Un apartado de perdón.- Marco
Fecha Sunday, 10 July 2005
Tema 040. Después de marcharse


  

“Dia 4 de Junio

San Francisco de Caracciolo, Confesor.

Doble-ornamentos blancos.

 

Hijo de la noble familia de los Caracciolo, de Nápoles, recibió el nombre de Ascanio. Por error le fue entregada una carta que iba dirigida a Fabricio Caracciolo, en la que San Agustín Adomo le invitaba a fundar juntamente un instituto religioso; se creyó providencialmente obligado a tomar parte en él, y los tres fundaron los Clérigos Menores Regulares; devotísimo de San Francisco de Asís tomó su nombre en religión. Murió a los 40 años, en 1608.”

 

Fuente: Misal Romano Diario. Rdo. Eudaldo Serra, Pbro.

 

 

 

 

Cuando tenía 13 ó 14 años mi padre se marchó de casa. Recuerdo de aquellos años dormirme por las noches oyendo llorar a mi madre, o llegar del colegio y pasarme horas en el rellano de la escalera, solo, esperando que ella volviera de trabajar porque me daba miedo estar en casa. Vi consumirse a mi madre y, cómo todo ello, hacía mella, de forma distinta pero profunda, en mis hermanos…a mí también me destrozó. A lo largo de los años, rehuí su trato. Siempre me ofrecía dinero, no le quedaban muchas más posibilidades de demostrarme su cariño, y mi orgullo se lo rechazaba. A pesar de todo, estaba seguro que me quería, no lo dudé nunca. Aunque le impedía demostrármelo. Falleció hace años. Sólo guardo de él un pañuelo de cuello y unos pocos recuerdos que se van difuminando. Cómo me duele no haberle comprendido, Haberle perdonado y no habérselo hecho saber.  Quien era yo para juzgar, para sentenciar, para condenar…A veces la vida es compleja,  confunde,  aturde… Qué no daría ahora por darle un abrazo y poder llorar y pedirle perdón. Seguro que a él le ocurrirá lo mismo.

 

Al poco de irse mi padre de casa entré en la Obra como numerario. Entregué mi ilusión, mis ganas de hacer el bien, “de ser útil”, de acercarme a Cristo y a los demás, al Opus. Tenía otro padre y una familia. Un padre por el que rezaba, al que consciente rendí mi voluntad y mi libertad, un padre por el que me mortificaba, al que escribía, al que me esforzaba por querer como mejor sabía o se me  mostraba, que decía que nos quería mucho a sus hijos, que nos daría el ciento por uno y el cielo si le éramos fieles. Estaba en una familia y él era nuestro padre.

 

Esta vez, después de 10 años, el que se fue de casa fui yo: roto, confuso, sólo, una vez más.

 

Hoy ya han pasado muchos años. 

 

Sea santo o fuera marqués,  vanidoso, colérico,  docto o ignorante, fuese quien fuese y como fuera, a aquel al que llamaba “padre”, lo he perdonado. No me importa. Después de tanto tiempo aún me gusta pensar que ahora desde el cielo desearía darme un abrazo, un abrazo de padre. Y decirme que lo siente,  que no sólo yo tengo miserias, que esa Opus “tan estirada” como la llama Satur es sólo papel cartón. Que sí, que a los que nos hemos ido o nos han echado, los que una vez dimos nuestras ilusiones, nos entregamos o al menos lo intentamos, los perdidos, los desorientados, a los que nos evitan, a los que creen vencidos y ya condenados, le gustaría poder darnos un abrazo de padre. Y lloraríamos, y  nos reiríamos juntos leyendo a Satur. Y le diría ¡“Pepemaría”, menudo pollo has montado! Me imagino a mi padre aprovechando la situación: “yo, ya se lo decía…” Y yo respondiéndole: “¡calla, calla! Que no lo entenderás ni desde aquí arriba”

 

Actualmente tengo buen rollo con Pepemaría; incluso en un viaje a Roma me atreví a visitarle en la cripta. ¡Que sitio más horroroso! Fui para decirle que no le guardaba ningún rencor, que le perdonaba. Incluso le pedí un favor: iba a adoptar una niña y sólo le pedí que me la dieran guapa: ¡Es una preciosidad!

 

Me siento hijo de Dios, esta convicción es lo más útil que aprendí en el Opus. Cada día le pido a Dios que perdone mis deudas como yo intento perdonar.

 

La falta de reconocerse humana, con posibilidad de error y la capacidad de asumirlo y ser consecuente, es como la fecha de caducidad  de esa institución. “…si no tenéis caridad estáis haciendo un ridículo espantoso” así se dirigía a los del Opus Miguel Fisac.

 

En esta web donde se recogen los testimonios de tantas heridas debería haber un apartado de perdón a los que las han abierto. El perdón legitima, sana, objetiva, serena. ¿Qué cara pondrían los de la oficina de información del Opus al leer que les perdonamos?.

 

SATUR: ¿te animas?  

 

Marco







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=5294