Satur pide perdón.- Satur
Fecha Wednesday, 20 July 2005
Tema 900. Sin clasificar


Me escribe José Carlos un correo privado y me dice que he metido la pata en mi último escrito. Él no es Ramírez. Desde aquí le pido perdón. Una vez más. Soy un charcos: en lo que va de año ya llevo trescientas quince mil doscientas once ocasiones en las que tengo que pedir perdón. Es algo tremendo. Y es que uno ha ido tanto de charco en charco que, claro, no se entera.
 
Recuerdo que estaba de presentador en una fiesta de Navidad en un colegio. Son fiestas muy agradecidas porque el público está sólo pendiente de su niño, y es un público enfervorecido y fanático. Se aplaude hasta al tío que retira el micrófono. Pero en aquella fiesta había un señor en la primera fila que no aplaudía y estaba como muy serio. Y en estas que voy y le digo.
 
- ¡Eh, usted!, ¿qué paisa que no aplaude?; ¡venga, hombre: a darle a las palmas, campeón!
 
Mientras decía la gansada ya caí en la cuenta de que algo no iba bien, pero ya era tarde para rectificar: al terminar de decir lo de "campeón" observé que el tipo tenía una manga  flácida de la chaqueta metida en un bolsillo de la misma. Era manco.
 
Se produjo un momento de silencio angustioso , pero nada, the show must go on, y anuncio al coro de niños que van a cantar a continuación una hermosa canción..." y ahora, los de segundo de Primaria cantarán..." ¡¡¡No podía de creerlo!!!: el título de la canción era "DALE TU MANO AL INDIO". Sí esa de "dale tu mano al indio, dale que te hará bieeeeeennnn". Preferí omitir el título, por si acaso no se levantaba el capitán Grafio y me metía una buena mano de collejones.
 
Me contaron de un manco que llevaba el reloj en el muñón, a la altura del codo, y alguien le preguntó " Oye, ¿porqué llevas el reloj en el muñón?". Y el tío contestó: ¿y quién le da cuerda?, ¿tu padre?.
 
Es una gracieta.
 
Un día después recibo otro correo. Esta vez es de una lectora de Orejas. Me dice que le duele que haga gracias con los defectos de los demás, síntoma de humor zafio y que denota poca inteligencia,  cierta crueldad y manifiesta una inmadurez llamativa en un señor de 48 años. Me dice que ella sabe lo mal que se pasa con el frenillo de la "r" porque lo ha vivido en su familia.
 
Vuelvo a disculparme. Es cierto - he repasado algunas de mis colaboraciones en Orejas - que tiendo a reírme de lo físico en demasía: que si una tiene el culo tan gordo que si fuese una tostada habría que untarla con un remo, que si fulanito no se sabe si vende pelo o compra cabeza, que si el de más aquí es más tonto que mear en un porrón, que si nace en Navidad sale pavo... Perdón. Perdonadme, cabezones, culonas, frenillos todos. No soy mejor que vosotros. Todos somos iguales a los ojos de Dios. Todos... Y lo importante, la belleza de veritas, el pulchrum, está en el interior. Si os viera por la calle, con los ojos enjuaguados de lágrimas, os abrazaría pidiéndoos perdón y, como San Francisco de Asis que besó al leproso, os  daría un ósculo en donde tuvierais el defecto. ¡¡¡¡Sííí, perdonádmele!!!
 
Ya sólo falta que Ramírez me ponga de media y vuelta. Y con razón. Perdónamele tú también, Ramírez, perdónamele.
 
Satur








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