La pena penita pena de los perfectos.- Antrax
Fecha Wednesday, 13 July 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos


Estoy, oigan, hasta la coronilla de los sujetos (el genérico castellano no exige añadir "sujetas") que dicen eso de la pena. El señor Ramírez, en su escrito del 10 de julio, se agrega al "colectivo" de quienes manifiestan su lástima, o pena, por la mayoría de los que escriben sus cosillas en esta web. En general, más que "pena", suelen manifestar desprecio, lo que, en principio, no parece un sentimiento demasiado cristiano, pese a las encendidas proclamas, no ya de cristianismo, sino de encendido catolicismo de los penantes o penosos.

Uno no se declara cristiano, ni piensa recurrir a argumentos de autoridad para contradecir a esta modalidad de litigantes. Sin embargo, sí ha de exigirles que se molesten en respetar las opiniones y los testimonios personales que muchas personas de buena fe aportan (frecuentemente de forma dolorosa) a un área de opinión libre sobre una institución pública, como es el Opus Dei, y, en consecuencia, sujeta a crítica en una sociedad democrática.

Indudablemente toda persona medianamente racional extrae enseñanzas de los distintos trancos en que transcurrió su vida. Personalmente creo que le debo tanta sabiduría a mi experiencia (breve) en el Opus Dei, como a la algo menos prolongada en la Infantería Española, o a mi singladura en el Parlamento, o a un matrimonio fracasado, o, al siguiente, que me salió
mejor. Van quedando atrás las cosas y siempre dejan un poso, que, de no ser contemplado con ojos maniqueos, configuran a un sujeto mayormente dubitativo y ocasionalmente feliz. Claro que los seres "profundos" a lo mejor se ven libres de todas estas contingencias.

Añadiré que me importa un pepino si a Monseñor Escrivá le hacen doctor de la Iglesia, Santo, o fallera mayor. Cuando tuve contacto personal con este caballero, me hizo una pésima impresión, me sonó a hueco y me pareció un perfecto ególatra, sensación que, lamentablemente se me ha repetido en el conocimiento próximo de políticos mundialmente conocidos y notablemente laureados. Ni más ni menos.

Lo que, francamente, me intriga es cómo las personas que realizan o perpetran intervenciones como la del Señor Ramírez se fueron de una institución tan apañada, perfecta y gloriosa. Lo suyo era quedarse por allí revoloteando en unión del coro de ángeles que les viniera más a mano.

Perdone, Ramírez: ¿no puede usted echar mano de esa virtud que ustedes, cristianísimos con carné, denominan "caridad"? Yo carezco de ese sentimiento y le respondo con absoluta y rotunda antipatía.

Antrax









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