderás el tiempo (si no la cabeza) y puede que temporalmente tu tranquilidad; por ello si decides no entrarles más al juego quédate tranquilo, es una decisión libre y soberana: no estás obligado a contarles ni por qué te vas. Somos libres, aunque ellos pretendan coartar tu libertad.

En lo que hace referencia a la necesidad de redactar una carta “solicitando” la dispensa por ahora solo diré que la vida ha confirmado mi posición y el tiempo me ha dado la razón a lo que al respecto pienso y pensaba, pero eso es otra historia.

Pensativo.








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