A pesar de que estoy sufriendo las mil presiones que sufre una numeraria que tiene hecha la fidelidad, y que fue en algún momento muy "mostrable" en todos lados (orgullo de las directoras), y de que me la están poniendo difícil para irme, hoy no me siento sola. No me he ido del Opus Dei todavía -aunque esto tiene los días contados-, y son muchísimas las muestras de cariño que recibo de personas que no conozco y que participan en esta Web.

 

Se lo agradezco a cada uno sinceramente, y estoy segura de que será tenido en cuenta "dum steteris in conspectu Domini", (para que se vea que estudié latín en los cursos anuales).

 

A medida que recibo sus mensajes, se me va haciendo patente una paradoja, que quizá alguno más lúcido que yo sabrá explicarme.

 

El Opus Dei me parece una maravilla.

 

Por aquello de "por sus frutos los conoceréis", el Opus Dei me parece excelente. No pienso en los colegios, ni en las universidades, ni en otras "iniciativas apostólicas", ni tampoco en los que tienen sus procesos de canonización iniciado, ni en las numerarias auxiliares (que son santas

aunque se empeñen en lo contrario).

 

Yo, cuando pienso en frutos, pienso en los que están maduros. En los que están en sazón y por eso ya no están colgados del árbol. Están aparte, en una cesta, con otros, o en un escaparate de supermercado, o en un plato, o donde sea. No en el árbol.

 

Si los que participan de esta Web son frutos del Opus Dei que, porque estaban maduros, se separaron del árbol, creo que no debería dejar de agradecer nunca que el Opus Dei haya existido. El los 12 años que llevo en el Opus Dei, nunca me sentí tan querida.

 

Espero poder contarme entre los frutos maduros pronto.

 

Gracias a todos, de nuevo, por su ayuda llena de cariño.

 

Marina