Mi historia fué la misma, Marina: soy feliz y tú también lo serás.- Rous
Fecha Wednesday, 13 July 2005
Tema 020. Irse de la Obra


 Cuando leí tu relato, Marina, me ví a mí misma hace quince años. Me estremecí: la misma historia calcada hasta unos extremos fantasmagóricos. Si fueran simplemente gente sensata, ante tantos casos de depresión "sin aparente causa" en gente entregada, dispuesta y hasta entonces eficaz, deberían atisbar que esa persona, a lo mejor, no está en el sitio que le corresponde para su salud mental, ¿no?...

 

Pero los consejos que te dieron, Marina, me los dieron a mí. Aguanté cinco largos años "empastillada" y sufriendo lo indecible. Me desgarraba por dentro: quería ser fiel a mi vocación por una parte, y por otra, mi cabeza y mi cuerpo no aguantaban más. Hasta un psiquiatra de la Obra me llegó a decir después que por qué había aguantado tanto... Alguna responsabilidad tendrían los directores, ¿verdad?.

 

Tu análisis de la situación es el de una persona inteligente, sensata y honrada. Cosas que chocan con los esquemas cerriles e intransigentes que abundan dentro de la Obra, pues como bien dices, esa estructura crea personalidades rígidas y aniñadas.

 

Aguanté mucho, como te dije, más de lo razonable, y llegué a una situación en que realmente era “inservible”. Quizás por ello no me pusieron mayores pegas cuando les dije que no podía más, que me iba. Lloraba sin parar, de noche, de día... Recuerdo un día por la calle, las lágrimas resbalando por debajo de unas pudorosas gafas de sol, en que pensé: “no sé cómo me irá fuera, pero peor no puede ser”. Y con la ayuda inestimable de uno de mis hermanos, me marché. Vino a buscarme (gracias, Juan) y me llevó directamente a un psicólogo amigo suyo. Por poco le destrozo la máquina que mide el nivel de estrés. Con muchísimas reticencias le conté cómo me sentía y él, con muchísima paciencia y exquisita delicadeza hacia mi situación, me hizo ver (dijo que yo lo iría viendo poco a poco) que me estaba asfixiando en una estructura que me anulaba como persona. Tenía 33 años, casi como tú, Marina. Mi personalidad estaba madura y ya no aguantaba esa cárcel. Sí, CÁRCEL. En sólo tres meses, dejé toda medicación y volé sola, con alguna ayuda puntual. Fueron meses también muy duros, pero por otras causas: un marciano aterrizaba en el planeta tierra... Debía sustentarme económicamente sola. No tenía a la omnipresente directora para preguntarle si salía a dar un paseo, si era conveniente tomarme un café con los compañeros de trabajo. Había ¡hombres! que querían ser amigos tuyos sin llevarte a terrenos de perdición... Daría para muchos relatos tragicómicos.

 

Pero lo peor fué creerme abandonada por ese Dios al que había entregado mis mejores años. Me sentía estafada, engañada, utilizada... He tardado muchos años en recuperar mi vida interior. Y aún hoy, no quiero saber nada de normas ni leyes eclesiásticas. Tengo mi propia espiritualidad: el amor al prójimo, a mí misma y por ello a Dios. Me considero una buena persona, incluso mejor que antes, pues ahora no espero ninguna “recompensa” inmediata de las directoras, del cielo, de mi agenda repleta de “éxitos”... Me guía mi corazón y saberme querida por mis muchos amigos y mi familia. Me basta y me sobra. La paz que siento es mi cielo ya en la tierra. Y si luego resulta que lo hay, pues mucho mejor.

 

Coge los bártulos y vete, si aún no lo has hecho. Ojalá leas todos los mensajes que ha suscitado tu SOS. Me hubiera encantado tener entonces este aluvión de solidaridad y de ciber-cariño. Sólo nos mueve ayudar. Eso es lo que me ha gustado de esta web y por eso voy a procurar colaborar todo lo que pueda. Nunca me gustó el revanchismo. Y además he conocido y conozco gente estupenda dentro de la Obra. Si a ellos les funciona esa vida y son felices, estupendo. Defiendo la libertad y respeto el camino de cada cual. Pero lucharé por abrir las puertas de la cárcel a todo aquél que se ahogue dentro, como yo, como tú, como tantos.

 

Todo mi ánimo, mi ayuda, mi amistad, para las Marinas, Marinos y prisioneros en general.

 

Ah, por si os sirve: llevo felizmente casada doce años. Tengo un trabajo maravilloso en el que soy muy competente. Tengo una legión de amigos a los que adoro y me adoran. Unos padres maravillosos a los que tengo el honor de cuidar en sus últimos años y en concreto a mi madre en su ya larga enfermedad. Soy motera y hago todas las “locuras” que mis cuarenta y pico me permiten. Y nunca me he sentido más cerca de Dios. Sí, soy razonablemente feliz.  

 

He querido colaborar en esta web con la fuerza de la verdad, que es lo vivido.

 

Rous









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